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  • Del martirio a la burla: el origen del Día de los Inocentes

    Concepcion del Uruguay » La Calle

    Fecha: 28/12/2025 23:13

    La celebración del Día de los Inocentes condensa una de las transformaciones culturales más singulares de Occidente: un episodio bíblico marcado por la tragedia que, con el paso de los siglos, derivó en una jornada asociada al juego, la sátira y la broma colectiva. Aunque el tiempo suavizó su contenido original, las prácticas actuales conservan un rasgo esencial: la burla al poder y el engaño al desprevenido, elementos que siguen definiendo el espíritu de la fecha. Cada 28 de diciembre se recuerda el Día de los Inocentes, una conmemoración que combina un hecho sombrío del relato cristiano con tradiciones lúdicas que invitan a la picardía y al humor. Su origen se encuentra en el Evangelio de San Mateo, donde se narra la matanza de niños menores de dos años en Belén, ordenada por el rey Herodes el Grande ante el temor de perder su trono tras el anuncio del nacimiento del llamado Rey de los Judíos. Para la tradición cristiana, estos niños son considerados los primeros mártires del cristianismo, ya que murieron en lugar de Jesús. La Iglesia instituyó formalmente esta conmemoración en el siglo IV con el objetivo de honrar la memoria de las víctimas de aquel acto de crueldad. Sin embargo, el carácter de la celebración comenzó a modificarse durante la Edad Media. La influencia de las Saturnales romanas fiestas paganas de diciembre caracterizadas por la inversión de roles sociales, la permisividad y el desorden festivo se filtró progresivamente en el calendario cristiano. Este proceso de resignificación se consolidó con la llamada Fiesta de los Locos (Festum Fatuorum), una celebración dentro del ámbito eclesiástico en la que clérigos de menor rango asumían simbólicamente el papel de autoridades, parodiaban rituales y protagonizaban conductas transgresoras incluso dentro de los templos. Aquella licencia temporal para la burla y la inversión del orden establecido marcó el camino hacia el tono jocoso que hoy identifica al 28 de diciembre. Con el correr del tiempo, la fecha adquirió expresiones populares muy diversas según la región. En España, por ejemplo, el Día de los Inocentes se vive en algunos pueblos como un verdadero festival. En Ibi, Alicante, se celebra la tradicional Fiesta de los Enharinados, una singular batalla campal a base de harina, huevos y petardos que recrea, en clave humorística, un golpe de Estado ficticio. La jornada se convierte así en una sátira del poder y de la autoridad, donde el caos y la risa dominan la escena. En América Latina, el espíritu carnavalesco también se mantiene vivo. En los estados andinos de Venezuela se celebra la fiesta de Los Locos y Locainas, una colorida manifestación popular en la que personas disfrazadas con máscaras y trajes llamativos recorren las calles bailando, haciendo bromas y pidiendo limosna. Estas expresiones conservan el pulso irreverente de una tradición que, durante siglos, la Iglesia intentó encauzar y regular, pero que nunca perdió su esencia festiva. Así, el Día de los Inocentes continúa siendo una fecha atravesada por contrastes: memoria y burla, tragedia y risa, solemnidad y juego. Una jornada en la que la historia, la religión y la cultura popular se entrelazan para recordarnos que incluso los relatos más oscuros pueden transformarse, con el tiempo, en espacios de crítica, humor y celebración colectiva.

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