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» La voz
Fecha: 28/12/2025 16:01
Panorama provincial. La crisis del cuarto de siglo: el PJ cordobés busca nueva identidad Llaryora oscila entre la persecución libertaria a naranjitas y limpiavidrios y la reacción al discurso antivacunas. Frenética búsqueda de un nuevo discurso para el viejo cordobesismo. Si la constatación histórica de las derrotas bélicas más trascendentes es el hecho de que el pueblo vencido adopta la lengua del vencedor, en democracia la prueba más elocuente de una derrota electoral es la adopción de la agenda y las ideas del adversario. Es lo que le ocurre al gobierno de Martín Llaryora en varios frentes: lo insinuó días después de las elecciones con un anuncio de reducción del número de agencias, que ahora se extiende a nuevos anuncios de fusión de ministerios: Desarrollo Humano será absorbido por Salud, y Ambiente será absorbido por Educación, del mismo modo que días atrás se fusionaron Producción y Bioagroindustria. La veta mileísta también quedó expuesta en la promocionada rebaja histórica de impuestos que aún debe acreditarse en los cedulones y ahora lo certifica con la decisión de prohibir tanto las actividades de cuidacoches que no estén habilitados por los municipios como la presencia de limpiavidrios en las esquinas. Fue la oposición la que instaló el tema de la liberación del espacio público de presencias indeseadas, como si ese fuera el gran problema de la seguridad pública. El peronismo lo acató obedeciendo a las encuestas: primero fue el intendente Daniel Passerini, con el desalojo de los naranjitas del Parque Sarmiento, y desde hace semanas el ministro más alineado a las directivas libertarias en su área, Juan Pablo Quinteros, se dedica a la persecución de cuidacoches y ahora impulsa el cambio legal que castiga esas tareas, montado en el mandato del momento: presumir intención delictiva en cada persona que pida dinero a un automovilista y alejar de la vista ciudadana la marginalidad abrumadora y creciente en las calles. De hecho, en puntos neurálgicos de la Capital provincial es cada vez más frecuente ver a familias enteras, con bebés incluidos, parados o sentados en el cordón que divide los carriles de una avenida para mendigar -aun a riesgo de su propia vid- una ayuda que el Estado parece no poder dar. Hasta ahora no se conoce qué políticas se implementarán para evitar que los miles que transitan la borrosa frontera entre lo legal y lo ilegal cuidando autos terminen decididamente del lado del delito. ¿Dónde y cómo conseguirán esos ingresos quienes ya no puedan asediar a automovilistas? ¿Cuántas veces los van a detener para que sean liberados horas después? ¿O terminarán de colapsar las cárceles con limpiavidrios y dejarán a los motochorros en las calles? Perder el discurso En la hiperactividad que Llaryora imprimió al primer mes de la segunda mitad de su mandato como gobernador subyace una intensa búsqueda de identidad del peronismo cordobés. El Panal actúa como si hubiese asumido con el resultado electoral el agotamiento del discurso que mantuvo desde 2008, cuando la crisis que el kirchnerismo generó con el campo obligó a José Manuel de la Sota y a Juan Schiaretti a romper con el peronismo nacional y a probar diferentes variantes: peronismo racional, peronismo republicano y cordobesismo, entre otras. Ahora, por momentos parece acercarse a la variante del mileísmo racional. No hay novedad. Hoy como ayer, lo que hace el peronismo es intentar parecerse a lo que el electorado cordobés vota a nivel nacional, con el objetivo de conservar el poder provincial: claro que era mucho más fácil para el Panal hacerlo cuando bastaba con oponerse al kirchnerismo. Esa reacción parecía más genuina que la imitación de aquello que hasta hace muy poco rechazaba en Milei. Llaryora necesita reconciliarse con el electorado cordobés, fastidiado como nunca antes con el peronismo por la oposición a Milei en las últimas elecciones. La principal derrota de Provincias Unidas no está en el número de bancas que obtuvo; está en la inviabilidad de su discurso político. Lo sufren especialmente Llaryora y el santafesino Maximiliano Pullaro, principales impulsores de la cruzada de los gobernadores del centro. También es un imperativo para el Panal generar un candidato a intendente de la ciudad de Córdoba: primero puso en pista desde el Ejecutivo a Miguel Siciliano, con la creación de un ministerio para la reconstrucción política, y ahora impulsa a Juan Pablo Quinteros con la agenda libertaria antinaranjitas. En simultáneo, eligió el Ministerio de Salud para la reivindicación de la racionalidad: dada la caída en picada de los niveles de vacunación y la reaparición de enfermedades prevenibles, también se modificará el Código de Convivencia para establecer sanciones a padres de menores de 18 años que no cumplan con el cronograma de vacunación. A efectos de no importunar a los libertarios antivacunas, el Panal aclaró que no se trata de una medida de fundamento ideológico sino legal: la ley establece que las vacunas son obligatorias. Los diputados llaryoristas también rechazaron la ley de inocencia fiscal, que relaja controles estatales contra la evasión tributaria. No todo se resuelve por el lado del alineamiento con la Casa Rosada: Córdoba necesita seguir cobrando impuestos para no integrar el pelotón de las provincias que pagan los sueldos gracias a los ATN que reparte Milei. Cambio contrarreloj Llaryora demostró muchas veces a lo largo de su intenso trajín por el poder que incrementa su astucia en los momentos críticos. En la semana posterior al 26 de octubre, asumió que estaba ante su gran desafío: la supervivencia del proyecto de poder que es el peronismo cordobés. Desde entonces, multiplica estrategias a un ritmo frenético, que supera de manera permanente a la oposición: los guiños libertarios son apenas una parte del arsenal que desplegó el Panal. Esta semana terminó de quedar expuesta la magnitud del avance del llaryorismo en la Justicia. Con paciencia y sin pausa, en dos años tomó el control del Ministerio Público Fiscal fabricándose una mayoría para dominar la destructiva interna entre los fiscales adjuntos Héctor David y José Gómez Demmel; designó a cada uno de los integrantes de la ampulosa estructura del Ministerio Público de la Defensa; creó una estructura todavía más jerarquizada para la Procuración Penitenciaria y designó a sus vitalicios ocupantes; ubicó a Jessica Valentini en el Tribunal Superior de Justicia, y logró respaldos clave en el máximo organismo judicial. Además, concretó sobre el cierre del año las designaciones en la anunciada ampliación del número de fiscalías de Capital, luego de completar los nombramientos en la estructura Antinarcotráfico. El inesperado cambio en la Jefatura de Policía cerró la semana casi febril en el Panal. Pasaron dos meses vertiginosos desde el 26 de octubre, pese a que tras el triunfo mileísta es cada vez más confuso el modo en que se articulará la oposición en Córdoba. Fue el oficialismo el que impulsó el vértigo, y promete más para este año al que todavía le quedan cuatro días y una sesión de la Unicameral.
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