Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • “Berta y Pablo”, una comedia atemperada y moderna

    » Clarin

    Fecha: 04/07/2024 10:53

    Carolina, la protagonista del film Berta y Pablo, seguramente tenga algún parentesco con Juana, de Juana Banana, película anterior del joven y exageradamente prolífico Matías Szulanski: las dos chicas pasan por una crisis que las sacude y las lanza a mirar el mundo con otros ojos, aunque sea con el semblante de alguna desesperación secreta. Si Juana atraviesa un terremoto personal, Carolina vive algo más parecido a un éxodo voluntario: después de la muerte de su abuela, la protagonista viaja de Montevideo a Buenos Aires para arreglar asuntos familiares y, de paso, reencontrarse con una vieja amiga. Pero el viaje es también la ocasión para una fuga: de las exigencias de un novio medio pesado, de los dispositivos de control de la madre. Si las llamadas y los mensajes que llegan de Montevideo piden resoluciones, Buenos Aires provee la oportunidad para la deriva sin rumbo fijo, para posponer las definiciones. Szulanski reencuentra así, en las coordenadas de una comedia atemperada, el signo de lo que alguna vez fue la modernidad. No se trata de una filiación programática, sino de una suerte de memoria involuntaria, como si en los paseos de Carolina (Ana Skornik) resonara una historia de mujeres que aprenden a vagar por los rincones de alguna metrópolis y a borrarse en la muchedumbre. Como si Carolina se inscribiera discretamente en un linaje que incluye a mujeres como Monica Vitti o Marie Rivière. Es ese motivo, el de la mujer moderna, lo que le permite a Szulanski disponer el circuito de fugas y ardides que estructuran el relato. Film "Berta y Pablo", de Matías Szulanski. El recuerdo cándido y un poco difuso de la abuela se contrapone con la ingratitud de la visita a su departamento. Con tono burocrático, una pariente irreconocible informa el funcionamiento del sistema de retiro de objetos: las pertenencias más bellas y valiosas ya fueron reservadas por familiares tiempistas, así que a la protagonista le queda solamente llevarse las cosas sin dueño, apenas algunos discos y libros que, a modo de consuelo, tal vez permitan una conexión más íntima con Berta que las joyas o cuadros. La geografía emocional de Carolina se tambalea suavemente: el alejamiento de los requerimientos de Montevideo no encuentra en la casa porteña de la abuela el plus deseado de pasado; ninguna tradición tallada en mármol sobre la cual trazar los contornos de un presente exangüe. La estancia en el living de Flor, la amiga argentina que la recibe, adquiere la forma de un intercambio enrarecido: la distancia las cambió a las dos, las separó de maneras que ninguna de las dos entiende del todo ni sabe cómo recomponer. El cariño mutuo no alcanza a disimular el fastidio que la visita le produce a Flor o la dificultad de ambas para sincronizar planes elementales como ir a una fiesta con amigos. El proyecto de una banda pop de aliento absurdo parecer ser lo único que mantiene la débil amalgama de la amistad. Una extraña en la multitud Szulanski sigue un modelo más o menos conocido cuya eficacia le asegura una película con un centro, sin los saltos narrativos que minaban Juana Banana, donde el relato parecía acompañar la inestabilidad afectiva de su protagonista. Un poco lejos de la certidumbres del comedia, Berta y Pablo parece más inescrutable, como si el director no dispusiera la geografía nítida de los problemas amorosos sino los bordes de una historia hermética. El guion no trata de entender o explicar a Carolina, prefiere observar el mundo de gestos y repliegues que la protagonista teje alrededor suyo. Se trata de una angustia elemental que la película no nombra; el director opta por sostener el leve misterio que envuelve a Carolina. No hay sociología de la juventud ni reenvíos a representaciones probadas de la adolescencia (la melancolía playera de las películas de Ezequiel Acuña), sino la voluntad de filmar permitiendo que la protagonista retenga el espesor de sus dudas y sus indefiniciones. El director Matías Szulanski. Como en Juana Banana, llega un momento de Berta y Pablo en que Carolina pierde una parte de nuestras simpatías o se vuelve francamente insoportable. Pero pareciera que en eso consiste algo del tránsito que la película le reserva al público: transmitirle al espectador el mismo hastío que aqueja a la protagonista. Un descubrimiento tardío, un deus ex machina casi imperceptible, introduce a Carolina en un mundo de hipótesis y averiguaciones destinados a descifrar el misterio de una relación desconocida entre su abuela y un tal Pablo. Szulanski arranca de un tirón a su protagonista de la cavilación y la sitúa en el horizonte lúdico de los relatos de detectives. Una pesquisa efectuada sobre viejos libros de aventuras revela la imagen buscada del pasado, el suplemento vital escamoteado por la adultez y sus deberes. *Tras su paso por el Bafici, Berta y Pablo, de Matías Szulanski, se proyecta los sábados de julio, a las 21, en Cine Arte Cacodelphia, en Roque Sáenz Peña 1150.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por