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» Clarin
Fecha: 27/12/2025 22:02
El recorrido político de Javier Milei tuvo el último año representaciones extremas. La victoria de mayo en la Ciudad, cuando sometió al PRO, constituyó el primer paso de lo que se imaginó como una escalada hegemónica. Sobrevino la catástrofe electoral de septiembre en Buenos Aires, antecedida por un reguero de malas novedades, que hizo temer por la gobernabilidad. Ocurrió una sorpresiva resurrección en las legislativas de octubre que repuso como una marea las ínfulas libertarias. En ese trazo sinuoso, con euforias y depresiones, el Gobierno nunca logró imponer el objetivo más valioso de la política: el punto de equilibrio. Aquel que permite la estabilidad perdurable y la consolidación de un aspecto crucial. La transmisión de confianza. Esa falencia, tal vez, explique la contradicción entre una administración abierta a los mercados, rabiosamente capitalista, anclada en su alianza excluyente con Washington y un comportamiento de la economía que exhibiría otros signos. El Indice de Inversión Directa (IED), como sucedió en 2024, sigue siendo el peor en dos décadas con una salida récord de capitales. La tendencia tuvo correlato en la partida de 23 empresas multinacionales. En su reemplazo ingresaron actores locales. Tal mutación estaría mostrando un cambio estructural en el sistema productivo de la Argentina que no resulta fácil explicar con pocas palabras. ¿El capital extranjero recela de la Argentina? ¿El capital doméstico confía plenamente en la apuesta libertaria? El economista Carlos Melconian ensayó una explicación: Las empresas del exterior requieren para quedarse de un margen de ganancia que la economía y las condiciones políticas objetivas no están en aptitud de garantizar, afirma. Asegura que ese terreno árido resulta más confortable para los capitales locales, acostumbrados a la volatilidad. Al ida y vuelta con el poder de turno. Un rasgo de nuestra historia. Quizás el Gobierno celebró tanto la sanción del Presupuesto concretada en el Senado por aquel motivo. Puede observarse en dos planos. Se trata de una señal que los mercados y Washington (Donald Trump y el FMI) vienen reclamando hace tiempo. La idea de una estabilización para el salvataje ejecutado en dos ocasiones este año. Milei podría jactarse de una primera dosis de la gobernabilidad que se le viene demandando. Logró los 46 votos aglutinando a 26 aliados constantes o circunstanciales. Incluso algunos peronistas. No se podrá decir desde ahora que el primer presupuesto en tres años de gestión libertaria es el producto de una arbitrariedad. Aunque perduren dudas sobre el modo en que será implementado. En especial para compensar las partidas que deben derivarse, luego del porrazo en Diputados, al financiamiento universitario y la emergencia por discapacidad. Pero existe un envoltorio de institucionalidad indudable en el futuro manejo de los fondos del Estado. Valdría la pena en ese contexto marcar un contraste. Entre números que apuntan en general a la restricción del gasto y el mantenimiento del equilibrio fiscal en 2026, llama la atención el incremento sustancial de partidas para la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE). Suelen ser las cosas a las que está siempre atento Santiago Caputo, el rey de la comunicación oficial. Tampoco el gobierno libertario subvalora el sentido que la aprobación del Presupuesto posee para el universo interno. Es cierto que Milei viene con el impulso otorgado por la resonante victoria en las legislativas de octubre. Pero los votos suelen ser un insumo que si no se los riega se marchitan con rapidez. Veamos algunos números del último trabajo anual de la consultora Managment & Fit. Sólo el 25.4% califica como positiva la situación económica. El 47% lo hace de manera negativa. La esperanza constituye el argumento más mencionado por los entrevistados. Aunque los sentimientos negativos predominan sobre los positivos: 53.8% contra 44%. La situación económica personal es negativa para el 35.2%, positiva para el 30.8% y regular para el 33.9%. El éxito libertario que representa la aprobación del Presupuesto puede atribuirse, a lo mejor, al rescate de ese punto de equilibrio tan infrecuente en la gestión. El Gobierno comprendió que la terquedad suele ser una mala consejera. Después que fue vencido en Diputados, cuando incluso muchos aliados votaron para sostener la emergencia universitaria y por discapacidad, optó por no tentarse con la insistencia en el Senado. Aunque esa tentación se insinuó. Existió un tránsito de enojo por parte de Milei que en un primer momento reflejó Diego Santilli. El ministro del Interior aseguró en público (aunque en reserva pensaba lo contrario) que el famoso Capítulo XI que incluía aquellas emergencias sería repuesto en el Senado. Hubo, como siempre, una influencia de Karina para inducir al retroceso. También los argumentos que fue soltando Patricia Bullrich, como nueva conductora política del Senado. La Libertad Avanza ha corregido una dificultad que se notaba demasiado hasta diciembre. Cambió la habitual dispersión por la concentración de fuerzas. Es lo que logró en este primer tramo la ex ministra de Seguridad. No en vano ha pasado por tres gobiernos distintos desde la restauración democrática. Experiencia, que le dicen. Bullrich insistió con la inconveniencia de arriesgar el Presupuesto para sostener dos emergencias que, así planteadas, en el Senado correrían la misma suerte que en Diputados. Su pragmatismo tuvo otras elocuencias. Decidió apartar de la sesión el nombramiento de los tres representantes del Senado para la Auditoría General de la Nación (AGN). Entendió el significado del escándalo que provocó en Diputados la designación de un kirchnerista (Juan Forlón) en el lugar que pretendía el aliado principal del oficialismo, el PRO. Actuó del mismo modo con la reforma laboral. En la Casa Rosada soñaban con un fin de año coronado con el Presupuesto y aquella nueva norma. Bullrich comprendió que podría darse un paso en falso y prefirió aplazar la discusión para febrero. Tampoco se dejó llevar por el entusiasmo victorioso de la última sesión: repitió que la reforma sigue sujeta a negociación. El Gobierno desplegó esta vez una red de contención mayor que la que había previsto en Diputados. Participaron Martín y Eduardo Lule Menem. Santilli fue sondeando a los gobernadores. Habló con el peronista de Catamarca, Raúl Jalil. Negoció con Ignacio Torres, de Chubut, la situación de la caja previsional de esa provincia. Los cuidados llegaron al extremo: estaban emitidos los pasajes de avión para el lunes para todos los diputados libertarios del interior en prevención a alguna modificación del Presupuesto en el Senado que forzara el nuevo tratamiento en la Cámara Baja. No sucedió porque un solo artículo cuestionado, vinculado al recorte educativo, también resultó aprobado, aunque con menos votos que la sanción en general. La incertidumbre se mantuvo hasta último momento. Desnudó uno de los históricos conflictos libertarios. Cuando se trató ese tópico Victoria Villarruel dejó la presidencia del Senado en manos de José Abdala. Previniendo que su voto fuera necesario para un supuesto desempate. Aquel trabajo libertario con el Presupuesto para la construcción de confianza quizás puede encontrar escollos e impugnación en otras dimensiones. Varias tienen relación con la evolución económica. Otras ligadas con asuntos sociales. Parecieran un llamado de atención por acumulación de ciertos detalles. Destapan un aspecto de la historia que dejó serias secuelas en el pasado. Fantasmas que estarían merodeando el Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (INDEC), a cargo de Marco Lavagna. El organismo que resultó símbolo de la manipulación kirchnerista en los tiempos aciagos de Guillermo Moreno. El primer censor se activó a principios de noviembre. Lavagna debió explicar una corrección del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) para evitar, sostienen expertos, que la economía registrara una recesión técnica. ¿Cómo sucedió? . El organismo difundió datos de la actividad en septiembre que no contemplaba ninguna consultora privada. A la par retocó datos de los dos meses previos. En uno de ellos, julio, la caída se convirtió en un mínimo crecimiento. Las modificaciones pasaron con poca estridencia en medio de la euforia libertaria por la victoria en las legislativas. Recobraron cierta vigencia por un pleito nuevo. El que el Secretario de Turismo y Deportes, Daniel Scioli, también abrió con el INDEC. Dejó de financiar los informes estadísticos para compaginar la realidad del turismo interno y externo. Los hará por cuenta propia. De acuerdo con el último trabajo del organismo el flujo de turistas internacionales que ingresaron al país descendió casi un 6% en octubre. La variación interanual de argentinos que salieron en el mismo lapso creció un 10.8%. Aquellos que viajaron gastaron U$S597 millones. Los extranjeros dejaron en el país U$S232 millones. Al Gobierno le molesta, en especial, la repercusión del déficit en ese rubro. Scioli optó por guarecerse. La tercera faceta del problema resultaría la más sensible. La medición de la inflación. Uno de los dos éxitos en los cuales parece anclado el gobierno de Milei. Hace un año y medio que el INDEC tiene finalizado un nuevo sistema para calibrar el alza de los precios y la actualización de la canasta del IPC. Trata de darle otro cariz a la metodología de cálculo general. Donde el peso de los servicios, desde la baja de subsidios, posee mucha mayor incidencia que antes. El Gobierno ha prometido que el nuevo procedimiento entrará en vigor en 2026. El ciclo durante el cual del Presidente afirmó que la inflación quedará pulverizada. Señales que parecieran ir a contramano de la prédica de certidumbre con que el Gobierno cercó la aprobación del Presupuesto. Sobre la firma Newsletter Clarín
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