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Fecha: 27/12/2025 00:22
La cantidad de billetes en circulación en la Argentina cayó a su nivel más bajo en casi cinco años, un dato que confirma el fuerte retroceso del uso de efectivo en la economía local y el avance sostenido de los medios de pago digitales. Según cifras del Banco Central de la República Argentina (BCRA), a mediados de diciembre había 6.752,5 millones de billetes en circulación, niveles que no se registraban desde mediados de 2021. El número representa una caída del 43% en comparación con el récord alcanzado en julio de 2024, cuando circulaban 11.859,2 millones de billetes. La menor presencia de dinero físico también se refleja en el uso de cajeros automáticos. En septiembre, el BCRA contabilizó 48,4 millones de extracciones en todo el país, menos de la mitad de los picos superiores a 118 millones registrados en los diciembres de 2019 y 2021, cuando el efectivo todavía ocupaba un rol central en las transacciones diarias. De acuerdo con el último Informe de Inclusión Financiera del Banco Central, publicado a fines de octubre y correspondiente al primer semestre del año, el circulante se mantiene en torno al 6,2% del Producto Bruto Interno, el nivel más bajo de los últimos años. Como referencia, hace apenas tres años las entidades financieras debían recargar los cajeros automáticos hasta tres veces por día para cubrir la demanda. Los motivos detrás del menor uso de efectivo El retroceso del efectivo está vinculado, principalmente, al crecimiento de los pagos digitales, que continúan desplazando al dinero físico como medio de pago preferido, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Según los informes de pagos minoristas del BCRA, predominan las transferencias inmediatas «push» y los pagos con transferencia interoperables, impulsados por el uso masivo de billeteras virtuales. A esto se suma la decisión del Banco Central de emitir billetes de $10.000 y $20.000, que reemplazaron a los de menor denominación y redujeron la necesidad de realizar extracciones frecuentes. También incide el bajo dinamismo de la actividad económica, que limita la demanda de dinero en efectivo. El escenario consolida una tendencia que parece irreversible: el efectivo pierde protagonismo en la vida cotidiana, mientras los pagos electrónicos ganan terreno en casi todos los sectores de la economía.
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