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  • Es de Gualeguaychú, tiene 12 años y sueña con ser piloto de la Fuerza Aérea Argentina

    Gualeguaychu » El Dia

    Fecha: 16/06/2024 00:38

    Según la Real Academia Española, el término vocación es la inclinación a cualquier estado, carrera o profesión. Es por eso que cuando la vocación es muy grande y marcada, algunas personas sienten desde muy pequeñas saber cuál es su misión en el mundo. Esta es la historia de Gaspar Piculio, quien a los 9 años sabía que su destino era estar en el aire, volar y ser libre como un pájaro. Siendo un simple gurrumín se decidió a que iba a dedicar su vida a ser piloto de avión. “A mi papá le gustan mucho los aviones y empezó a hablarme sobre eso y me entusiasmó. Un día estábamos en Instagram con mi mamá y ví una publicación del Liceo Aeronáutico”, relató el aspirante a piloto. Como el destino algunas veces tiene sus planes bien diseñados, luego de que no se realizara por 10 años “Argentina Vuela”, un evento que se celebra en la Base Aérea de Morón, se volvió a retomar esa actividad, la cual se convirtió en una oportunidad única para que Gaspar echara un vistazo al mundo de las alturas. “Mi hijo quedó enloquecido cuando fuimos a ‘Argentina Vuela’, por lo que al año siguiente volvimos a ir y encontramos el stand del Liceo Aeronáutico Militar. Al principio nos parecía una locura que Gaspar quisiera ir ahí, porque es lejos y él era muy chico. Además, pensamos que iba a cambiar de parecer. Pero no. En diciembre de 2022, descargué el programa de ingreso, para que él se pudiera preparar durante el último año de primaria en 2023, después de todo, el saber no ocupa lugar y si luego se arrepentía y quería continuar la escuela acá podía hacerlo”, contó Diana Aguirre, madre del joven gualeguaychuense. Foto: Mauricio Ríos Es así, que con su sueño claro, Gaspar dividió los tiempos y se repartió para cumplir con todas sus tares: la escuela, la preparación con maestras particulares para el examen de ingreso y su hobbie, el canotaje. “A la mañana iba a la escuela, a la tarde hacía un poco de canotaje, algunos días me retiraba antes y después me iba a estudiar con mis dos maestras particulares de lunes a viernes incluso, algunos sábados. Lo que más me costaba era matemáticas, pero también tuve que preparar Lengua, Sociales y Ciencias Naturales”, indicó Gaspar. A pesar de que había dedicado todo un año a prepararse, Gaspar no se tenía fe: “Éramos más de 100 para rendir, nos dividieron en aulas y cada día era una prueba distinta. Yo me enteré que había quedado en la fiesta de graduación cuando me pidieron pasar al frente y me dieron la carta en la que decía que había entrado. Yo no sabía nada. Matemáticas había sido muy difícil, además entras por orden de mérito. Sí o sí tenés que sacarte más de 6, pero después tenías que estar entre los 70 mejores”. De esta manera, Gaspar Picullo de 12 años y se transformó en el único estudiante de Entre Ríos en cursar el primer año de secundaria en el Liceo Aeronáutico en Funes, Santa Fe. Después de obtener su ingreso, la familia tuvo que asimilar que su hijo y hermano, no estaría en la casa durante la semana y que los separarían 280 kilómetros. De lunes a viernes el niño permanece en el establecimiento militar, y todos los fines de semana su familia viaja a buscarlo para pasar tiempo junto a él. Historias del Liceo El Liceo Aeronáutico Militar tiene tres regímenes de educación: están los alumnos que son de Funes y desean ingresar por su buen nivel académico pero no quieren tener la formación militar; los de media pensión que reciben la instrucción del ejército, pero que luego retornan a sus casas; y los de pensión completa que viven en la institución a la vez que se educan y adquieren los conocimientos de la institución. Este último es en el que está inscripto Gaspar. “Al principio no nos quedamos la semana completa, yo tenía todo bastante imaginado y fue muy parecido a lo que pensé. Hay una habitación en la que estamos todos los que tenemos pensión completa. Allí tenemos nuestros armarios y nos levantamos a las 6.20 horas con un grito de ‘Escuadró arriba’. A las 7 de la mañana nos vamos a desayunar, a las 8 tenemos efeméride e izado de la bandera y después empiezan las clases. Terminamos con las materias curriculares a las 13.30 horas y los que somos pensión completa nos quedamos a almorzar y a los talleres, donde nos enseñan armamento, normas de prevac (Comité de Prevención de Accidentes de la Aviación Civil) y aeromodelismo. Cuando terminamos la instrucción militar, los que son de media pensión se van a sus casas y nosotros nos quedamos. Es entonces cuando los que necesitan tienen clases de apoyo y y si no tenemos tiempo libre”, detalló el estudiante. Por día, solo están autorizados a usar el teléfono media hora, momento que se utiliza para ponerse en contacto con su familia. Foto: Mauricio Ríos “Me suelo juntar con un amigo en la biblioteca, leo libros de aeronáutica, completo unos cuadernos en los que escribo información sobre diferentes aviones. El que me gustaría pilotar es el F-35 porque es polivalente, apto para maniobras de muchos tipos, tiene armamento furtivo y me gusta mucho el diseño. Se me hizo bastante fácil no usar el celular, porque estamos muy ocupados. Además, estoy rodeado de amigos y con mamá puedo hablar de 17 a 17.30”, admitió Gaspar. No obstante, para su familia no ha sido fácil, sus hermanas y padres lo extrañan, al igual que sus cuatro abuelos, pero saben que “Gaspi”, como lo llaman, está cumpliendo su sueño. “Es re difícil para nosotros estar lejos de él. Viajamos todos los viernes a buscarlo porque no se puede quedar allá los fines de semana. Mi mamá –la abuela de Gaspar– me suele acompañar porque mi marido es camionero y siempre está de viaje. Los domingos son diferentes porque solemos llevarlo en familia, con sus hermanas incluidas. Nos veníamos preparando durante todo el año anterior y, si Dios quiere y nos allana el camino, vamos a seguir acompañándolo, sobre todo económicamente, porque es un momento difícil”, refirmó su madre. Volver a Gualeguaychú y el primer vuelo Cada fin de semana es distinto y el momento perfecto para poder pasar tiempo con la familia y con sus amigos del antiguo colegio. Gaspar admite que no tiene planificado sus días de descanso, pero que siempre tiene algo para hacer. También aprovecha para darse largas duchas en su casa y comer la comida de su mamá. Los domingos suelen ser más difíciles, porque implica despedirse de sus seres queridos, aunque sea por unos días. Para hacer la situación más amena, sus padres se encargan de que el viaje a Funes sea distendido: pasan por el shopping y por la estación de servicio en la que Gaspar se transforma de civil a cadete. “Nosotros le dijimos que esto era una prueba y que no importaba si estaba una semana o un mes, que no es un fracaso y todo es experiencia ganada. Por todo lo que aprendió, nada se puede perder, por eso nos animamos a hacer esto. La decisión menos egoísta como padres es acompañarlo”, enfatizó su mamá emocionada hasta las lagrimas. Por otra parte, Gaspar confiesa que este año es la primera vez que usa gel para el pelo y que todavía intenta agarrarle la mano, ya que cada ingreso es considerado una ceremonia. En tanto, a partir de esta semana comenzó a ingresar con el uniforme oficial de la Fuerza Aérea, el cual le entregaron el viernes pasado. “El jueves estuvimos practicando todo el día, y también el marte y el miércoles a la mañana. El día anterior hicimos lo que es la vela del uniforme, que es una misa que se hace para bendecir los uniformes e hicimos un bautismo que se hace en la Fuerza Aérea. Después, hubo un almuerzo con todas las familias de los ingresantes, nos dieron unos presentes y una carta que escribieron nuestros padres para cada uno. Este uniforme solo lo podemos usar en desfiles o ceremonias. Yo siento que es muy importante, es un legado, todos los miembros de la Fuerza Aérea utilizan similares o casi idénticos, y tenerlo significa que tenemos en parte los valores que debe tener un integrante de esta fuerza para portarlo”, manifestó el joven al respecto. Así mismo y, a pesar de que su sueño es ser piloto, Gaspar no había tenido la oportunidad de volar, hasta el 25 de mayo cuando fue invitado al Aeroclub Gualeguaychú para conocer las instalaciones del lugar. Esa tarde, junto con los miembros de la institución pintó toda la pista de aterrizaje y como recompensa se ganó su primer vuelo en compañía del instructor: “Fue fascinante, la gente que estaba en el Corsódromo se veía súper chiquita. Me gustó mucho”, sentenció. Foto: Mauricio Ríos Una vez que termine sus estudios en Santa Fe podrá pasar directamente a la Escuela de Aviación Militar en Córdoba, donde también podrá aprender sobre mecánica y estará cada vez más cerca en convertirse en piloto de la Fuerza Argentina. Es un camino largo y duro, con sacrificios que a más de uno podrían resultar inimaginables. Pero cuando la vocación se presenta de manera tan firme, cuando el compromiso para lograr un objetivo es tan firme y cuando tu entorno entiende y te acompaña en el esfuerzo, es entonces cuando no queda otra que hacer realidad los sueños. Y en eso está Gaspar, en cumplir su sueño de vivir en el aire. Aprender a volar en Gualeguaychú En el Aeroclub Gualeguaychú funciona la escuela de vuelo, a la cual se puede ingresar a partir de los 16 años y 9 meses, y desde donde se puede obtener la licencia de piloto privado y de piloto comercial. Al respecto, Carlos Ávalos, presidente de la institución, contó que este año hay una tanda de 15 personas que están listas para obtener su licencia e incluso entre ellas, se encuentra la primera mujer en toda la historia del aeroclub que tendrá la acreditación. Mientras tanto, desde la entidad, siguen gestionando con el Gobierno Municipal los recursos para poder conseguir el 100% de la operatividad del lugar, lo cual entrañará múltiples beneficios para la ciudad desde humanitarios, sociales hasta laborales a través de la escuela de vuelo que supone una carrera más dentro de Gualeguaychú.

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