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  • Mar del Plata, del puerto a las torres

    » Clarin

    Fecha: 16/07/2024 05:45

    Aristocrática en su origen y luego popular, turística pero también un polo pesquero, la ciudad de Mar del Plata ha sido parte del imaginario veraniego de la sociedad argentina por más de un siglo. Cuatro historiadores de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP) recorren, en una colección de la editorial universitaria, la historia del balneario a través de la evolución de sus edificios, las experiencias infantiles y las vidas de los inmigrantes que llegaron a poblarla masivamente desde fines del siglo XIX. La colección cuenta con la dirección de Elisa Pastoriza, historiadora y profesora emérita de la UNMDP, también autora (con Juan Carlos Torre) de Mar del Plata. Un sueño de los argentinos. Todos los libros fueron publicados por la Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Tal como se la conoce hoy, Mar del Plata fue fundada en 1874 por Patricio Peralta Ramos en terrenos de su propiedad, que luego donó a la Provincia de Buenos Aires. La llegada del Ferrocarril del Sud en 1886 facilitó la movilidad de bienes, productos y visitantes que empezaron a transformar definitivamente el perfil de la ciudad y la convirtieron en un destino balneario predilecto. La construcción del mítico Hotel Bristol –hoy demolido– fue la expresión de este nuevo capítulo de una ciudad que empezó a pensarse a sí misma en función de los visitantes estacionales. La clase aristocrática porteña fue la primera en elegir la ciudad costera para pasar las temporadas de verano. De manera similar a las costumbres europeas de la época, familias enteras se movilizaban, acompañadas por niñeras y a veces otros empleados, y recreaban una sociabilidad alejada de la metrópoli. La medicina de aquel tiempo también recomendaba el clima marítimo para curar condiciones de salud, en particular respiratorias. Con el correr del siglo XX, Mar del Plata demostró cambios paradigmáticos en la sociedad argentina y se convirtió en un símbolo de la democratización y la ampliación del acceso al bienestar y la recreación. El devenir de la ciudad fue reflejado en las capas constructivas que la conforman. Las construcciones bajas, los típicos chalets con fachadas de piedras o ladrillo visto y techos a dos aguas, fueron reemplazadas por los edificios en altura, sobre todo a partir del boom producido luego de la sanción del Régimen de Propiedad Horizontal en 1948. El historiador Víctor Pegoraro analiza en Mar del Plata vertical cómo el pulso del negocio inmobiliario marcó el ADN de la ciudad, que se mantuvo en un estado de permanente excepción incluso después de la aprobación del código urbanístico de 1979. Aunque la nostalgia por las antiguas mansiones señoriales y las tradicionales casas bajas es un sentimiento compartido por muchos marplatenses, la expansión de los edificios en altura marcó una nueva identidad para el paisaje urbano al punto de que es posible hablar de una suerte de “segunda fundación” de Mar del Plata en la segunda mitad del siglo XX. Uno de los signos tempranos de transformación fue la construcción de la Rambla Casino Hotel Provincial, a cargo de Alejandro Bustillo, un nuevo símbolo de la ciudad. Con el avance de obras públicas, como la apertura de la ruta 2, Mar del Plata dejaba atrás su exclusividad para abrirse a otros sectores sociales. La pérdida de patrimonio histórico en pos de la modernización de la ciudad tuvo la contracara de la movilización del empleo, una expansión que continuó hasta 1975, cuando el Rodrigazo marcó la desaceleración de la construcción. La “pequeña Italia”. Una comunidad portuaria. Bettina Favero. Editorial Eudem. $15.000 Detrás de la historia de los edificios está la de sus constructores, desde los albañiles a los arquitectos. Un significativo porcentaje perteneció a la comunidad italiana, entre ellos apellidos como el de Adán Gandolfi, Alula Baldassarini o Arturo Lemmi. También así surgieron las primeras agrupaciones corporativas. La comunidad italiana, según analiza Bettina Favero en La “pequeña Italia”, dejó su mayor impronta en la zona portuaria de Mar del Plata, el otro eje fundamental de la actividad económica de la ciudad aparte del turismo, desarrollando la actividad pesquera. La playa en las primeras décadas del siglo XX, cuando se entraba al mar vestido. El proyecto de puerto comenzó a gestarse a inicios del siglo XX y en 1917 ya estaban habilitados algunos sectores. Durante la década del 20, los pescadores instalados en la zona céntrica fueron desplazados por las familias veraneantes y conformaron un primer núcleo poblacional alrededor de la zona portuaria. A partir de la década del 50, comenzaron a aparecer los locales gastronómicos que caracterizan hoy el atractivo del paseo del puerto, junto con la observación de los lobos marinos que retozan entre las embarcaciones. Mar del Plata vertical Víctor Pegoraro Editorial Eudem 130 págs. $15.000 Los italianos fueron el segundo grupo migratorio detrás de los españoles. Sirios, libaneses y judíos provenientes de Europa del este también llegaron a la ciudad costera buscando un futuro mejor o escapando de guerras. Trabajaron en el campo y la ciudad, como obreros y en pequeños comercios. En los años 60, con el auge de la industria del tejido, muchas familias iniciaron empresas domésticas. Estas comunidades, como recoge el estudio de María Liliana Da Orden en Cruzar el océano, se apoyaron en las redes familiares y crearon sociedades de fomento y apoyos mutuos para conseguir trabajos, acceder a la salud y mantener sus costumbres de origen. Según recoge un testimonio del Diario La Capital, en 1958 la BBC identificaba a Mar del Plata como la ciudad en la que más se construía en el mundo. Sin embargo, esto coincidía con el déficit habitacional para la población estable y el acceso desigual a la vivienda. Desde los años 50 en adelante, el reino de las carpas playeras. Oferta de bebidas y barquillos. Las diferencias entre visitantes y locales también se hacían presentes en otros ámbitos. Adriana Álvarez en Sufrir en “la feliz” se detiene a reflexionar sobre las trayectorias diversas de los niños veraneantes y los niños marplatenses, especialmente en el caso de los enfermos y débiles de salud. Las familias migrantes con frecuencia vivían en pobres condiciones, hacinados y sin acceso a cloacas y agua limpia. A principios del siglo XX, la ciudad aún contaba con escasos espacios de atención sanitaria y se solía recurrir a curas caseras, mientras que las clases altas podían viajar con sus propios médicos de confianza. Las sociedades de socorros mutuos comenzaron a cumplir un rol en el acceso a la salud, allí donde el Estado todavía no llegaba. El ascenso del socialismo al gobierno municipal en la década del 20 marcó la incorporación a la agenda política de las problemáticas de los trabajadores, entre ellos la vivienda y la asistencia en salud. Sufrir en “la feliz”. Adriana Álvarez. Editorial Eudem. 114 págs. $15.000 Las ideas vigentes consideraban particularmente terapéuticas las condiciones climáticas marítimas y los discursos científicos se acercaban a la filantropía. En ese marco, la Sociedad de Beneficencia promovió la fundación del Hospital y Asilo Marítimo con el objetivo de combatir la tuberculosis. La epidemia de poliomielitis en los años 50 afectó profundamente a Mar del Plata, que fue uno de los focos junto a Buenos Aires y Rosario, lo que llevó a la fundación de otra institución pionera: el Centro de Rehabilitación para Niños Lisiados (CERENIL), uno de los más importantes de América Latina en esta especialidad. Cruzar el océano. María Liliana Da Orden. Editorial Eudem 134 págs. $15.000

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