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  • El espíritu religioso, social y patriótico de Fray Justo Santa María de Oro

    » El Zonda

    Fecha: 30/06/2024 06:21

    Restos de Fray Justo Santa María de Oro. Fray Justo Santa María de Oro y Albarracín nació en San Juan el 30 de julio de 1772 y falleció, a los 64 años, el 19 de octubre de 1836. En 1788, en Chile, a los 16 años, ingresó a la orden dominica y residió en el país trasandino hasta 1814, año en que fue desterrado a Cuyo, lo que desde entonces da muestras acabadas de su espíritu no vanamente inquieto. Desde 1812 mantendrá una activa correspondencia epistolar con conocidas personalidades del Río de la Plata. Una de sus preocupaciones por esa época –y puede ser también una de las razones de su actividad epistolar-, es procurar la autonomía de la Orden Dominicana de Cuyo tanto en relación a Chile como a Buenos Aires, e incluso a la Intendencia de Córdoba, idea "autonomista" que caracteriza al ambiente revolucionario de la época y que se va a hacer carne y espíritu en Fray Justo. Desde que volviera desterrado desde Chile en 1814, siendo Prior regional de los dominicos, colaborará en Mendoza con la organización del Ejército Libertador, demostrando su compromiso con la Independencia y cultivando una ininterrumpida amistad con San Martín, a quien había conocido en España en 1809. En aquel país, Santa María de Oro había tenido la oportunidad de percibir, in situ, "el ambiente que rodea la Corona, ambiciosa y corrompida", según su propia expresión. No es de extrañar entonces, que desde entonces pudiera ya tener un pensamiento anti absolutista y anti monárquico. Es más, su "actividad revolucionaria" años después y su definida posición autonomista, independentista y republicana (no monárquica) le traería problemas en Chile "con un vasto sector del clero chileno", refiere Emilio Maurín Navarro en su biografía sobre el sacerdote y luego primer Obispo de Cuyo casi al final de su vida. Son precisamente los dominicos en San Juan, a instancias de Fray Justo, quienes firman con los demás vecinos de San Juan en febrero de 1815 el pedido de que el Gral. San Martín -"a quien aman con la mayor ternura y le miran como a la columna de su provincia"- no sea reemplazado por el Coronel Perdriel (como disponía el Directorio porteño), "por vivir satisfechos de conducta tan brillante" (de San Martín) en el cargo de Gobernador de Cuyo. Es esa movida a nivel cuyano la que produce la primera "revolución autonomista" en el Río de la Plata. Asimismo, refiere Roberto Ferrero, el 26 de abril de 1815, los sanjuaninos, reunidos en Cabildo Abierto, depusieron al teniente gobernador coronel Manuel Corvalán y entronizaron al joven Dr. José Ignacio de la Roza en su lugar, comunicando en seguida a San Martín que San Juan elegía seguir bajo el "gobierno de su Protector erigido por la voluntad general de los pueblos". Por su parte, el historiador local Héctor Domingo Arias confirma que "la terminología muestra la influencia artiguista, al igual que el contenido: San Martín Protector por la voluntad de los pueblos". Así también, poco después, serán los dominicos a instancias de Fray Justo Santa María de Oro quienes contribuirán con el Ejército Libertador en dinero, esclavos, ponchos, mulas, caballos y víveres para la tropa. La relación de Santa María de Oro con el artiguismo De acuerdo al historiador Roberto A. Ferrero, Fray Justo Santa María de Oro es el más "caracterizado" de los seguidores en Cuyo de José Gervasio Artigas -el Protector de los Pueblos Libres y fundador del primer federalismo argentino-, y es cosa probada –sostiene Ferrero-, que la actividad del religioso dominico estaba en línea con la del oriental. Es el ilustre escritor uruguayo Juan Zorrilla de San Martín quien sostiene que el artiguismo era también la doctrina de toda la familia de los Oro. En efecto, habría que buscar en su familia la primera fuente de su formación intelectual. Cabe aclarar que el artiguismo fue un movimiento que trascendió las provincias de la "Liga Federal" (Banda Oriental, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, las Misiones y Córdoba) y tuvo palpable influencia en Cuyo y el Norte argentinos. La participación del ilustre sacerdote dentro del artiguismo sanjuanino reconoce sus antecedentes en el inicio del gobierno del Gral. San Martín en la Gobernación-Intendencia de Cuyo. Si en América, a pesar de las distancias y partidos divergentes, la idea de la independencia se propagaría en toda su extensión, no es extraño que las ideas de Artigas se propagaran por el actual territorio argentino y llegaran a San Juan y Cuyo e inclusive a Chile, teniendo en cuenta que los pueblos, y quienes los representan genuinamente, generan y hacen uso en su momento de las ideas que le hacen falta para nacer, crecer y trascender históricamente. Tampoco sería el primer caso de fraile o religioso transformado en revolucionario: sería el caso de los ya conocidos curas y libertadores de México, Miguel Hidalgo y José María Morelos; se dice que Manuel Belgrano fue a España para hacerse cura y volvió abogado y revolucionario; Fray Luis Beltrán, de cuna sanjuanina y de brillante actuación como fabricante y organizador de la artillería del Ejército de los Andes, es junto a Santa María de Oro el caso más cercano. De cualquier manera, para los que tenían acceso a la educación, había tres grandes opciones: el camino religioso, el camino de las leyes o el camino de las armas. Aunque, como vemos, para los patriotas hispanoamericanos, ni la religión, ni las leyes ni la carrera de las armas fue incompatible con la revolución. Otra muestra de las ideas del dominico, de su carácter y de su espíritu –quizá en consonancia con el pensamiento artiguista- es el entredicho o crisis que sufre su relación con San Martín en 1816, a raíz de la posición republicana y no monárquica del religioso sanjuanino durante el Congreso de Tucumán. De Congresista de Tucumán a Obispo de Cuyo "Nada más incompatible con la felicidad del pueblo que la forma monárquica", le escribe al Cabildo de San Juan, que lo había elegido diputado al Congreso de Tucumán, cuando, una vez logrado el principal objetivo –la Declaración de la Independencia-, y ante la discusión sobre la forma de gobierno -en eso también coincidente con Artigas-, le hace conocer su propósito de retirarse de Tucumán y de que disponga de su representación. En efecto, en la sesión secreta del 6 de julio de 1816 que discute la forma de gobierno, algunos diputados proponen realizar gestiones diplomáticas que persiguen establecer una monarquía. El diputado Oro se opone. Al parecer, tanto Belgrano como San Martín y una buena cantidad de diputados sostienen la posición monárquica. Esta podría haber sido la razón de algún distanciamiento con el Libertador en el año 16, lo que habla de su gran independencia de criterio, sin abandonar su patriotismo. Aparentemente hay otro suceso que podría entenderse en ese mismo sentido, cuando se elige al nuevo Director Supremo, "elección apresurada por los graves sucesos de Santa Fe", según Maurín Navarro. Oro, junto a los otros diputados cuyanos (Laprida, Godoy Cruz, Maza y Pueyrredón), tal vez aleccionados por el mismo Gobernador de Cuyo, (ocupado en preparar el Ejército de los Andes y no interesado en participar de la política interna), proponen a Juan Martín de Pueyrredón (representante de San Luis), quien resulta elegido por unanimidad nuevo Director Supremo de las Provincias Unidas de Sud América. Otra de las decisiones del Congreso que lo tienen como protagonista al fraile y diputado sanjuanino, es el traslado de la sede del Congreso después de haber resuelto ya el tema principal de la Independencia. Oro, Belgrano, Güemes, algunos diputados altoperuanos y la representación cordobesa están por la prosecución del Congreso en Tucumán. Finalmente -por la fuerte presión porteña- se decide su traslado a Buenos Aires. Estando todavía en Tucumán, en septiembre de 1816, en otra de sus iniciativas autonomistas-independentistas, Oro mocionaría que se elija como "Patrona de la independencia de la América a la virgen americana Santa Rosa de Lima", y que se recurra para su aprobación y confirmación directamente al Sumo Pontífice, lo que significaba de hecho "establecer y entablar relaciones directas con la Santa Sede, prescindiendo también de la autoridad eclesiástica española". Ese "republicanismo" e "independentismo" que la Orden Dominica enseña y recomienda se basaba en la convicción de que "la práctica de las virtudes cristianas debía estar unida al civismo". Pero no se trata simplemente de coincidencias y paralelos de ideas entre Fray Justo Santa María de Oro y el Protector de los Pueblos Libres, porque vuelto a San Juan, después de su actividad como diputado republicano al Congreso de Tucumán, el sacerdote domínico desarrolla una gran actividad de difusión de las ideas federalistas y democráticas del artiguismo. Tal prédica no pasaría desapercibida para las autoridades cuyanas, dependientes de la gobernación de Cuyo y del Directorio de Buenos Aires. Tanto es así, que el teniente-gobernador sanjuanino, Dr. José Ignacio de la Roza comunica a su superior, Toribio de Luzuriaga (que ocupa el cargo de Gobernador de Cuyo dejado vacante por San Martín, en plena Campaña Libertadora en Chile), que "los individuos coadunados a la opinión mortífera del Jefe Oriental D. José Artigas" eran "numerosos y de bastante ascendiente en este pueblo" (Comunicación reservada del 29-12-1817). A esa comunicación contestaría Luzuriaga el 8 de enero de 1818: "Hecho cargo de cuanto Ud. me representa en papel reservado del 29 de diciembre último sobre existir en ese pueblo varios prosélitos y secuaces de don José Artigas, con quienes deben tomarse medidas vigorosas, le advierto que esté Ud. muy a la mira de sus ideas, procedimientos, conversaciones y conexiones para embarazar que miren a favor de la opinión del Jefe de los orientales. Considero que la vigilancia de Ud. bastará para precaver que cunda el germen que procura introducir en los pueblos". Más adelante, en comunicación del 4 de mayo de 1818 y en cumplimiento de estas órdenes, De la Roza les escribe a Luzuriaga que "la doctrina que difunde (Fray Justo) es enteramente adherida al sistema destructor de Don José Artigas y probablemente llegará a pabulizar (sic) las costumbres, propensas siempre al desorden". Por este motivo, días después, Toribio de Luzuriaga ordenaba el destierro de Santa María de Oro a Chile. No hay duda: la historia es la política del pasado, suele ser escrita por los oficialismos de la época y no todo transcurre como nos cuenta la fábula escolar. No es de extrañar que, con sus antecedentes revolucionarios, autonomistas, independentistas, federalistas y en definitiva artiguistas, a lo que se suma ser "amigo de O’Higgins y de otros prominentes colaboradores sanmartinianos" -en todo "políticamente incorrecto"-, la situación del fraile desterrado en Chile fuera aún más difícil "desde el 18 de enero de 1825". En efecto, en 1825 sufre en Chile la deportación a la isla de Juan Fernández "por considerárselo simpatizante de O’Higgins" (íntimo amigo de San Martín), siendo "acusado de influencias, actividades y relaciones bastantes a conducir a la opinión pública a desaprobar la conducta del Gobierno" del Gral. Freire. La misma suerte había corrido Bernardo O’Higgins, exiliado en el Perú, y hasta el mismo general San Martín, desterrado de por vida en Francia. El cautiverio de Santa María de Oro en la Isla Juan Fernández durará tres años, desde 1825 a 1828, "fecha en la que consigue libertad con la condición de abandonar Chile". No eran tiempos fáciles, aunque la literatura escolar quiera pintar nuestra primera época revolucionaria como un cuento de hadas. No lo fue entonces y no lo es ahora, en una Nación todavía inconclusa, con muchos pleitos sin resolver. Volver a su tierra de nacimiento le significaría a Oro poder aspirar y finalmente ser consagrado Obispo de Cuyo y Vicario Apostólico en 1830. Años antes, en oportunidad de ser presentada su candidatura en el Vaticano, el Papa León XII advertiría que Fray Justo Santa María de Oro era "muy liberal". Su postura siempre revolucionaria y republicana sería defendida por Fray Jacinto Carrasco, otro de sus biógrafos, alegando que ello era producto del "ambiente de la época del cual no es posible prescindir". Virtudes, principios e ideas En "Las ideas republicanas de Fray Justo Santa María de Oro", Antonio B. Toledo –citado por Emilio Maurín Navarro- destaca del fraile cuyano "su constante preocupación por la suerte de la patria" y la "notoria despreocupación por todo lo que significa un interés material". Tales virtudes o principios podrían atribuírsele por ser religioso, pero, como hemos podido corroborar en el intercambio epistolar entre San Martín y Vicente López y Planes, por aquella época, dichas virtudes y principios resultaban ser las de todo patriota y revolucionario, en oposición al "principio de habilidad y riqueza" de la que hacían gala los partidarios "liberales" de la contrarrevolución. "Yo amo a mi patria más que a mí mismo –diría Santa María de Oro-; así me he sacrificado y sacrifico continuamente, disponiéndome a carecer de las más dulces e inocentes satisfacciones que aquí gozo, con tal de servir a la línea y ramo de la sociedad en que estoy constituido", refiere Maurín Navarro. Se ve que la vida conventual no le impedía tampoco al sanjuanino mantener abiertos sus ojos, sus oídos y su mente a la realidad de sus paisanos, de su tierra y de su época. En Chile, lugar de su residencia religiosa por un cuarto de siglo, escribe: "La independencia de América, es conforme a los principios de la razón y la justicia natural confirmada por la gracia de los Evangelios y el orden de los sucesos humanos". Consustanciado con la "forma republicana de vida dominica", en su refutación al Gobernador de la Orden, Dr. Cienfuegos, que lo cuestionaba por sus ideas, le contesta: "Habiendo considerado que las autoridades peninsulares han cambiado de hecho y de derecho por el acto de haberse creado en el país un Gobierno Indígena (nativo), hemos manifestado con toda expresión, que las Comunidades Religiosas como partes naturales de la sociedad, se confunden en el todo del Estado, sujetas y sometidas a las autoridades políticas y a las eclesiásticas en la línea y modo que corresponde a éstas". Eso ocurría cuando pensar de esa manera o poner en tela de juicio el absolutismo monárquico o de Buenos Aires, le podía ocasionar –a un religioso como a un seglar- "momentos de peligro" que pusieren "en riesgo su propia vida", ello, debido a la "suerte desastrosa que le acompañaba en Chile –según confiesa él mismo- "por el gran pecado de ser amador de la libertad y del orden de las cosas". La "libertad" y el "orden de las cosas" La libertad, está de más decirlo, era la libertad de gobernarse a sí mismos (autonomía, federalismo, independencia nacional) sin tutorías absolutistas ni extranjeras, en igualdad de condiciones con las demás provincias. Ante la pretensión de Buenos Aires -socia de los ingleses desde antes de la revolución de mayo- en cuanto a erigirse en tutora y albacea de sus hermanas (sin autorización ni beneficio alguno para ellas), ese concepto contestatario del poder absolutista (y centralista, aliado al extranjero), se extendería contra la propia provincia rioplatense, única usufructuaria de las rentas del Puerto y de la Aduana. He aquí, a nuestro entender, un punto crucial de identidad con el movimiento artiguista (Artigas es el creador del primer federalismo argentino), independentista y autonomista a la vez, nacido también "como una reacción defensiva del interior ante el avasallamiento del centralismo portuario que destruía sus instituciones y cegaba sus fuentes productivas", como apunta el historiador R. A. Ferrero. En cuanto al "orden de las cosas", esta expresión podría parecer la ingenua idea de un religioso. No era así, aunque sí tenía que ver en parte con su formación religiosa. Según el texto clásico de la Summa de Santo Tomás –nos explica Maurín Navarro en su libro sobre Fray Justo- "establecer un orden en vista del bien común, corresponde a la multitud entera o alguno que representa la multitud". Como profesor de Teología en la Universidad de San Felipe, Chile, Fray Justo glosará constantemente estas enseñanzas de Santo Tomás de Aquino: "Para una buena organización del Estado –repetiría con criterio igualitario- es necesario que todos participen del Gobierno". En esa idea de la participación de los americanos, de la "multitud" o de "alguno que representa a la multitud" en su propio gobierno, nos parece ver también una profunda identidad con las ideas federalistas y autonomistas de su época. Aunque, de no ser por el Papa latinoamericano Francisco I, posiblemente no podríamos imaginar cómo un religioso puede tener ideas tan avanzadas en materia religiosa y política frente a un mundo que objeta -sin avergonzarse ni cuestionarse- las ideas esencial y milenariamente cristianas de igualdad y de justicia social. Notas Relacionadas

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