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  • Empezó a diseñar abanicos durante la pandemia y ahora ya tiene planes de exportar

    » La Capital

    Fecha: 24/12/2025 07:31

    Empezó a diseñar abanicos durante la pandemia y ahora ya tiene planes de exportar Luciana Ascolese está al frente de un emprendimiento rosarino que reinventó estos accesorios, con diseños de abanicos actuales, atractivos y personalizados Cuando, de adolescente, le fascinaban los abanicos que su tía traía de España no pensaba que esos abanicos sofisticados y coloridos podrían cambiarle la vida. Tampoco lo imaginó en plena pandemia en el momento en que pintó el primer abanico con su marca. Ahora, Luciana Ascolese está al frente de una fábrica de estos mismos objetos, con identidad rosarina que ya tiene planes para exportar a toda Latinoamérica. Pero, en el medio tuvieron que pasar muchas cosas. O al menos, así lo explica Luciana detrás del mostrador del local que hace un año abrió en el paseo Cafferata, en pleno barrio Agote y a metros de la Terminal de Omnibus Mariano Moreno. En las vidrieras del comercio, que durante años alojó a una zapatería, ahora se exhiben algunos de los más de cien modelos de abanicos, de distintos colores y tamaños, que llevan su marca. Desde el diseño hasta los últimos retoques Adentro, en el fondo del local, funciona el taller donde, según las épocas del año trabajan hasta cinco personas, y la oficina de diseño. "Acá sucede todo, desde los primeros bocetos hasta la los últimos retoques de fabricación", dice la emprendedora mientras recorre los espacios pintados de blanco donde se acumulan bobinas de tela de raso, de todos los colores, varillas de madera de diferentes espesores, tijeras, pegamentos. Cada abanico se produce en forma casi completamente artesanal. Tanto si se trata de accesorios de gran tamaño, usados para decoración; como de pequeño formato para llevar con comodidad en la cartera. Un elemento versátil, liviano y, sobre todo, práctico, que volvió a ponerse de moda. Pero esto no siempre fue así. En plena pandemia El 19 de marzo de 2020 no fue cualquier día de Argentina. Esa tarde, el ex presidente Alberto Fernández anunciaba el comienzo del aislamiento social, preventivo y obligatorio para retrasar el comienzo de un brote de Covid-19. Por esos días, Luciana ya se había recibido de diseñadora y estaba empezando a hacer carrera como tatuadora. Con tanto por delante, le era difícil quedarse quieta. "Como no podía salir, me puse a dibujar y a pintar todo lo que tenía cerca", recuerda. Primero fueron cuadernos, después paredes y en eso le llegó el turno a un abanico de papel que había traído de un viaje a Australia. Todo sin más objetivo que matar el tiempo. Luciana todavía conserva la foto de ese primer abanico intervenido con pintura negra que ya llevaba impresa su marcha: Chika, la palabra que escuchaba en sus viajes cuando sus interlocutores se enteraban que era Argentina. Esa fue la prehistoria del proyecto que con el tiempo se convirtió en un emprendimiento familiar que actualmente comparte con Carlos, su papá-socio-consejero. "Después vinieron meses investigación, de búsqueda de materiales, de pinturas, de telas, de maderas. De buscar lugares donde cortar las varillas o donde sublimar las telas. Los primeros abanicos los vendió en ferias, donde fueron bien recibidos. "La gente se copó y empezó a comprar muchos", señala. Y entonces, se dio cuenta que había que dar un paso más. "Ya no me daban las manos, el tiempo, nada. Me di cuenta de que si quería seguir con esto debía conseguir con quién hacerlo". Y en eso apareció Carlos, compraron un máquina de corte láser para madera y empezaron a ampliar la producción. Un artefacto milenario De acuerdo al diccionario, el termino abanico deriva del latín “vannus”, era un instrumento usado en la época del imperio romano para aventar el trigo. Desde su nacimiento en la antigûedad, el abanico fue un objeto con una función práctica, cuyo fin primordial era mover el aire, aventar el grano, avivar el fuego, proteger del sol y espantar insectos. Con el tiempo, también, comenzó a ser utilizado como un símbolo de poder, religioso, de clase, arma de seducción o de lenguajes secretos. Mucho más acá en el tiempo, el abanico se deconstruyó: empezó a formar parte de las marchas del orgullo, fue aliado de las luchas feministas, accesorio de moda en las fiestas electrónicas, objeto de diseño de nuevos creadores. Hasta el local de Chika se acercan mujeres de entre 30 y 50 años, varones, practicantes de TaiChi, adolescentes que buscan souvenirs originales para sus fiestas de quince y ejecutivos de empresas que los incluyen en sus fiestas de fin de año. "Son accesorios útiles y prácticos", los define Carlos. Actualmente, en el taller producen tres modelos, de distintos tamaños, con diseños propios o personalizados a gusto del cliente, con varillas de madera color natural o pintadas de negro. Y todavía tienen planes de expandirse. Capacitación para exportar Hace unas semanas, Luciana y Carlos culminaron el programa de capacitación "Primeros exportadores", un plan desarrollado por el municipio que brinda herramientas clave para que las pequeñas y medianas empresas locales logren insertarse en mercados internacionales. "Hay países como Perú, Colombia o Chile que no tienen estos productos. Son lugares con veranos intensos, donde pueden existir compradores", se entusiasma Carlos. Y así, el proyecto de Luciana va en busca de nuevos aires. 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