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Parana » Analisis Litoral
Fecha: 28/12/2025 00:00
El cambio climático ya no es una amenaza lejana: también se refleja en la dermis. Calor extremo, contaminación y radiación afectan su equilibrio natural. Hablamos con especialistas para entender cómo proteger nuestro cuerpo del nuevo clima que habitamos. En la era del cambio climático, el planeta ya no es el mismo y urge tomar medidas. Lo mismo pasa con nuestra piel. La contaminación y el calor extremo, consecuencias del efecto invernadero, pueden provocar desde irritaciones severas hasta envejecimiento prematuro. Consultamos con expertos sobre cómo mantenernos a salvo y a temperatura ambiente. La evidencia científica es inequívoca: el cambio climático es una amenaza para el bienestar humano y el planeta, indica el último reporte del IPCC, Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. En lo que respecta a nuestra salud, existen medidas que podemos tomar para evitar trastornos severos. El calentamiento global, junto a un combo letal de consecuencias, afecta la salud drásticamente. Y las zonas del cuerpo más afectadas son las vías respiratorias y la piel, con un incremento de las alergias, los casos de dermatitis y problemas relacionados a la intensidad de la radiación solar, explica el investigador Seung-Ki Min, coautor del reporte global de Lancet Countdown, encargados de monitorear la relación entre el cambio climático y la salud. Es fundamental resetear los hábitos beauty frente a esta situación. Y saber que nuestra primera línea de defensa contra el mundo es la epidermis. ¿Por qué es tan crucial su rol? Al tratarse del manto tutelar del organismo contra todos los factores externos que puedan dañarnos, amerita una estrategia maestra que la mantenga en perfecto estado. Si bien esta capa está preparada para soportar agresiones resguardando al organismo, el cambio climático no le da tregua y la pone a prueba sin descanso. En un escenario normal, la barrera protectora de la piel tiene un diseño perfecto y nos mantendría a salvo de cualquier agente externo nocivo. Está formada por un escuadrón de células que actúan como una pared de ladrillos, una matriz lipídica compuesta por ácidos grasos que retiene el agua y un manto ácido que ayuda a inhibir el crecimiento de microorganismos dañinos y bacterias. También cuenta con un pigmento natural, la melanina, que nos defiende de los rayos ultravioletas. Sin embargo, todo este batallón no es suficiente cuando el calor se convierte en nuestra segunda piel. Entonces, es hora de poner especial atención en reforzar el escudo natural. No es casualidad que la medicina ambiental haya comenzado a estudiar la barrera cutánea como indicador directo de los efectos del clima en el cuerpo humano. A este escenario ya crítico, se suma una paradoja biológica: la epidermis, que debería protegernos de las agresiones externas, está perdiendo su capacidad de adaptación. Se desmorona al sol, el microbioma se descontrola y la homeostasis (proceso de autorregulación del organismo al medioambiente) se descompone, explica la dermatóloga Arianne Shadi Kourosh, de la Facultad de Medicina de Harvard. Protocolo antitérmico Para atajar a tiempo las consecuencias, basta con prestar atención a los llamados de alerta de nuestro cuerpo. Manchas, sequedad, pérdida de luminosidad, firmeza y líneas finas son algunas de las señales de que algo anda mal. Es hora de empezar una rutina que tenga como prioridad consolidar el manto hidrolipídico, conservar el agua en la piel. ¿Cómo? Antes que nada, realizar una buena limpieza. Y aunque resulte insoportable tan solo pensar en aplicar una fórmula hidratante sobre la tez grasa, es vital recurrir a los agentes humectantes. Hoy no hay excusas. Tenemos a disposición texturas casi imperceptibles en versión suero, que funcionan como compuertas herméticas reteniendo el agua. Uno de los ingredientes imbatibles es el ácido hialurónico, pero siempre conviene consultar con un dermatólogo qué conviene usar antes de exponerse al sol. Además del protector UV, por supuesto. Es cierto que hidratar cuando el termómetro arde, es molesto y sentimos como si un velo pegajoso nos cubriera de pies a cabeza. Lo último que pensamos es en aplicar una crema hidratante. Pero es justamente este fuego intenso lo que hace que cuando transpiramos se mezclen el sebo y las células muertas, resecando la piel y dejándola sin humedad. ¿Por? El sudor queda atrapado y no se evapora correctamente. En lugar de enfriar la tez, queda en la superficie y, al estar dilatados los vasos sanguíneos capilares, se produce una eliminación transepidérmica de agua, provocando deshidratación. Es muy importante cuidarse de la transpiración, ya que se trata de un desencadenante biológico que puede ocasionar también dermatitis y desequilibrios del bioma. La mejor táctica para bajar la temperatura sin quitarle a la epidermis su protección natural son los cosméticos termorreguladores. Ingredientes como la salvia y el magnesio dan excelentes resultados. Y uno de los productos más populares en esta categoría es el tónico refrescante de la marca alemana Geske, que funciona pulverizando agua en micromoléculas para crear una bruma hidratante refrescante, que también calma e hidrata en forma inmediata.
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