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  • Quiebra política en la Argentina - Parlamentario

    CABA » Parlamentario

    Fecha: 27/12/2025 00:15

    La periodista y socia del Club Político Argentino brinda un análisis detallado del espectro político nacional. "En 2025 se puede afirmar que los principales partidos políticos, protagonistas en distintos momentos, han desaparecido", sentenció. La Argentina debería declararse en quiebra política. Desde el siglo XIX hasta el presente los argentinos conocieron todas las expresiones partidarias e ideológicas posibles: desde un liberalismo inicial, a un conservadurismo elitista, un radicalismo que privilegió a la clase media, un peronismo que elevó el status de la clase baja nutrida por los trabajadores, experiencias aisladas del socialismo más tradicional, un comunismo intrascendente, el neoliberalismo importado por la UCEDE y Menem, un descuelgue maniqueo de izquierda del justicialismo, las escuálidas izquierdas que rasguñan bancas, una experiencia fallida del liberalismo moderado y, finalmente, un anarcocapitalismo. Cabe mencionar, en medio del declive, las seis dictaduras militares. En 2025 se puede afirmar que los principales partidos políticos, protagonistas en distintos momentos, han desaparecido. El Partido Conservador de antaño mudó a las opciones liberales o militares de ocasión, la Unión Cívica Radical hoy no tiene a nadie que lleve la manija, el Partido Justicialista está muerto desde hace bastante tiempo, pero desentierra sus cadáveres cuando le conviene, el Partido Socialista quedó reducido a la ciudad de Rosario, el Partido Comunista no tiene siquiera una cabeza que se distinga en la sede de la calle Entre Ríos. Del Partido Intransigente y la Democracia Cristiana no hay datos ni señales de vida en ningún archivo. Aquí parecería conveniente extender ya todos los certificados de defunción, agregando uno más por el que en algún momento se denominó Partido Militar. Triste trayectoria para un país tan, pero tan adolescente, que todavía hay nuevas generaciones que repiten: Argentina es una democracia joven, como si hubiese tiempo para esperar a que madure. Cada nueva elección trae más sorpresas, la última arrojó un experimento montado sobre el caballo de la transformación tecnológica, dirigida por cerebros perversos abocados a la destrucción total de la democracia y todas sus instituciones. En nombre de la libertad -gastada hasta el infinito- la novedad se impone. La manipulación tecnológica que -desde el Brexit británico-tiende a construir un nuevo tipo de poder político cuyos promotores sigue la regla de los antecesores imperialistas: actúan en bambalinas, en la oscuridad, con planes que se descubren de a poco y revelan intenciones malignas. Por ejemplo, la destrucción de Europa, la aniquilación de la política sana y con ella el sistema democrático en su totalidad. Para ello dan vía libre a gobiernos autocráticos dedicados a demoler las reglas de convivencia internacional y nacional que han regido desde varios siglos atrás. Para ese daño basta con enancar a un líder desorbitado dispuesto a hacer añicos los pilares culturales, educativos, productivos, sanitarios y científicos sobre los que se asientan las comunidades nacionales, y la humanidad misma. En el caso argentino se perfila un camino desordenado a simple vista, con el objetivo de reemplazar las bases tradicionales por otras que no tienen cemento sustentable; las nuevas son lábiles, delgadas, líquidas, fuera de tono y sin sentido. Rayan un poco con la locura disfrazada de osadía, de insensibilidad frente a los débiles y desamparados que serán los modernizados esclavos de la decadencia. Como cualquier elite busca el beneficio de unos pocos pudientes, en desmedro de una mayoría anhelante de movilidad social ascendente. Una vieja receta que en el pasado se usó reiteradamente y fue la constructora de la decadencia que hoy se vive. Una aclaración: esta nota no intenta ir contra los cambios que requiere la nueva era, todo lo contrario. La transformación integral es necesaria, con la proa puesta en dirección al bienestar general de las personas, al progreso mundial y del país, al crecimiento parejo de las naciones, al ejercicio de la igualdad en materia de decisiones políticas y oportunidades, a la preservación del respeto, en contra de toda discriminación y a favor de la defensa de los derechos civiles, humanos y laborales. La sociedad argentina, desde las últimas elecciones, siente que el campo político está desierto, se ha convertido en una llanura sin horizonte, ni líderes o referentes partidarios a los cuales seguir. La ausencia suena letal en las instituciones democráticas donde las representaciones de la ciudadanía apenas sobreviven, desorientadas, en virtud de que el juego político se ha quedado sin piezas para mover. Los borocotazos son el llamado del momento, especialmente en diputados absolutamente desconocidos que saltan de una lancha a otra sin el menor pudor, o se convierten en bloques de dos o tres porque el egocentrismo no les permite hacer alianzas inteligentes. Otros, los de siempre, caminan hacia el lugar donde brilla el sol para acomodarse. Esos se salvaron de pagar el peaje de La Libertad Avanza. La realidad indica que hay vaciamiento en Juntos por el Cambio, la última expresión liberal moderada que finalmente fracasó en 2019. Sus miembros atraviesan un duelo nefasto. Su líder, Mauricio Macri, entre juegos de bridge en distintos puntos del planeta, aparece cada tanto sin decisiones ni ideas para reflotar su propia creación política. A lo sumo bendice los borocotazos, sin ofenderse. En el Partido Justicialista no hay más reuniones, ni congresos con bombos, ni marcha peronista. La exlíder entobillada en su propia casa espera nuevas condenas por las corrupciones en sus gobiernos. No hay herencia en ese partido que supo ser uno de los más grandes. La diáspora peronista en Argentina es más grande que la de cualquier otra raza. En las desoladas oficinas de la calle Matheu habita un silencio sepulcral. El Peronismo ha cumplido este año 80 años y los mínimos festejos no se oyeron. Hay desvitalización en ese espacio, ningún dirigente se anima a cubrir el bache del liderazgo o a emprender el trasvasamiento generacional porque eso ya lo hizo la pata izquierda con pésimos resultados. Un despropósito que se pagó caro. La Unión Cívica Radical se encuentra en estado de disolución, con el agravante de una notable desilusión general, tanto, que este año los cabos sueltos radicales, exvotantes, tuvieron una impensada rememoración de Raúl Alfonsín al cumplirse 42 años del inicio de su mandato, y 40 de las condenas a la Junta Militar que dejó un tendal de muertos y desaparecidos. Los dirigentes del interior, tras la caída de Gerardo Morales como cabeza de la UCR, respiran porque nadie les cobra el aire. Martín Lousteau como presidente fue una decepción, ni siquiera visitó la sede central, era obvio que no se sentía radical. En los próximos días asumirá como presidente Gustavo Valdez, ex gobernador de Corrientes, y ya tiene una corriente en contra encabezada con Juan Manuel Casella, el Changui Cáceres y Federico Storani. La sede radical de la calle Alsina, casi esquina Entre Ríos, está tan abandonada como la del justicialismo. La UCR nació en 1891, tiene 134 años. El Partido Socialista hoy está reducido a la ciudad de Rosario, en Santa Fe. Nació en 1896 y de él surgieron figuras muy relevantes de la política argentina, como Alfredo Palacios, primer diputado nacional socialista de América Latina entre muchos otros. Tuvo muchas escisiones en toda su trayectoria, pero poca incidencia como partido político. Cumplirá 130 años en 2026. El Partido Comunista surgió en Argentina en 1918, con la inmigración. Sus adherentes trabajaron políticamente con los trabajadores, a falta de campesinado. Desde el retorno a la democracia en 1983 llegaron a tener bancas en la Cámara de Diputados por alianzas con otros partidos, en especial con el Partido Justicialista. Actualmente, su página web suministra escasa información y ningún nombre de dirigentes a cargo del partido. Tiene 107 años de existencia, contó en su trayecto con mucha militancia, pero no pudo exhibir ningún logro relevante dentro del sistema democrático. Con la Democracia Cristiana y el Partido Intransigente, pasa algo parecido. Fuerte despliegue después de 1983, luego la languidez tras las muertes de sus principales líderes, entre ellos Oscar Alende y Carlos Auyero. Posteriormente apareció el Partido Demócrata, con mínima acción político-partidaria. La multiplicidad de las izquierdas, con más grietas internas que las generadas por el kirchnerismo y el mileismo en la sociedad, se esparce en un abanico de fugaces intenciones. Se han conformado con obtener dos o tres bancas. Son partidos de la revolución permanente que nunca llegan a ningún lado, solo hacen ruido. No son socialistas ni comunistas, son diferentes. Son ultraizquierda. La aparición de la Libertad Avanza en el desierto no es casual. Los tiempos han cambiado, las estructuras partidarias carecen de valor propio, el discurso en todas las expresiones partidarias se ha desangelado, los relatos tienen escasa incidencia. En un momento en que las redes y la informática reinan, hasta las palabras dejan por momentos de tener sentido. En ese marco la sociedad está desvanecida, lastimosamente automatizada.

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