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  • Ernesto Sanz, habla desde el retiro: “Si el Congreso es espejo de la sociedad, estamos jodidos” - El Cronista

    » Cronista.com

    Fecha: 24/12/2025 09:14

    Fue senador durante doce años, presidente de la UCR y fundador de Cambiemos. Alejado de los primeros planos y despojado de responsabilidades, analiza en diálogo con El Cronista al gobierno de Javier Milei, las demandas de la sociedad y el papel de sus antiguos socios del radicalismo y el PRO ante la propuesta libertaria. -Pasó la mitad del mandato de Javier Milei. ¿Cuál es su balance de la gestión? -El resultado final de los dos años es sorprendente para propios y extraños. Al comienzo del mandato nadie ponía demasiadas fichas en función de las debilidades con las que el gobierno asumía: debilidad parlamentaria y política, no tenía gobernadores ni intendentes. Era un outsider que había ganado una elección por un discurso disruptivo y que venía a romper todos los esquemas. Por lo tanto, era un gran signo de interrogación. Dos años después, no le ha ido mal desde ese punto de vista. El tema es que el gobierno ha acumulado luces y sombras. El gobierno no logra administrar esas luces y sombras, no las puede compensar. Entonces hay un choque permanente. El ejemplo es lo que pasó en el Congreso ahora en diciembre. El presupuesto en Diputados y la modernización laboral en el Senado arrancan en el terreno de las luces, con expectativas favorables para el gobierno, ya que tiene condiciones objetivas mejores a las de antes. Necesitaba pocos votos para avanzar. Ahora, por impericia o por lo que fuera, el gobierno siguió con sombras. No pudo lograr el número suficiente a todo el presupuesto, a pesar de que dejó mucho —a veces promesas, a veces ATN, a veces otras cosas—. Sin embargo, no logró disciplinar los pocos votos que le faltaban. -En base a esto que observa, ¿cómo imagina lo que viene? -Si me guío por estas últimas semanas, auguro dos años complicados desde la política. Y no debería ser así después del resultado de las elecciones. El gobierno debería transitar estos dos años con mayor tranquilidad, pero evidentemente no va a ser así. Lo que viene, o debería venir, en materia económica es un modelo distinto al de los dos primeros años. Hubo un modelo de ajuste, de restricción, que obviamente era necesario, pero ahora en estos dos segundos años tendría que aparecer un modelo productivo y de desarrollo. -Siguiendo el razonamiento: pareciera que el gobierno cuando está contra las cuerdas saca sus mejores armas y mejora su posición, como sucedió después de las elecciones bonaerenses. Pero cuando está en la buena se le escapa y no termina de consolidarse. -Sí, exactamente. El gobierno funciona mejor cuando está contra las cuerdas que cuando tiene que administrar un capital propio. Es casi como un sobreviviente. El sobreviviente alcanza el resultado para seguir viviendo, pero luego, cuando se gana la lotería, no sabe qué hacer con los fondos. -Hay muchos colegas suyos que participaron de Juntos por el Cambio que ahora están en las filas libertarias, sea formalmente u orbitando muy cerca. Aquella coalición tenía un discurso muy distinto al del oficialismo actual, con prioridades, valores y posicionamientos muy diferentes. ¿Cómo explica esto? -La adhesión, o por lo menos mirada contemplativa, de todos los que alguna vez estuvieron en Juntos por el Cambio, tiene que ver con que todavía duele el fracaso del gobierno de Macri y el fracaso de la elección perdida en 2023, cuando estaba todo para ganar. Hay una suerte de sentimiento de culpa hacia la sociedad que hace que haya que apoyar aunque sea el rumbo macro de este gobierno. Sobre todo porque si hay algo que sí identificó y sigue identificando a todos los que estuvieron en Juntos por el Cambio es que ninguno tiene ganas de que aparezca de nuevo el kirchnerismo en el escenario. En definitiva, a nadie lo une el amor sino el espanto. La gente, y también la política, a veces sabe muy bien qué no quiere, aunque a veces no tenga claro lo que sí quiere. -Mi duda es hasta dónde con el antikirchnerismo se come, se cura y se educa... -No, no, sin dudas. A ver, mi análisis de Juntos por el Cambio no es un elogio sino la explicación de una situación real. A veces me lo pregunto yo mismo: ¿por qué uno podría estar acompañando a este gobierno? Bueno, en algunos casos porque hay cosas que el gobierno ha hecho o que pretende hacer que son correctas: el equilibrio fiscal, el ordenamiento de las cuentas, la eliminación de mucha burocracia. Del otro lado, además, hay un modelo kirchnerista que dejó un Estado destruido por su sobredimensión. Los populismos, en definitiva, van hacia un modelo de destrucción del Estado: el de derecha porque no cree en el Estado y el de izquierda porque cree que es lo único que hay y le da tantas funciones que hace que se fagocite y termine con prestaciones nulas. -Muchos de los valores históricos del radicalismo hoy parecen no estar de moda, tanto en este gobierno como en general. ¿Cómo se hace para hacer política partiendo de la base de que lo que uno propuso siempre hoy no lo pide la sociedad? -Que no lo pida la sociedad no significa que los valores no estén vigentes. Que la sociedad hoy tenga otras prioridades y que fruto de estas prioridades haya votado a Milei es un llamado de atención hacia mi partido y hacia la política en general. Hay que discutir mucho qué fue lo que pasó y creo que ahí hay muchas culpas para asumir. Ahora, lo que uno no podría negar es que esos valores tienen que permanecer, porque para mí están larvados. El valor de la división de poderes, la decencia en la administración pública, la periodicidad de las funciones, la vinculación con un mundo multipolar, un federalismo real. Todas estas cosas tienen que aparecer en algún momento, el radicalismo no las puede abandonar. Es cierto que hoy puede que no traiga votos, pero no se puede abandonar porque es la razón de ser. Si el radicalismo eligiera hoy abandonar esos valores y esa doctrina, solo porque no está de moda, y abrazar otro tipo de doctrina, dejaría de ser radicalismo. Yo creo que para poder otra vez enamorar a la sociedad necesitás otros protagonistas, jóvenes y frescos. Porque ojo, han aparecido en los últimos tiempos, no solo en el radicalismo, otros modelos que no tienen que ver con eso, sino que defienden corporaciones e intereses sectoriales. Hay para todos los gustos. El radicalismo no está exento. -Hace poco se dio el recambio legislativo en el Congreso. En el último tiempo se han visto muchos reacomodamientos, cambios de espacios y de bloques. Hace un par de décadas fue un escándalo lo de Borocotó, hoy no hay sanción para algo así. ¿Cómo analiza la representación en la Argentina? ¿Es más difícil que en otros momentos, se trata de un fenómeno local? -No es un fenómeno solo argentino, es mundial. El decaimiento del sistema de representación tradicional de partidos políticos se da en todos lados. La aparición de caudillismos disruptivos también. Milei es un emergente, pero no el único. Lo que me preocupa en Argentina es pensar si el Congreso es el espejo de la sociedad. Ahí te pega una piña, porque si es así, estamos jodidos como sociedad. Una sociedad fragmentada y carente de los valores tradicionales. -En 2015, cuando fundaron Cambiemos, había una polarización entre kirchnerismo y antikirchnerismo. ¿Cómo compara aquella polarización con la actual? ¿La grieta es mayor, menor, hay más o menos diálogo? -Las dos tienen un ingrediente común: el eje es el peronismo. Históricamente siempre fue así, pero yo creo que el ingrediente más grande de polarización lo trae el kirchnerismo cuando se apropia del justicialismo. Cuando se queda con todo el peronismo asume un rol hegemónico incipiente. Pero después de la 125 se genera una oposición que llega a Gauleguaychú y a Cambiemos. La polarización era muy fuerte porque estaba el peligro de Venezuela. El kirchnerismo nunca pudo resolver ese fantasma. Ahora, si ves las elecciones, vas a encontrar peronismo y no peronismo en cada lugar. A veces, para encontrar al no peronismo vas a tener que sumar fracciones que están desligadas. Lo que pasó en la presidencial es que todo el no peronismo se juntó detrás del voto a Milei. -¿Espera algo similar para 2027? Depende de muchos factores. El kirchnerismo no logra encontrar al sucesor de Cristina, Kicillof tiene dificultades. Hay que ver si hay espacio para conformar una tercera posición. La pelota está en el aire, mucho tiene que ver con lo que hablamos al comienzo: cómo administra el gobierno las luces y sombras. -¿Cómo ve el rol de los gobernadores? En el Congreso a veces se ve cierto toma y daca. También se observa que son bien ponderados en sus distritos, pero les cuesta salir a la arena nacional. -No creo que esa tercera vía que mencionaba pueda construirse con la foto de varios gobernadores juntos. Desde el comienzo no creí en Provincias Unidas, no creo ahora. Los gobernadores tienen un mal escenario, con un sistema federal muy anquilosado, sin una verdadera ley de coparticipación federal que estimule y con un gobierno nacional que, bajo la excusa del ajuste, se maneja discrecionalmente y además sin presupuesto los dos primeros años. Los gobernadores, aunque se junten, no pueden construir algo, porque el sistema federal está en crisis. -¿Cómo analiza la cuestión generacional? Los que vienen después de su generación en la política argentina, ¿son mejores o peores? -No puedo meter a todo el mundo en la bolsa. Hay muchos chicos jóvenes que están bien formados. Por ejemplo, el radicalismo acaba de elegir un presidente que tiene treinta y seis años (Leonel Chiarella). Su gran mérito es que ha hecho una muy buena gestión en Venado Tuerto como intendente. Eso es un activo. Ahora, ¿eso solo por sí le permite ser un líder nacional? Bueno, la moneda está en el aire. Aspiro a que tenga autonomía de criterio para construir sin malos consejos, digámoslo así. Ahora, en general, la irrupción de los libertarios no ha traído como consecuencia una renovación calificada. Es más, tanto es así que han tenido que recurrir a viejas espadas de política para hacer política. Patricia Bullrich en el Senado y Diego Santilli como ministro del Interior son el ejemplo.

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