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» La Gaceta Tucuman
Fecha: 28/12/2025 03:26
Seguro pero seguro que cualquier profesor tiene menos información que cualquier aplicación actual. Es más: todos los docentes del país juntos no sabemos ni la mitad de una migaja de lo que sabe una aplicación de machine learning, que le llaman. Sin embargo se puede argumentar que no es menos cierto que los docentes nunca fuimos tan necesarios como ahora (lo digo con el falible y a la vez certero denominador de la propia experiencia, desde luego). Escuchamos que a los chicos de hoy no los educa nadie, que son hijos directos de la vida digital., De la universidad de la calle de los noventa a los posgrados de tres meses de universidades con sede en la esquina de las calles paralelas de Euclides. Todas opciones modernas que disputan la formación clásica y estructurada. Es sorprendente el enojo, cuando no la indignación, del alumnado respecto al uso de las tecnologías por parte de los docentes. Los maestros están usando ChatGPT, y algunos alumnos no están contentos, dice un titular de diario nacional, levantando una polémica entrevista del New York Times sobre un estudiante que hizo juicio a la Northeastern University. Desde luego, es poco coherente que, si el docente no lo permite, la utilice; pero también es injusto que el docente deba usar sólo cincel y piedra para darle clase a los pequeños Steve Jobs de ahora. El debate puede abrirse por muchos lados, pero hay un punto que conviene no perder de vista y es una vieja idea que se puede retrotraer a Platón y la alegoría de la caverna: el conocer implica esfuerzo y ese esfuerzo se asienta en un sentimiento comunitario. Esto no significa que no haya conocimiento en las redes, en las inteligencias artificiales o en los libros. Significa algo más simple y más decisivo: siempre que hay conocimiento del bueno, hay alguien detrás y al lado. Si me entregan en dos días un trabajo monográfico sobre Gödel y Sócrates que debiera llevar una vida es porque algo pasa. Los estudiantes creen que saltaron al docente con una garrocha, pero no les costó nada: no son sus nudos, digamos. Se puede aprender mucho de lo que genera una aplicación, pero es importante poder hacer lo que cuando niños: desarmarlo, ver las costuras, las rueditas dentadas del reloj. Eso es mucho más trabajoso que cualquier cosa . La dificultad es un bien precioso. Quisiera evocar una historia de enseñanza que dio lugar al libro de Rancière El maestro ignorante,. A comienzos del XIX Joseph Jacotot fue exiliado en los Países Bajos por oponerse a la restauración monárquica de Napoleón. Consiguió trabajo (era un académico muy reconocido), pero se dio con un error burocrático de la junta docente de Paises Bajos, suele pasar. Jacotot era un genio enciclopedista pero no hablaba holandés. Le asignaron un curso de estudiantes, pero no en ciencia ni matemàtocas, sino de literatura que a la vez, desconocìan el francès. no decían ni el yonoquieropansinobudín. ¿Qué hizo? Apeló a toda su sabiduría académica. Les dio a sus alumnos un libro bilingüe, una edición del Telémaco de Fénelon, y una consigna muy simple y muy exigente: aprendan. Solo exigió trabajo, atención, repetición, comparación. Les pidió que dijeran lo que veían, que volvieran sobre el texto, que cotejen juntos. William James decìa, para remarcar la importancia vital de los hábitos, algo así como no rezo porque creo, sino que la creencia emana del rezo. Algo así pasa con el francés y el estudio, y con todas las cosas que valen la pena. Otro argumento fue proporcionado por mi hijo. A la pregunta de si la IA nos iba a reemplazar a los profesores, hizo una pausa y me contestó ¿y quién nos acompaña de gira?
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