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  • No siempre fue así

    » El Litoral

    Fecha: 29/12/2025 08:53

    Y decirlo no es un recurso retórico ni un gesto nostálgico: es una obligación cívica. Porque cuando los cambios empiezan a sentirse en la vida cotidiana, el riesgo más grande es naturalizarlos. Olvidar de dónde venimos. Creer que lo que hoy parece orden, decisión o presencia del Estado fue siempre parte del paisaje, no lo fue. Durante años, Santa Fe convivió con la resignación. Con la idea de que ciertos problemas eran estructurales, inevitables, imposibles de abordar. La inseguridad, el deterioro de lo público, la parálisis de obras estratégicas, un Estado muchas veces ausente o desbordado. Desde diciembre de 2023, ese clima empezó a cambiar. Y no por inercia, sino por decisión política. La gestión encabezada por Maximiliano Pullaro asumió con una premisa clara: gobernar no es administrar la decadencia, sino enfrentarla. Y hacerlo implica asumir costos, romper inercias y discutir privilegios que durante demasiado tiempo parecieron intocables. Uno de los ejes más visibles -y más sensibles- fue la política de seguridad. Mirá tambiénTransformaciones y desafíos de los primeros dos años de PullaroNo siempre fue así: hubo momentos en los que el Estado parecía correr detrás de los hechos, cuando no directamente ausentarse de los territorios más golpeados por el delito y el crimen organizado. La actual gestión decidió recuperar la iniciativa. Reordenar el sistema penitenciario, fortalecer a las fuerzas de seguridad, coordinar con la Justicia y enviar un mensaje inequívoco: en Santa Fe, la ley vuelve a ser la que manda. Ese giro no fue mágico ni inmediato, pero sí concreto. Y sobre todo, deliberado. Porque la seguridad dejó de ser un eslogan para convertirse en una política pública sostenida, con planificación, recursos y conducción política. Tampoco siempre fue así en educación. Durante años, la discusión estuvo atrapada en la lógica del conflicto permanente, donde los estudiantes quedaban relegados y las familias naturalizaban la interrupción del ciclo lectivo. La decisión de garantizar días efectivos de clase, sostener el diálogo sin ceder a la extorsión y poner a los chicos en el centro del sistema marcó otro quiebre. Gobernar también es animarse a decir que hay derechos que no se negocian. La misma lógica atraviesa la administración del Estado en su conjunto. Desde que asumió esta gestión se impulsó una agenda de orden, transparencia y modernización que buscó devolverle al Estado provincial capacidad de acción. No siempre fue así: hubo tiempos en los que la burocracia, la desidia o el miedo a decidir paralizaban cualquier intento de transformación. Hoy, la gestión plantea un Estado que planifica, que ejecuta y que se hace cargo. Las obras públicas son una muestra clara de ese cambio de época. Mirá tambiénRespecto a la instalación del radar en la Ruta Nacional 168Rutas, infraestructura estratégica, recuperación de edificios públicos y proyectos largamente postergados volvieron a ponerse en marcha. Pero, sobre todo, volvió la idea de que la obra pública no es un gasto superfluo, sino una inversión en desarrollo, integración y equidad territorial. En materia de salud, el giro también es evidente. No siempre fue así: hubo hospitales desbordados, falta de insumos, profesionales agotados y una sensación de abandono que se repetía en distintos puntos de la provincia. La actual gestión apostó a fortalecer el sistema público de salud, invirtiendo en infraestructura hospitalaria, equipamiento, mejoras edilicias y condiciones de trabajo para el personal sanitario. La salud volvió a pensarse como una política estratégica, no como una urgencia permanente a apagar. Este proceso no está terminado. Y no debe presentarse como un relato de épica cerrada, sino como un camino en construcción. Pensar el 2026 implica profundizar lo iniciado: consolidar la baja de la violencia, avanzar en innovación y digitalización del Estado, fortalecer la red de salud pública, y sostener un modelo de gestión que no se conforme con administrar lo posible, sino que se anime a ampliar los márgenes de lo posible. Pero para que eso ocurra, hay una condición indispensable: no olvidar. No naturalizar. No creer que siempre fue así. Porque cuando la memoria se diluye, también se debilita la voluntad de defender lo construido. La política, cuando es auténtica, no consiste solo en prometer futuros, sino en hacerse cargo del pasado reciente. Y reconocer que los cambios que hoy empiezan a sentirse son fruto de decisiones concretas, tomadas en un contexto difícil, con coraje y convicción. Nada de esto estaba garantizado. Nada de esto era inevitable. Por eso vale la pena repetirlo, una y otra vez: no siempre fue así.

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