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  • El impacto psicológico en las niñas de la adultización y la preocupación excesiva por la belleza

    » Infobae

    Fecha: 23/05/2024 02:36

    La obsesión con los estándares de belleza puede ser una manifestación preocupante de presiones sociales y culturales que afectan la salud mental de las niñas La presión que hace obsesionar a las niñas con el cuidado de la piel y los estándares de belleza puede ser una manifestación preocupante de presiones sociales y culturales que afectan su salud mental. En un mundo saturado de imágenes retocadas y estándares inalcanzables de belleza, las niñas pueden sentir una presión abrumadora para cumplir con estos ideales, lo que puede generar sentimientos de inseguridad, baja autoestima y ansiedad. La idea que se ofrece es que cuanto más liso, más terso es más bello. El mandato es abrumador para cualquier persona y se torna ridículo si se piensa en la piel infantil. Aun así, la industria logra ir captando cada vez más sujetos dóciles al mercado que intenten cumplir con ideales inalcanzables. La industria del cuidado de la piel y la belleza muchas veces promueve un canon estético poco realista, que exalta ciertos rasgos físicos y tipos de piel, relegando a otros a la marginación. Esto lleva a que las niñas se sientan insatisfechas con su apariencia y busquen desesperadamente alcanzar un estándar de belleza inalcanzable. Esto no es nuevo, solo que ahora pasa en edades cada vez más tempranas. La industria del cuidado de la piel y la belleza a menudo promueve un canon de belleza poco realista, exacerbando la insatisfacción con la apariencia (Freepik) Es preocupante ver cómo desde muy pequeñas se están promoviendo y normalizando ciertos estereotipos de género que tienen un impacto negativo en la salud mental de las niñas. Recuerdo hace años cuando se popularizó el “spa para niñas” como opción para celebrar los cumpleaños, una idea que ayudó a perpetuar ciertas expectativas de género desde una edad muy temprana: las nenas deben permanecer quietas con rodajas de pepinos en los ojos, a ellas les gusta estar acostadas o con cremas en la cara, en lugar de corriendo o trepando árboles o saltando a la soga. Estos componentes también está relacionado con la sexualización temprana de las niñas. Byung-Chul Han, filósofo surcoreano-alemán, ha escrito extensamente sobre la cultura contemporánea y abordó cómo la obsesión con la belleza tiene efectos negativos en la sociedad, esto significa que en cada individuo. Esta obsesión hacia la apariencia física, convierte a lo “bello” en sinónimo de lo “pulido” “brillante” y “perfecto”. Se pueden ver muchos videos en redes sociales con rutinas de belleza en niñas, a veces acompañadas por adultas y otras solas, donde no solo limpian su piel con diversas cremas y serums sino que se maquillan. La presión para cumplir con estos estándares de belleza ya se está normalizando desde edades muy tempranas, promoviendo estereotipos de género (Freepik) ¿Para qué y por qué las niñas deberían llevar adelante prácticas del mundo de los adultos? El maquillaje es un pacto social entre adultos y muchos productos están contraindicados para pieles infantiles, como lo demuestran diversos estudios. Las niñas, al observar a los adultos (especialmente a las figuras femeninas) usar maquillaje, pueden interpretar que este es una parte esencial de ser adulto y atractivo. Una cosa es jugar a “ser como mamá” ponerse los tacones y pintarse, y otra es el fenómeno de la adultización. La adultización se refiere a la exposición de los niños a experiencias, expectativas y responsabilidades adultas de manera prematura. Esto puede manifestarse en varias áreas, como la forma de vestir, los comportamientos sociales y las expectativas sobre la apariencia física. La internalización de estas normas de belleza junto a la adultización pueden impactar en la autoestima de las niñas y traer otros problemas de salud mental, como ansiedad y depresión y sobreadaptación. Las niñas son expuestas prematuramente a experiencias y expectativas adultas, incluyendo el uso de maquillaje, lo que puede impactar negativamente en su autoestima y salud mental (Imagen Ilustrativa Infobae) Esther Pineda, socióloga venezolana acuñó el concepto violencia estética, en 2012 para referirse a la realización de prácticas, fórmulas y procedimientos estéticos, exigidos por la sociedad, que devienen en consecuencias psicológicas, sociales y físicas que se ejercen especialmente sobre el cuerpo de las mujeres. Si bien la autora no trabajó el concepto en la infancia, podríamos extrapolarlo a esta etapa de la vida. La violencia estética comienza desde la infancia con este tipo de prácticas, que parecen anodinas, pero tienen un trasfondo de exigencia irrealizable. Es machista porque se demanda principalmente a las niñas. La exigencia de estar siempre arregladas y perfectas como sinónimo de la feminidad trae como consecuencia preocupaciones excesivas acerca de la belleza, de pertenecer o no al canon. La belleza heteronormativa exige poseer o intentar conseguir una piel blanca, lisa y tersa y mantenerla así, como si fuera nuestra obligación, la de las mujeres y para toda la vida. De la belleza, entonces, quedan excluidas todas las niñas no-blancas (indígenas, afrodescendientes) y también las que presentan discapacidades, que según el mandato, no son parte de este mundo ilusorio donde la belleza es única y viene solo en un formato. Esta narrativa social expulsa y deja a las niñas atrapadas en encerronas de necesitar al otro, para crecer y desarrollarse, pero ese otro social, no las valida o las maltrata desde esa exigencia del deber ser. Estas normas promueven una preocupación excesiva por la apariencia física a expensas de otros aspectos importantes del desarrollo personal como habilidades y talentos En nuestra cultura la apariencia externa y hegemónica se valoriza excesivamente. Lo bello parece estar asociado a lo simple, sin profundidad ni complejidad, como una selfie perfecta, para ser consumido de manera inmediata y descartada. La belleza se ha convertido en un producto más de rendimiento y capacitación en sociedades hiperexplotadas, asegura Han. La presión para cumplir con estándares de belleza inalcanzables provoca estrés, ansiedad y depresión. La constante exposición a ideales de belleza pulidos y perfectos, especialmente a través de las redes sociales y los medios de comunicación, contribuye a la insatisfacción corporal, la ansiedad y la depresión en las niñas. La comparación con imágenes idealizadas y editadas puede llevar a una autoimagen negativa y a una búsqueda insana de la perfección que provoca trastornos de diferente índole. Estas narrativas llevan implícito el mensaje sobre cómo las niñas deben valorarse y cuidarse a sí mismas, centrándose en la estética y la apariencia en lugar de en otros aspectos importantes de su desarrollo, como sus habilidades, talentos o intereses. Además, puede contribuir a la creación de una cultura que promueve la preocupación excesiva por la apariencia física y la conformidad con los estándares de belleza, lo que puede llevar a problemas de autoestima, ansiedad y dismorfia corporal en el futuro y provoca discriminación y estigma. Es crucial desafiar estas prácticas y promover una cultura de diversidad, autenticidad y autoaceptación para proteger la salud mental y el bienestar de las niñas (Foto: Pixabay) Es crucial cuestionar y desafiar estas prácticas que perpetúan normas de género restrictivas y promueven una visión limitada del valor y la identidad de las niñas. Alentar a las niñas a explorar una variedad de intereses y actividades que fomenten su desarrollo integral y les permitan desarrollar una autoimagen realista basada en sus habilidades, logros y personalidad, debería ser nuestra tarea. Promover una cultura que valore la diversidad, la autenticidad y la autoaceptación es fundamental para proteger la salud mental y el bienestar de las niñas y los niños en el presente y a largo plazo. La salud mental de las niñas es un tema que requiere una respuesta integral y multifacética, que aborde no solo los factores individuales, sino también los sociales y culturales que contribuyen a su bienestar emocional y psicológico. Al adoptar una perspectiva de género en nuestras conversaciones y acciones relacionadas con la salud mental, podemos trabajar hacia un futuro donde todas las niñas puedan crecer y prosperar plenamente, libres de las presiones nocivas. * Sonia Almada: es Lic. en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.

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