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» Mdzol
Fecha: 24/12/2025 18:50
Cada fin de ano, millones celebran la paz produciendo estruendo. A la medianoche, la escena se repite con una precision inquietante: explosiones, detonaciones y cielos iluminados que muchos confunden con alegria. La pirotecnia aparece como un simbolo incuestionable de festejo, aun cuando su impacto negativo es conocido y advertido. La pregunta incomoda es inevitable: estamos celebrando o normalizando una forma de violencia socialmente aceptada? Ruido, poder y ocupacion del espacio El ruido extremo no es inocente. Funciona como una forma de imposicion: quien hace mas ruido ocupa el espacio, marca territorio y se impone sobre los demas. No se trata de luces de colores, sino de la logica del yo hago lo que quiero convertida en ritual colectivo. A las doce, no importa quien duerme, quien tiembla o quien sufre: el ruido manda. En contextos urbanos densos, el estruendo no une. Invade y excluye. El disfrute de algunos se construye sobre el malestar de otros: bebes que no pueden dormir, personas con trastornos del espectro autista desbordadas por la estimulacion sonora, adultos mayores angustiados y animales que entran en panico. Ese es el costo invisible de una tradicion que rara vez se revisa. Un ritual que perdio su sentido La pirotecnia nacio como un acto simbolico. En la China del siglo XII se utilizaba para ahuyentar espiritus malignos y marcar un momento excepcional dentro del calendario colectivo. El estruendo tenia un proposito: advertir y proteger. Con el tiempo, el enemigo dejo de ser sobrenatural, pero el ruido permanecio. Hoy el demonio no es invisible: tiene nombre, vive al lado y no eligio participar. El impacto ya no se dirige a espiritus, sino al vecino, al bebe que duerme, al nino con autismo o al animal que se esconde aterrorizado. Lo que fue un rito compartido se transformo en una practica de imposicion sonora, donde la excepcion se volvio norma. La necesidad de hacer visible la alegria La pirotecnia tambien cumple una funcion emocional: convierte una alegria individual en un espectaculo colectivo. El ruido actua como amplificador de la emocion, como si festejar en silencio no alcanzara. En una cultura que confunde intensidad con felicidad, hacer ruido se vuelve una forma de demostrar que se esta celebrando. Cuando la alegria necesita imponerse, deja de ser alegria y se vuelve ruido. El problema aparece cuando esa demostracion se transforma en obligacion social y no en eleccion personal. Convivencia en crisis El debate sobre la pirotecnia no es estetico ni generacional. Es un debate sobre limites, empatia y vida en comun. No esta en crisis el cielo que se ilumina por unos segundos, sino la convivencia que se resiente cada vez que el festejo se construye ignorando al otro. Si para celebrar necesitamos imponernos, el problema no es la fiesta: es como convivimos. * Lic. Eduardo Munoz. Criminologo. Divulgador en Medios. Analisis criminologico aplicado a temas sociales de actualidad y seguridad. IG: @educriminologo
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