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» Rafaela Noticias
Fecha: 29/12/2025 11:22
Este domingo 28 de diciembre, en el marco de la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, se celebró en la Catedral San Rafael la misa de clausura del Año Jubilar de la Esperanza en la diócesis de Rafaela. La Eucaristía fue presidida por el obispo diocesano, monseñor Pedro Torres, y concelebrada por doce sacerdotes, ante una multitud de fieles que colmaron el templo. Durante su homilía, el obispo ofreció un mensaje extenso y profundo, atravesado por la espiritualidad navideña, la centralidad de Jesús como esperanza y una invitación concreta a asumir los frutos del Jubileo en la vida cotidiana. Que la Palabra de Dios habite en ustedes Monseñor Torres inició su reflexión retomando el mensaje de la Palabra proclamada: Que la Palabra de Dios habite en ustedes con toda su riqueza, recordó, subrayando que esa Palabra no es solo un texto escrito, sino Jesús mismo, la Palabra hecha carne que quiere habitar en cada corazón. El anuncio que ha resonado a lo largo de todo el tiempo jubilar y sigue resonando es este: Jesús es nuestra esperanza, y la esperanza no defrauda porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu que nos ha sido dado, afirmó. En ese contexto, invitó especialmente, en el tiempo de Navidad, a hacerse como niños, a ser simples, humildes y pequeños para comprender verdaderamente el misterio de la esperanza cristiana. La enseñanza de una niña: Tenemos que llevarnos a Jesús El obispo compartió una escena vivida en la noche de Navidad que marcó profundamente su reflexión. Relató cómo una niña de unos tres años, al acercarse a besar la imagen del Niño Jesús, no solo lo besó, sino que lo abrazó con ternura, apoyando su rostro sobre el del Niño, y luego pidió llevárselo. Y la mamá y yo le decíamos que no, que no se lo podía llevar. Pero la nena tenía razón, reflexionó. La nena tenía razón: tenemos que llevarnos a Jesús, no dejarlo. Sumó a ese relato una charla posterior con un hombre mayor que le dijo haber comprendido que Jesús debía nacer en su corazón. Ambas experiencias, aseguró, lo dejaron rezando y confirmando el mismo mensaje. José, el hombre que tomó al Niño y a su madre A partir del Evangelio del día, monseñor Torres puso el foco en la figura de San José, quien recibe una y otra vez el mandato del ángel: levántate, toma al niño y a su madre. Explicó que el Evangelio utiliza un verbo griego muy fuerte, que significa levantarse, despertarse, ponerse de pie, incluso resucitar. José nunca perdió el sueño, pero en sueños Dios le mostró su proyecto, señaló, destacando la obediencia silenciosa y fiel del esposo de María. También remarcó la importancia del habitar, del permanecer, de hacer casa, algo profundamente actual en una sociedad donde muchas veces hay contacto, pero no verdadera presencia. La casa de Nazaret y la casa de Juan son el primer ámbito donde aprendemos el Evangelio como unidad de vida y de amor, afirmó, reconociendo también las fatigas y los límites que se superan por la pertenencia y el amor. Los seis frutos del Jubileo de la Esperanza Al llegar al final del Año Jubilar, el obispo invitó a los fieles a llevarse seis frutos concretos. 1. La esperanza Una esperanza contemplada durante todo el año en signos, cantos y gestos: como ancla que sostiene en la tormenta, como cruz que es la única esperanza, como ternura, especialmente la ternura de los niños. Recordó que la ternura es el alma de la esperanza. 2. La certeza de que somos peregrinos y caminamos juntos Inspirado en el magisterio del Papa Francisco, subrayó que nadie se salva solo. La familia y la comunidad no son solo datos culturales, sino lugares elegidos y amados por Dios. Llamó a aprender nuevos modos de vincularnos, cuidarnos y relacionarnos, también en un mundo digital y frente al cuidado de la creación y del otro. 3. El compromiso misionero Invitó a ser una diócesis en misión, con bautizados sembradores de esperanza, que eucaristicen la vida desde el agradecimiento, la alabanza y la entrega. El tiempo jubilar no se cierra, se abre a la misión, afirmó. 4. La paz, una paz desarmante Retomando palabras del Papa, pidió envainar las espadas, no solo las físicas, sino también las verbales, mentales e ideológicas: la crítica, el chisme, el prejuicio, la desconfianza. Cuántas espadas de la lengua que hay que envainar, expresó con fuerza. 5. Llevarnos a Jesús pobre, entre los pobres Recordó que la bondad es desarmante y que Dios se hizo niño, sin defensas. Subrayó que todos somos frágiles y que esa fragilidad puede volvernos más lúcidos sobre lo que da vida y lo que provoca muerte. 6. Dejarnos ayudar Finalmente, destacó un fruto central del Jubileo: reconocer la propia limitación y aceptar la ayuda del otro, como Jesús se dejó cuidar por María y José. Citando las Escrituras, recordó que el hermano ayudado por su hermano es como una ciudad fortificada. Un camino que continúa Hacia el cierre, monseñor Torres agradeció a María, que peregrinó por cada rincón de la diócesis, catequistas, ministros, misioneros y a todo el pueblo de Dios que sostuvo este tiempo jubilar con oración y compromiso. Dios nos vuelve a decir: yo soy tu esperanza y la esperanza no defrauda, expresó, encomendando el camino que comienza a la Virgen de Guadalupe y a San José, para seguir avanzando en alegría, fraternidad, misión y sinodalidad. El mensaje final fue claro y contundente: anunciar a Jesús, la Palabra hecha carne, el único que tiene vida eterna.
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