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  • "La Rey", la cuarta novela de Reynaldo Sietecase

    » Pagina 12

    Fecha: 24/06/2024 06:58

    La cuarta novela de Reynaldo Sietecase, La Rey, nos sumerge en una historia que combina el realismo brutal con la magia ancestral. A lo largo de sus 34 capítulos, esta intensa historia traza un recorrido doble: el de una niña convertida en narcotraficante, llamada Blanca Rosa González Miszkowski, y el de un objeto antiguo que pertenecía a su abuela, el espejo negro de piedra obsidiana, un amuleto con el poder de trascender tiempo y espacio. Blanca Rosa, más tarde conocida como La Rey, lleva una vida marcada por la violencia y los efectos de la marginalidad. A los trece años, es enviada por su padre a vivir con su abuela Cándida y su pareja, el Recio, en Ciudad del Este. Como si se acoplaran el terreno con la experiencia, es en la ominosa zona paraguaya de la Triple Frontera, donde Blanca Rosa sufre abuso permanente a manos de El Recio, ese mismo quien supuestamente tenía que cuidarla. La figura de la abuela, evocativa de un célebre personaje de Gabriel García Márquez pero con los desvíos suficientes para no caer en la nítida referencia, aporta una dimensión intertextual que enriquece el trasfondo de la novela. La transición de Blanca Rosa en “La Rey” comienza cuando se muda a la Villa 31. Este trayecto lo lleva adelante con su amiga Maruca, que la ayuda a ascender hasta convertirse en la líder de una banda de narcos paraguayos, pero muy rápidamente se ve obligada a huir a España, donde es secuestrada por una red de trata. En Madrid, su destino se entrelaza con el Museo de Ciencias Naturales, donde un espejo de obsidiana la ayudará a desentrañar los misterios de su pasado. El espejo negro de la piedra obsidiana no es un objeto ocioso que aparece en la novela decorativamente, sino que está estrechamente vinculado al porvenir de los hechos y al armado interno de la trama. El espejo, entonces, actúa como puente entre mundos, dando ingreso al guaraní y a la cultura peruana, desde el punto de vista lingüístico, o remitiendo a la conquista de América y la España moderna, en el orden de las temporalidades. El narrador utiliza este elemento para introducir un viaje por el tiempo y el espacio que enriquece la narrativa con una dimensión mística y ancestral. Esta conexión mágica entre objetos, que se da curiosamente en un museo de la ciudad que la oprime, le permite a Blanca Rosa explorar su identidad y su pasado a través de todo el relato. Tanto la escritura como la cruza idiomática que caracterizan a La Rey suavizan la brutalidad del realismo cercano al naturalismo en que se inscriben sus historias. Sietecase lo logra mediante el tratamiento sutil de términos crudos que, así como evita la vulgaridad extrema demuestra un trabajo en la construcción de una lengua literaria. Otro punto destacable de esta novela es la intensidad de la investigación que emprende con rigurosidad su autor, que además de escritor trabaja en el periodismo y conoce con exhaustividad las tareas de pesquisa. Como es evidente, la novela ubica sus hechos en un contexto fuertemente patriarcal. Además de las expresiones generales de la dominación que impone este orden hegemónico, el libro hace asomar prácticas machistas quizá más silenciosas (enredadas en la excusa del chiste, por caso) pero de igual efecto opresivo. Un ejemplo iluminador es el apodo irónico que Nantes, un personaje de la Villa 31, le da a Blanca Rosa: La Rey. Como si solo los varones tuvieran el poder de liderar semejante empresa, ella no es reina sino rey. La descalificación se da por una sexualización parcial del sobrenombre. A la vez el apodo marca en Blanca Rosa su condición de reemplazo (no es sustancia, otra vez), y por ende de descarte, una vez que no tuviera que ocuparse de las cuestiones del verdadero capo, un varón, Nito Villalba. Otra zona de la novela de vital importancia es, como se anticipó, la cruzada intertextual que propone Sietecase. Se rinde homenaje a Gabriel García Márquez, una figura central para la literatura latinoamericana desde los años 60 en adelante. Además de reutilizar el nombre Cándida del relato La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada para la abuela de la protagonista, y de reescribir para el personaje Miguel Ángel Duarte el inquietante sueño premonitorio antes de morir (lo que recuerda el inicio de Crónica de una muerte anunciada), al igual que el escritor colombiano, Sietecase, además, logra entrelazar el realismo imperante de su ficción con elementos mágicos, dimensiones oníricas, que se inscriben con mayor evidencia en los ya mencionados recorridos dobles (la niña, el amuleto) de La Rey. El final del libro constituye una zona donde Sietecase tiene la ocasión para mostrar su destreza en la creación de una historia compleja y dejar evidencias de toda su labor de investigación que lo llevó a contactarse con especialistas de diversos campos del conocimiento, como la historia de los reductos paraguayos en España, el trato de personas, la violencia machista, las lenguas indígenas y bibliografía teórica, antropológica y literaria sobre el espejo de obsidiana. A la vez, incluye un glosario guaraní-español al que el lector puede recurrir para ver las traducciones de las expresiones originarias de la zona del Paraguay y el norte argentino. La inclusión de este archivo armado ad hoc no sólo tiene una funcionalidad aclaratoria, sino que, ante todo, subraya el compromiso del autor con la autenticidad cultural, lingüística, consuetudinaria con las que aspira a tratar las prácticas y las formas de habla de las poblaciones vernáculas. Después de publicar tres novelas, Un crimen argentino (2002), A cuántos hay que matar (2010) y No pidas nada (2017), con este nuevo libro, Sietecase trae una apuesta poderosa y conmovedora y nos invita a reflexionar y hasta a tomar partido sobre urgencias coyunturales como el abuso infantil, la trata de personas y la marginalidad. Con un estilo personal que mezcla recursos del thriller, el policial, el realismo mágico y la representación de actualidad, Sietecase nos entrega una novela en la cual el escritor termina desdibujando al periodista, logrando una obra donde el tratamiento ficcional de las fuentes, los temas y las operaciones de afiliación y desvíos de las tradiciones literarias latinoamericanas superan la clásica presentación ordenada y la verificación de los hechos. La Rey es tanto una novela de aventuras, un texto de denuncia social como una metaficción. Tanto es así que la investigación periodística se transforma en una narrativa poderosa y cautivadora. Esto ocurre cuando más allá de las pruebas que puedan brindar la historia, el periodismo y la realidad para constatar la construcción de escenas, personajes y un contexto social duro, es siempre la literatura, por sobre todas las cosas, la verdadera reina.

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