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  • Milei prueba su modelo 2026: baja intensidad, desinflación y un ojo en la elección de EE.UU.

    » Clarin

    Fecha: 26/12/2025 23:06

    Será 2026 el año de un Javier Milei de baja intensidad? Esa pregunta bien puede ser uno de los centenares de pronósticos fallidos que se acumulan cada Navidad, pero ahora, en la era de la exhibición permanente, existe una manera de empezar a responderla. En lo que va de diciembre, el Presidente pasó, en promedio, una hora y 58 minutos cada día conectado a X, la red social que más ayudó a definir su personalidad como político. Puede parecer una porción de tiempo importante, pero se achica cuando se la compara con las 3 horas y 7 minutos que pasó tuiteando o mirando tuits en octubre, en plena batalla electoral por los cargos legislativos nacionales, y las 3 horas y 3 minutos diarios de mayo, cuando Milei se encendía en discusiones de madrugada dedicadas a calentar la elección de los legisladores porteños, su verdadera guerra de secesión con el PRO de Mauricio Macri. Esas variaciones en el volumen de la personalidad digital del Presidente que registran los especialistas en datos en las redes se pueden explicar por las necesidades de la campaña electoral del oficialismo, pero también se puede ensayar una interpretación distinta. El Milei de la segunda etapa del Gobierno puede ser distinto al de los primeros dos años, que llegó a la Casa Rosada para subvertir buena parte de las reglas informales y escritas y las costumbres que habían construido durante décadas todos sus antecesores. El Presupuesto que acaba de tratar el Congreso, justamente la ley que establece los límites y previsiones del gasto y los ingresos públicos para el año que está por empezar, es el proyecto de un político más que el de un outsider. Fue presentado sin motosierras ni licuadoras y el Gobierno aceptó velozmente y casi sin escándalo la modificación que impuso la Cámara de Diputados. Esta vez, los legisladores que cortaron el Capítulo XI del proyecto original no fueron insultados por el Presidente ni sus funcionarios ni cocinados en el fuego de las cuentas paraestatales en las redes sociales. Luego de unas pocas horas de desconcierto, la senadora Patricia Bullrich y luego el ministro del Interior, Diego Santilli, salieron a convertir esa madrugada deshonrosa en una victoria legislativa del Gobierno, que por fin lograba hacer pasar un Presupuesto, al menos una buena parte de él, por la Cámara de Diputados y luego, por el Senado. Esa operación sí que se puede entender: es la que haría cualquier Gobierno del mundo que necesita convertir una noticia incómoda en una novedad sorprendente. El Presupuesto es, además, la ley que el Gobierno pudo conseguir. Fue la ley posible, incluso tomando en cuenta la diferencia de músculo que tiene La Libertad Avanza hoy en el Congreso con respecto a la que tenía cuando Milei llegó al Gobierno. Es cierto que buena parte de sus números ya quedaron desactualizados o reflejan poco más que intenciones, pero bueno, es una característica que suele repetirse en los Presupuestos. Es difícil de determinar cuándo se incubó el cambio en el comportamiento del Presidente, pero es imposible pasar por alto que este año Milei empezó a consolidar la fuerza parlamentaria de crecimiento más veloz en la historia argentina. En sólo tres turnos electorales, los libertarios construyeron una primera minoría en Diputados y consiguieron desafiar al peronismo en el Senado. Milei, que el mes pasado controlaba sólo uno de los tres poderes del Estado que postula la Constitución, ahora también camina fuerte en el Legislativo. Es verdad que no consiguió armar las mayorías que requiere el nombramiento de jueces y fiscales y que no tiene más que una presencia simbólica en los Ejecutivos municipales, pero hoy nadie se atrevería a decir que Milei es sólo un fenómeno pasajero. Los economistas, casi sin distinciones, creen que la inflación seguirá bajando en el año que arranca. Esa seguirá siendo la estrella más visible en el boletín del Presidente, y la que seguirá llevando para arriba cualquier expectativa electoral que se alumbre en las conversaciones reservadas de la familia Milei. Pero en 2026 se abre también un calendario lleno de dudas. Algunas están dentro del mapa argentino. ¿Los argentinos seguirán comprando todos los dólares que puedan en cada oportunidad que se les aparezca o dejarán un margen que puede ir destinándose, poco a poco, a la inversión? ¿Llegará desde el exterior la cantidad de dólares necesaria para que la economía vuelva a crecer? ¿Qué impacto tendrán en el empleo esta larga recesión en la industria y los problemas de amplios sectores del comercio? Esas son sólo algunas de las preguntas que ya desde hace rato, con formulaciones diferentes, aparecen en las conversaciones cotidianas de muchos argentinos. Además, hay que recordar que Milei importó -ya se ha dicho en estas mismas páginas- lo que podría llamarse el Riesgo Trump. El presidente estadounidense, que tiene prohibido presentarse a un nuevo mandato, enfrentará en noviembre la elección de medio término. Ese día se renovarán las 435 bancas de la Cámara de Representantes y 35 de las 100 que tiene el Senado y quedará fijado el destino de los dos últimos años de la gestión de Trump, convertido, merced a la Constitución de Estados Unidos, en un pato rengo. En la Argentina, sin embargo, las consecuencias de ese cimbronazo pueden escucharse antes. Si las encuestas y sondeos muestran a mitad de año que la perspectiva de Trump es mala, Milei no tendrá un amigo en problemas: tendrá un prestamista con la billetera atada. En 2025, cuando el Tesoro norteamericano comenzó a intervenir en el mercado cambiario argentino para contener el precio del dólar y defender al peso, la política estadounidense se convirtió también en un territorio más de la política argentina. Lo mismo pasó con la economía: si los números estadounidenses no conforman al electorado, el estornudo se escuchará en la Argentina. El Gobierno tendrá que llegar a ese momento curado -o al menos en proceso de curación- de la dependencia de Trump y, más precisamente, de las ayudas de Scott Bessent. Sobre la firma Newsletter Clarín

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