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» Cronista.com
Fecha: 28/12/2025 11:23
La logística del e-commerce atravesó en la última década una transformación profunda. El crecimiento acelerado de las compras en línea durante la pandemia marcó un punto de inflexión, pero la tendencia no se detuvo cuando aquel pico se moderó. Siguió una pendiente sostenida que consolidó hábitos, elevó expectativas y obligó a las marcas a tratar al e-commerce como un componente estructural de su negocio. Ese cambio modificó la forma en que las empresas gestionan sus operaciones y redefinió qué se considera un buen servicio. En este contexto, creo que tres decisiones serán impostergables para cualquier marca que quiera competir: trabajar con stock unificado, construir una omnicanalidad real y ofrecer transparencia total en cada etapa del proceso. Son tendencias que ya vemos en la práctica y que muestran un impacto directo en la eficiencia, la experiencia del usuario y el margen de las compañías. Durante años, el e-commerce convivió con los locales físicos como si fueran mundos separados. Muchas marcas administraron inventarios distintos, equipos distintos y hasta métricas distintas. Esa etapa quedó atrás. Hoy, la logística y la presión sobre los costos exige integrar todos los recursos disponibles. Dejar de hablar del stock del e-commerce o del stock de la tienda es un paso indispensable para reducir costos y errores. Cuando una compañía logra un inventario unificado, optimiza su capacidad instalada y mejora la velocidad de respuesta. Incluso disminuye la cantidad de veces que la mercadería se manipula, lo que reduce fallas y acelera los tiempos. En nuestra experiencia, acompañamos a marcas que ya preparan parte de sus pedidos desde locales, utilizan centros de distribución para abastecer puntos de retiro en 24 horas y permiten que todos sus canales se retroalimenten entre sí. Ese cambio no se produce de un día para otro. Requiere tecnología, estandarización y una decisión clara de pensar la logística como un sistema, no como silos independientes. Pero cuando se da, genera un círculo virtuoso: más flexibilidad, mejores tiempos, menos costos operativos y una utilización mucho más inteligente del inventario. La segunda tendencia es la omnicanalidad. Durante mucho tiempo, el e-commerce se interpretó como un local más, a veces incluso como el principal. Hoy es parte del corazón de la empresa y su función es potenciar al resto de los canales. La omnicanalidad no trata solo de vender en varios lugares, sino de garantizar que el consumidor reciba la misma experiencia sin importar dónde interactúe con la marca. En logística, ese principio se vuelve tangible cuando todos los puntos locales, depósitos, showrooms y plataformas trabajan coordinados. Cuando un pedido se prepara en un centro de distribución pero se retira en un local de otra ciudad en 24 horas. Cuando un local puede preparar parte de los pedidos porque el stock está integrado. Cuando la operación fluye sin fricciones porque todos los sistemas conversan. Es un cambio que exige disciplina, inversión y una mentalidad de largo plazo, pero es también una fuente de eficiencia. Me interesa especialmente ver, en los próximos años, casos que midan con precisión cómo la omnicanalidad impacta en el margen. Intuyo que ese impacto será significativo. La tercera tendencia es la transparencia, una palabra que parece simple pero que transforma la relación con los consumidores. Durante la pandemia, entregar en 72 horas era habitual. Hoy, ese estándar quedó viejo. El usuario quiere precisión, información y opciones. No necesariamente exige la entrega más rápida; exige saber exactamente en qué estado está su paquete, elegir cuándo recibirlo y sentir que controla su tiempo. En Shipnow vemos que una parte importante de los compradores elige la entrega en el día aunque cueste más, mientras que otro porcentaje prefiere programar para el momento que le resulta más conveniente. Esa diversidad de preferencias obliga a pensar la logística desde la flexibilidad, no desde un único modelo. La transparencia también cambia la operación interna. Cuando un consumidor puede ver todo el estado del envío, el rango horario, el nombre del chofer, la patente del vehículo y el seguimiento en tiempo real la empresa se ordena. La trazabilidad visible actúa como auditoría natural y obliga a mantener procesos limpios, consistentes y eficientes. Ese espíritu de cocina abierta mejora la experiencia del usuario, pero también mejora la operación. La tecnología es la condición habilitante de estas tendencias. Desde el primer año invertimos de manera intensiva en desarrollo y lo seguimos haciendo. En un sector donde los recursos y los tiempos son acotados, la inteligencia artificial permite validar direcciones con mayor precisión, optimizar la asignación de recursos y mejorar la atención tanto a compradores como a vendedores. Su adopción todavía es parcial en muchas empresas, pero en los próximos dos o tres años será decisiva para escalar. La clave está en no perder la humanización lograda con clientes y marcas. La tecnología tiene que potenciar la experiencia, no reemplazarla. Todo esto sucede mientras las industrias avanzan con matices propios. La moda enfrenta complejidades por la variedad de productos; la cosmética, por los ciclos de reposición y los vencimientos. Pero todas comparten un objetivo: conocer mejor al consumidor, retenerlo, cuidarlo y construir una experiencia consistente. Mirando hacia adelante, estoy convencido de que el camino es claro. La logística del e-commerce será cada vez más integrada, más flexible y más visible. El stock unificado permitirá utilizar mejor los recursos. La omnicanalidad ordenará la experiencia del usuario. La transparencia fortalecerá la confianza. Y la tecnología dará escala a todo este sistema. Las marcas que adopten estas decisiones no solo responderán a la demanda actual. Ganarán competitividad en un mercado donde la precisión, la claridad y la coherencia serán la base de cualquier estrategia sostenible. Porque, en logística, el futuro siempre empieza por la capacidad de adaptarse antes que el resto.
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