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Fecha: 28/12/2025 07:02
Es una de las mansiones más caras del mundo. La cotización actual es de 750 millones de dólares, la segunda más cara del planeta detrás de Antilia en Mumbai, propiedad del hombre más rico de la India. La Leopolda resalta en la Costa Azul. Enfrenta al Mediterráneo con su fastuosidad y sus jardines repletos de naranjos, cedros, olivos, limoneros y otras 1400 especies. Su historia incluye un rey sanguinario y su amante, hijos no reconocido, desalojos, soldados heridos en la Gran Guerra, un arquitecto obsesionado por lo grandioso, los Agnelli, uno de los banqueros de mayor fortuna, una viuda misteriosa, celebridades, fiestas fastuosas y la seña perdida más abultada de la historia. Villa Leopolda o La Leopolda tiene 11 habitaciones, 14 baños, decenas de hectáreas con los jardines más hermosos de Europa, una piscina imponente (y varias más cercanas a ella), varias casas para invitados, helipuerto y un búnker para protegerse en caso de ataque o peligro inminente. En las décadas del cuarenta y del cincuenta, la mansión sirvió como set de varias películas, la más célebres quizá sean Las Zapatillas Rojas y Para Atrapar al Ladrón de Alfred Hitchcock. En ocasión de ese rodaje fue que Raniero conoció a Grace Kelly. Por allí pasaron reyes, príncipes, presidentes, grandes cantantes, magnates, actrices. Pasaron veranos en sus habitaciones y jardines Rainiero, Frank Sinatra y Ronald Reagan, entre otros. Leé también: Así es la lujosa mansión por la que Lady Gaga pagó más de 20 millones de euros El rey Leopoldo II de Bélgica decidió hacerle un regalo inolvidable a su amante. Caroline Delacroix era una mujer joven, bella y misteriosa que enloquecía, entre otros, al monarca. Él en Villefranche-sur-Mer erigió una mansión imperial con diseño de Víctor Horta. Con vista al Mediterráneo. Una prueba de amor que pretendía ser inolvidable y prueba de la dimensión de su pasión. Recién empezaba el siglo XX. Leopoldo tenía 65 años y Caroline 16. Cuando se supo de la relación, la prensa se burló del rey y a ella la llamaron prostituta (algunos historiadores afirman que esa era su ocupación antes de conocerlo). No importaron los rumores. Él mandó a construirle el palacio más imponente que se haya erigido. Dinero no le faltaba: su saqueo de los recursos del Congo, con millones de muertes incluidas, lo habían convertido en un potentado (y un déspota). Allí vivió ella junto a los dos hijos que tuvo con el rey Leopoldo en la clandestinidad. En 1909, el monarca enfermó gravemente. Una obstrucción intestinal. Leopoldo mandó llamar a su amante y a sus hijos. Apenas, Caroline llegó a su lado, le propuso casamiento. El matrimonio se concretó unas horas después, no había tiempo para perder. Leopoldo murió cinco días después. Sus hijos, hasta hacía unas semanas ilegítimos, ingresaban de manera súbita en la línea sucesoria. Y Caroline heredaba una fortuna, se había convertido en la mujer con más dinero en Europa. No se lo iban a permitir. El sucesor de Leopoldo fue Alberto I, su sobrino. El matrimonio fue declarado nulo, los hijos no fueron reconocidos y a la mujer se la despojó de todas las pertenencias posibles. Entre ellas estaba La Leopolda, que pasó a manos de Alberto I quien durante la Primera Guerra Mundial, convirtió la propiedad en un hospital de campaña para los soldados belgas heridos. Buscaba darle un destino virtuoso para borrar lo que él consideraba una indignidad como el amorío extramatrimonial de su tío. En 1929, veinte años después de la muerte de Leopoldo, la propiedad algo deteriorada fue comprada por el arquitecto norteamericano Ogden Codman Jr. Había diseñado y construido grandes mansiones para millonarios y celebridades norteamericanas, desde Rockefeller a Edith Wharton pasando por las de las actrices del momento. Ahora, Codman quería su propia mansión. Y sería más grande y fastuosa que cualquier otra. En su cabeza rondaba la idea de un gran palacio. Intentó conectar en un todo armonioso las diferentes construcciones que ya existían en el terreno. La gran estrella del interior es un salón principal de más de 400 metros cuadrados de superficie. El diseño actual de la mansión es obra de Codman y su obsesión. Tardó dos años en terminar los trabajos. Pero hubo un problema, cuando en 1931 estuvo lista, Codman se había quedado casi sin dinero porque había invertido todo en la fastuosa obra, el sueño de su vida. Debió alquilarla. Muchos millonarios y magnates vivieron temporariamente allí. Pero aunque contaran con muchísimo dinero, ninguna suma alcanzaba para hacer allí lo que quisieran. Codman establecía cláusulas muy restrictivas en sus contratos; era muy celoso de su propiedad y no permitía alteraciones ni usos indebidos que pudieran deteriorarla. Una pareja integrante de la familia real británica quiso torcer su voluntad. Hubo largas negociaciones en el mejor hotel de París, hasta que el arquitecto norteamericano se levantó de la mesa y cansado dijo: Ustedes estarán acostumbrados a imponer las reglas de la Casa de Windsor, pero en La Leopolda rigen las reglas de la Casa Codman. Desgraciadamente no podremos hacer negocios. También tuvo muchas propuestas de compra pero Codman resistió todo lo que pudo. Hasta que en 1951, la propiedad fue vendida a Izaak Walton Killam, un industrial y financista que era el hombre con la mayor fortuna de Canadá. Tras su muerte, su esposa, después de utilizarla unos años, la vendió a Gianni Agnelli, el presidente de Fiat. La familia Agnelli la utilizaba como su casa de veraneo. Los nuevos propietarios En 1987, Edmond Safra y su esposa Lily se convierten en los nuevos propietarios. Él era un banquero brasileño libanés de una fortuna enorme. Era el cierto marido de Lily, que también tenía fortuna propia luego de enviudar algunas veces de manera polémica. Los Safra tenían aproximadamente 3.000 millones de dólares. Edmond y Lily tenían propiedades en los lugares más exclusivos de las principales ciudades del mundo. Un piso en la Quinta Avenida, un departamento en el Pierre Hotel de París, un dúplex en Londres, otro en Milán, villas de veraneo en los balnearios más caros, una gran casa de Ginebra, un magnífico penthouse monegasco. Pero les faltaba la más cara del mundo: La Leopolda. Contrataron a Renzo Mongiardino, un célebre arquitecto y diseñador italiano, para que hiciera reformas y redecorar varios ambientes. Sólo en los muebles de la habitación de Lily se gastaron 2 millones de dólares. También se revitalizaron los jardines. El cuidado exige un equipo de 50 personas y una inversión que ronda los 3 millones de dólares anuales. Las fiestas que se daban en La Leopoldo eran fastuosas. Una se destacó sobre el resto. La fiesta fue, en realidad, dos fiestas. Tuvo lugar el 6 y el 8 de agosto de 1988. Eran tantos los invitados (amigos, relaciones, socios comerciales, miembros de la realeza, socialités que le daban más brillo al evento) que no entraban en un solo día. Así que hubo que repartirlos en dos veladas. Aunque todos sabían que la los privilegiados - la Lista A- eran los que concurrían a la primera de las galas. Leé también: Vivir como un súper héroe millonario cuesta US$16.000 por día: dónde se puede alquilar la casa de Iron Man La excusa formal fue el festejo de los 56 años de Edmond Safra. Pero en realidad se trató de una maniobra de Lily para cambiar la imagen del banquero y la de ella misma luego de que su nombre estuviera en las noticias tras un largo enfrentamiento con American Express por la adquisición de un banco. Hubo acusaciones cruzadas y presentaciones judiciales. La fiesta fue pensada para dejar de salir en las páginas conflictivas de los medios y copar las dedicadas a sociedad. Los tulipanes fueron traídos de los Países Bajos; el encargado del menú fue Roger Vergé del restaurante Moulin de Mougins con varias estrellas Michelin: se trataba del chef de mayor prestigio de París; la música en vivo estuvo a cargo del intérprete preferido de Safra, el brasileño Sergio Mendes y su orquesta (en algún momento se había corrido el rumor que Liza Minelli y Frank Sinatra también cantarían pero ninguno de los dos apareció siquiera entre los invitados). Fueron unos buenos meses para los grandes diseñadores del mundo. Todas las mujeres lucieron diseños exclusivos; el más elegido fue Valentino. Muchos de los invitados llegaron en sus lujosos yates. Los únicos invitados con privilegios fueron el Príncipe Raniero y su hija Carolina, que como condición para asistir exigieron ser los últimos en ingresar a la fiesta. Safra se preocupó por la seguridad. Acordó con el gobierno francés que el equipo Swat galo custodiara la celebración. Había un agente de seguridad cada dos invitados. Cada vez que se anunciaba una fiesta en Villa Leopolda una ola de inquietud y tensión se instalaba en el jet set europeo: nadie quería quedar fuera de la lista de invitados. Sus habitués eran Rainiero y los demás miembros reales de Mónaco y de Europa, los Rotschild, los Rockefeller, las primeras damas de las potencias mundiales, nobles y magnates de todo el mundo. La venta frustrada A los Safra, La Leopolda les quedaba a 15 kilómetros de su residencia principal en Mónaco. Un penthouse de 30 habitaciones, el más caro del principado, que se incendió en 1999 provocando la muerte de Edmond. Otro marido de Lily muerto en circunstancias extrañas, otra herencia que engrosó su fortuna. Se convirtió en la mujer con más dinero del mundo. Leé también: Un multimillonario vende una mansión en forma de castillo de arena que tardó 15 años en construir: cómo es En 2008, Lily llegó a un acuerdo con Mikhail Prokhorov, el segundo hombre más rico de Rusia. Un magnate que hizo su fortuna gracias a los minerales, a sus contactos con el poder y a su falta de escrúpulos. El valor se aproximaba a los 530 millones de dólares. A eso se sumaban 20 millones más por los muebles y adornos que Lily tenía en la casa. Prokhorov entregó una seña de 53 millones para asegurarse la operación. Pero a último momento se arrepintió. La crisis de Lehmann Brothers afectó los mercados y en especial las fortunas rusas surgidas en esos últimos años. Prokhorov intentó recuperar su dinero, pero la millonaria brasileña se opuso. No aceptó retrotraer la operación. Fueron a los tribunales de Niza. El caso provocó un gran interés mediático. El juez terminó dándole la razón a Lily. El dinero que se encontraba en una banca escrow debió ser entregado a la viuda de Safra. 53 millones de dólares, la seña más alta alguna vez perdida por alguien. Lily Safra sólo quería ganar, no dejar que el prepotente ruso le torciera el brazo. La mujer donó esos millones a obras de caridad. Y fue la propietaria de La Leopolda hasta su muerte en 2022.
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