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Fecha: 30/12/2025 15:27
Con la llegada del calor y el aumento de la actividad al aire libre, muchas personas empiezan a notar una molestia que suele minimizarse: los calambres musculares. Aparecen de forma repentina, duelen, interrumpen el descanso o el ejercicio y, en la mayoría de los casos, se los atribuye solo al cansancio o a haber tomado poca agua. Sin embargo, los especialistas advierten que no siempre son tan inocentes. El calambre es una contracción involuntaria y dolorosa del músculo, y en verano suele ser la forma que tiene el cuerpo de avisar que algo está desequilibrado, explica el Fernando Corbí, traumatólogo español del Hospital Vithas Valencia 9 de Octubre. El calor como disparador silencioso Durante los meses de altas temperaturas, el organismo pierde grandes cantidades de líquidos y sales minerales a través del sudor. Si esa pérdida no se repone de manera adecuada, se altera el funcionamiento normal del músculo. El sodio, el potasio, el calcio y el magnesio son fundamentales para la contracción y relajación muscular. Cuando estos electrolitos bajan, el músculo entra en cortocircuito y aparece el calambre, señala Corbí. El problema es que este desequilibrio no siempre se percibe de inmediato. Muchas personas siguen entrenando, trabajando o caminando bajo el sol sin notar señales previas claras, hasta que el dolor aparece de golpe. Quiénes tienen más riesgo Aunque cualquiera puede sufrir un calambre, hay grupos particularmente vulnerables: - Personas mayores, porque suelen tener menor sensación de sed y un equilibrio electrolítico más frágil. Además, muchos toman diuréticos u otros medicamentos que favorecen la deshidratación. - Niños, cuyo sistema de regulación de la temperatura aún no está completamente desarrollado. - Deportistas y personas que entrenan al aire libre, sobre todo si lo hacen en horarios de calor intenso. - Trabajadores expuestos al sol, como obreros, repartidores o personal rural. - Personas con enfermedades crónicas, especialmente renales, cardiovasculares, metabólicas o neurológicas. Mucho más que una molestia pasajera Uno de los puntos clave que remarcan los especialistas es que los calambres frecuentes, intensos o que aparecen sin un esfuerzo claro no deberían normalizarse. Cuando los calambres son repetidos, muy dolorosos o se acompañan de debilidad, mareos, náuseas o fatiga, es importante consultar, advierte Corbí. En algunos casos pueden estar vinculados a trastornos metabólicos como diabetes o hipotiroidismo, problemas vasculares, o incluso enfermedades neurológicas. Leé también: Tres consejos para comunicarse con alguien que tiene alzheimer Por eso, el mensaje no es alarmar, sino aprender a escuchar al cuerpo y no tapar la señal solo con estiramientos o suplementos sin control médico. Cómo prevenirlos sin complicarse La prevención empieza mucho antes de que aparezca el dolor: - Hidratarse a lo largo del día, no solo durante el ejercicio. - Reponer electrolitos si hay sudoración intensa, especialmente en jornadas de calor y humedad. - Evitar la actividad física intensa en las horas de mayor temperatura. - Calentar y estirar antes y después del ejercicio. - Usar calzado adecuado, ya que las chanclas o el calzado sin sujeción pueden sobrecargar músculos y favorecer calambres nocturnos. - Cuidar la alimentación, incorporando frutas, verduras y alimentos ricos en minerales. Cuándo consultar sin esperar Si los calambres: - aparecen incluso en reposo, - despiertan por la noche de forma frecuente, - no mejoran con hidratación y descanso, - o se suman otros síntomas generales, la recomendación es clara: no autodiagnosticarse y consultar con un profesional. En verano vemos muchos cuadros que podrían prevenirse con información y una consulta a tiempo, resume Corbí. El calambre no siempre es solo cansancio: muchas veces es un aviso.
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