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» Redaccion Rosario
Fecha: 29/12/2025 11:20
El sentido común es el lugar de disputa en el que se juega el futuro de nuestra sociedad. El oficio comunicacional, desde la prensa impresa hasta la televisión y las redes, no está fuera de esa cancha. Desde su surgimiento, el periodismo ha sido una profesión que construÃa realidad. No somos ingenuos: sabemos claramente que respondÃa a intereses determinados, económicos, polÃticos, sectoriales, etcétera. Desde la creación de la imprenta de Gutemberg, proliferaron diarios, boletines, panfletos, revistas, que tenÃan por objetivo darle un sentido al mundo. Las grandes disputas ideológicas tenÃan como escenario los renglones de las diferentes publicaciones que, haciendo gala de una narrativa propia y de una ideologÃa determinada, buscaban disputar el imaginario social. Las contiendas polÃticas en los últimos 500 años no sólo dividieron a las sociedades en opiniones antagónicas, sino que produjeron guerras civiles e incluso entre paÃses; asesinatos, persecuciones, tiranÃas, revoluciones. Las tensiones generadas en la modernidad por la toma del poder entre los diferentes sectores en pugna derivó en la instauración del Estado, que, como soberano, debÃa brindar garantÃas a todos los ciudadanos, quedándose con el monopolio de la fuerza fÃsica. Lo que antes era una disputa entre sectores por el control territorial, se convirtió en una disputa por dominar el Estado, aunque no siempre los métodos fueron los más pacÃficos. La democracia se fue construyendo sobre algunas bases insoslayables. Un sistema jurÃdico que asentó sus pilares en el respeto a las libertades individuales debÃa poner lÃmites a abusos de poder, garantizar la propiedad privada, establecer las normas, y hacerlas cumplir, sancionando y otorgando penas a quienes las transgredieran. Esta democracia individualista fue encontrando sus primeros escollos en las injusticias sociales producto de que los sectores más desfavorecidos no participaron del diseño del sistema jurÃdico. Grandes sectores de la sociedad comenzaron a comprender dos cuestiones esenciales de este sistema: primero, que las leyes tenÃan interpretaciones que nunca los iban a favorecer, y segundo, que la única manera de tener derechos en el trabajo, en el barrio, en los diferentes lugares en los que desenvolvÃan sus vidas era luchar por ellos, y la manera más efectiva de conseguir sus objetivos era sumar a muchas más personas a la lucha. La tensión de origen El surgimiento de los diarios, del periodismo en general nace en esa tensión inicial entre los diarios conservadores que buscaban naturalizar la desigualdad social, y los periódicos, panfletos y boletines de quienes buscaban transformar a la sociedad o a algunos aspectos que consideraban injustos. El periodismo nació en tensión, entre dos mundos, el de los ricos que fundaban diarios para afianzar su cosmovisión, y el de los diferentes sectores sociales desfavorecidos que luchaban por condiciones dignas de existencia. Esas dos formas de periodismo convivieron a lo largo de la historia. La visión conservadora que naturaliza, la transformadora con una mirada crÃtica. El primer periódico de nuestro paÃs fue fundado por Manuel Belgrano, El Telégrafo Mercantil, de 1801. En 1810, Mariano Moreno fundaba la Gazeta de Buenos Aires, con el objetivo de difundir las polÃticas del primer gobierno patrio. Sobre fines del siglo XIX, se fundaron en pleno auge de la generación del 80, el diario La Nación y La Prensa, en un claro avance de las elites oligárquicas por imponer un modo de vida europeo, con una ideologÃa liberal en lo económico y conservadora en lo polÃtico. La respuesta llegarÃa un par de décadas después: con el surgimiento de la Federación Obrera De la República Argentina, aparece La Protesta, también aparece El Obrero, y luego El Obrero Panadero. Estas publicaciones denunciaban los atropellos de las patronales hacia los trabajadores y trabajadoras, y tejÃan una narrativa que dejaba entrever la necesidad de una revolución para transformar las bases de la sociedad. A comienzos del siglo XX, en Europa y EEUU, las tensiones sociales producto de la demanda social de mayor equidad en lo económico, pero también en el acceso a la justicia, en condiciones laborales acordes a los avances que produjo la industria, en la exigencia de los movimientos de mujeres por el voto femenino, colocaron a la prensa en un lugar de disputa por el sentido. Los periódicos eran el lugar en el que esos debates se hacÃan visibles a una sociedad que, a pesar de tener altos Ãndices de analfabetismo en sus sectores populares, empezaba a poner en dudas los principios individualistas que planteaba el liberalismo. El principio del siglo está marcado por los debates acerca de la sociedad en su versión comunitaria. El periodismo busca definir una impronta propia, que no lo haga dependiente de los poderes económicos y polÃticos. Los periódicos conservadores, haciendo gala de positivismo y basados en el lenguaje objetivista, justifican la desigualdad social, promueven el elitismo cultural, y condenan cualquier intento de organización de las masas populares. Les temen. La prensa militante tiene una impronta más subjetiva, plantea sus objetivos abiertamente, denuncia a los gritos con un lenguaje irreverente, contestatario. Ante la necesidad de establecer ciertos parámetros para la labor profesional del periodista, se establecen una serie de principios y preceptos que acuerdan, en algunos casos de modo bastante capcioso, los diferentes actores involucrados. Se reconoce de este modo que el periodismo tiene una función social formadora de opinión y educativa. El rigor y la veracidad de los hechos, el apego a la verdad, con la verificación de la información que se publica. La independencia editorial, para evitar presiones de sectores polÃticos y económicos. La pauta oficial ha sido una herramienta permanente de presión. El compromiso ético de la responsabilidad, de asumir las consecuencias de lo que provocan los artÃculos, y de proteger a las fuentes de las que proviene nuestra información. A su vez, el sentido del periodismo como servicio público que permite generar poder en la población, evitando responder a intereses particulares. El siglo XX transcurrió no sin tensiones, pero hubo cierto consenso acerca de la idea de comunidad. Luego de la posguerra, los derechos sociales, polÃticos y económicos, producto del keynesianismo, del crecimiento industrial y sobre todo de dar lugar a una sociedad en la que la población pudiese planificar su vida, fueron garantizados en mayor o menor medida, más en los paÃses centrales y un poco menos en las otrora colonias. El ascenso social era un objetivo realizable, no sólo desde el punto de vista económico, sino también institucional, social y cultural. La mejora en las condiciones de vida de los sectores postergados, permitÃa augurar un crecimiento sostenido. En este contexto, la prensa fue el escenario en el que se discutÃa, planificaba, debatÃa la coyuntura, la producción y el rol del Estado. El surgimiento de los medios como el cine primero, luego la radio y por último la televisión, provocaron un cambio en la lógica de la prensa escrita. En nuestro paÃs, la proscripción del peronismo, las sucesivas dictaduras, con leves interregnos democráticos, se encargaron de censurar cualquier opinión que nombrara al peronismo o a su mayor referente. Aún asÃ, en los perÃodos cortos de avances democráticos, se podÃan vislumbrar las bondades de una sociedad que tenÃa como objetivo el crecimiento, que se ve muy claro en la distribución de la riqueza a mediados de los años 70 con el 50 por ciento de las ganancias en manos de los trabajadores. La aparición de otros medios de comunicación no quitó su lugar a la prensa escrita hasta pasado el año 2000. Con el ejercicio del periodismo toda vez que no sufrió persecución, que proliferaron diferentes publicaciones de distintos tintes ideológicos, con diferentes corrientes de opinión tuvimos democracias de mayor amplitud. Un oficio condicionado Con la llegada del neoliberalismo en los paÃses centrales, de la mano de la democracia, y en los paÃses periféricos con gobiernos autoritarios o súbditos de las grandes potencias, el ejercicio de la profesión de periodista comenzó a ser condicionado en muchos novedosos aspectos. Por un lado, la concentración de medios de comunicación y el desplazamiento de la concepción de comunicación como derecho hacia la visión de los medios como negocios. La transformación de los medios en agentes publicitarios puestos al servicio del mejor postor en una primera etapa, para luego pasar a ser órganos de prensa de los conglomerados de negocios de grandes corporaciones. Esta concepción también habilita a considerar al estado como proveedor. La pauta publicitaria bajo condiciones, como por ejemplo no tocar determinado tema, es un arma de doble filo que no responde al objetivo de democratizar la información sino de condicionar la libertad de expresión. Por otro lado, la televisión, que fue el primer medio que se adaptó a la cuestión comercial, fue el lugar en el que el modelo se apropió del periodismo, convirtiendo en showman a los periodistas. La figura del especialista es inventada con fines claros: funcionar como sustento de la tecnocracia polÃtica, justificando la gestión y la productividad por encima del apego a la verdad y la ética social. El descrédito del Estado de bienestar estuvo en manos de conductores de programas que se decÃan periodistas, que cobraban sueldos jugosos a cambio de construir sentido común respecto a la importancia de la rentabilidad y asociando el crecimiento a la suba de ganancias en las empresas. La teorÃa del derrame aún hoy tiene defensores. Periodismo para transformar la realidad En los últimos 20 años, con el surgimiento de las tecnologÃas digitales, aparece un nuevo formato de pseudo periodistas berretas. Los streamers, los youtubers, los influencers, necesitan cada vez menos estar formados en el oficio o académicamente. Generalmente, repiten los argumentos más simples, y construyen consensos por el sólo hecho de tener miles o millones de seguidores. La credibilidad está en la cantidad. La digitalización de la vida de las personas facilitó los mecanismos para la circulación de mentiras. La cuantificación de la credibilidad en base a los seguidores y a la aparición de una noticia en diversas plataformas permite la circulación de información que lejos de empoderar a la ciudadanÃa, la confunde y la debilita. El desplazamiento del ciudadano consciente de sus derechos al consumidor de bienes y servicios está garantizado por el celular que nos devuelve la imagen exacta de nuestros deseos garabateados por el algoritmo. La complejización de la sociedad de la mano de la simplificación de la noticia (la información en diarios digitales se resume en tres párrafos) provoca un descalabro en la percepción de la realidad. El rol del periodista en estos tiempos es nuevamente puesto en cuestión. Estamos ante una contradicción: o seguimos la corriente del nuevo orden mundial, nos adaptamos a los tiempos que corren y nos dedicamos a hacer publicidad empresarial a cambio de buenos salarios, o seguimos pensando que la democracia es un régimen que puede ser perfeccionado, y que el periodismo tiene mucho para aportar. O tenemos la visión del éxito personal, o construimos comunidad, colectivamente, a pesar de endeudarnos, porque tenemos la convicción profunda que la labor que elegimos tiene un fuerte componente ético, de amor al prójimo, y de militancia. En este medio ya elegimos. Creemos que el periodismo debe controlar la actividad polÃtica, debe denunciar la corrupción de las grandes empresas, y tiene una función social de deconstruir los mitos generados permanentemente por las usinas de ideas acerca de las bondades del mercado y de lo peligrosos que son los colectivos cuando se organizan. Creemos en consolidar la construcción de la comunidad en base al derecho a la información veraz y relevante para la construcción de una democracia participativa y plural, en el que cada uno/a pueda realizase en su singularidad y colectivamente. Asumimos el compromiso con la construcción de la memoria histórica, muchas veces a contramano de lo que publican los medios oficiales. Nos consideramos parte de los diferentes movimientos que atraviesan nuestra historia, el movimiento obrero, el movimiento nacional y popular, el feminismo, y el glorioso movimiento de Derechos Humanos. No estamos afuera, no somos objetivos, la subjetividad nos hace tomar partido, y no tenemos nada que esconder. Construimos un periodismo que está inserto en los tejidos más Ãntimos de nuestro pueblo, y ese es nuestro mayor orgullo. Publicado en el semanario El Eslabón del 27/12/25
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