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  • Infancia en alerta: el desafío de regular emociones y conducta desde edades tempranas

    » Aire de Santa Fe

    Fecha: 27/12/2025 18:52

    Regulación emocional en la infancia: una alarma que crece en escuelas y hogares La regulación emocional en la infancia enfrenta crecientes dificultades que impactan en la conducta, el aprendizaje y la salud mental. El cerebro infantil no nace completamente desarrollado. Las funciones que permiten regular impulsos, emociones y conducta se construyen progresivamente. Las dificultades para controlar impulsos, manejar emociones o tolerar la frustración dejaron de ser casos aislados. La regulación emocional en la infancia atraviesa hoy un escenario de alerta, con manifestaciones cada vez más tempranas que se observan en hogares, escuelas y consultorios médicos. Una infancia con dificultades para autorregularse Docentes, familias y profesionales de la salud coinciden en una escena cada vez más frecuente: niños que se desbordan emocionalmente, reaccionan con intensidad o tienen problemas para sostener la atención y la conducta. La conducta es el primer lenguaje del malestar infantil, explica la médica especialista en neurodesarrollo Florencia Sanabria. Cuando un niño no logra regularse, no está portándose mal: está mostrando que algo en su desarrollo emocional y neurológico está bajo tensión. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, alrededor del 20% de los niños y adolescentes presenta dificultades vinculadas a la salud mental o al neurodesarrollo, una cifra que se incrementó en las últimas dos décadas y se profundizó tras la pandemia. Regulación emocional en la infancia: un desarrollo bajo presión El cerebro infantil no nace completamente desarrollado. Las funciones que permiten regular impulsos, emociones y conducta se construyen progresivamente, en estrecha relación con el entorno. El desarrollo emocional necesita previsibilidad, tiempos adecuados y adultos disponibles, señala Sanabria. Cuando hay estrés crónico, sobreestimulación o falta de rutinas, esos sistemas madurativos no logran consolidarse como deberían. La evidencia en neurociencia del desarrollo muestra que estas condiciones afectan especialmente a los primeros años de vida. Cuando la autorregulación no madura, el impacto suele aparecer primero en la conducta: impulsividad, irritabilidad, estallidos emocionales o dificultades para aprender. La conducta no es el problema en sí, sino un indicador del estado del desarrollo. Conducta, emoción y aprendizaje: una relación directa Las dificultades en la regulación emocional rara vez aparecen de forma aislada. Estudios de seguimiento muestran que los niños con problemas tempranos de autorregulación tienen mayor riesgo de bajo rendimiento escolar y dificultades vinculares. Muchas veces se interpreta que el niño no quiere, cuando en realidad no puede, advierte la especialista. Sin regulación emocional no hay atención posible, y sin atención es muy difícil aprender. En el aula, estas dificultades se traducen en problemas para seguir consignas, sostener rutinas o adaptarse a las dinámicas escolares. Sin una mirada integral, estas señales suelen atribuirse a falta de límites o desinterés. El riesgo de respuestas simplificadas Frente al aumento de estas consultas, crece también la tendencia a evaluaciones rápidas y abordajes centrados solo en la conducta. El riesgo es etiquetar sin comprender el origen del problema, explica Sanabria. Si no se consideran factores como el sueño, el estrés, el entorno familiar o las experiencias tempranas, las intervenciones pierden eficacia y los síntomas se sostienen en el tiempo. Entender el origen no retrasa la ayuda: permite intervenir mejor y antes. Un desafío que excede a la familia Las dificultades en la regulación emocional en la infancia no son un problema individual. Impactan de lleno en el sistema educativo, la salud pública y la organización social. Aulas cada vez más demandantes, familias desbordadas y más derivaciones a salud mental forman parte del mismo fenómeno, resume la especialista. No alcanza con soluciones aisladas: el cuidado del desarrollo emocional infantil es una responsabilidad colectiva. Reconocer esta realidad no es alarmismo. Es asumir que el desarrollo infantil atraviesa una etapa de presión creciente y que de la capacidad de regular emociones y conductas depende, en gran medida, la posibilidad de aprender, vincularse y crecer en una sociedad cada vez más exigente.

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