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Concordia » Hora Digital
Fecha: 22/12/2025 13:16
Durante el verano, el calor intenso, la radiación ultravioleta y la exposición constante al agua provocan una acelerada deshidratación de la piel. Esto afecta su textura, elasticidad y luminosidad, generando tirantez, aspereza y opacidad. Aunque comúnmente se asocia la hidratación con el consumo de agua, los expertos señalan que beber líquidos no siempre es suficiente para conservar una piel saludable en los meses más calurosos. La piel posee una barrera natural que, en verano, tiende a debilitarse y pierde parte de su capacidad para retener líquidos. Esto se traduce en signos visibles como líneas de expresión más marcadas y una apariencia apagada. “La hidratación efectiva no depende únicamente de cuánta agua se toma, sino de cómo el organismo logra retenerla y distribuirla”, explican desde el ámbito de la medicina estética. La capacidad de la piel para mantenerse hidratada está influida por varios factores, entre ellos el nivel de colágeno, la presencia de micronutrientes, el consumo de grasas saludables, la calidad del descanso y el estado general del organismo. Cuando alguno de estos elementos falla, el agua ingerida no se aprovecha correctamente a nivel cutáneo. “Una piel deshidratada es fácil de identificar: se ve apagada, pierde elasticidad y puede volverse más sensible. En verano, estos signos se intensifican porque el sol acelera la degradación del colágeno, una proteína clave para conservar la estructura y la hidratación de la piel”, explicó Dianara Tomé, especialista en medicina estética y rejuvenecimiento facial. Ante esta situación, los profesionales coinciden en que la hidratación debe abordarse de forma integral, combinando hábitos diarios que actúen desde el interior y cuidados externos sostenidos. Entre las prácticas recomendadas se destaca mantener una ingesta constante de agua durante el día para compensar la pérdida provocada por el calor y la transpiración. Además, es fundamental aportar colágeno y vitamina C a través de la alimentación, ya que estos nutrientes favorecen la firmeza, elasticidad y producción natural de colágeno en la piel. Incorporar grasas saludables como las que se encuentran en la palta, el aceite de oliva y los frutos secos también contribuye a fortalecer la barrera cutánea y a reducir la pérdida de agua transepidérmica. Por otro lado, priorizar un buen descanso nocturno estimula los procesos de regeneración celular y reparación de tejidos, esenciales para una piel equilibrada y resistente. La actividad física regular mejora la circulación sanguínea, favoreciendo la oxigenación y la correcta distribución de agua y nutrientes en la piel. Además de estos hábitos internos, el cuidado tópico es fundamental. Una rutina diaria que incluya limpieza suave, el uso de productos humectantes con ingredientes como ácido hialurónico o glicerina, y la incorporación de antioxidantes ayuda a reforzar la hidratación y proteger la piel del estrés oxidativo. Los especialistas subrayan la importancia del protector solar, que debe aplicarse incluso en días nublados, ya que la radiación solar no solo deshidrata sino que también deteriora las fibras de colágeno, afectando la firmeza y la hidratación a largo plazo. La disponibilidad de colágeno puede potenciarse mediante una alimentación equilibrada rica en proteínas, vitamina C y minerales como el zinc. En ciertos casos, se recurre a tratamientos médicos que estimulan su producción natural. “Los bioestimuladores ayudan a que la piel recupere su capacidad de generar colágeno y mantenga una hidratación más profunda y duradera desde adentro”, explicó Tomé. Según la especialista, cuando la pérdida de colágeno es más avanzada, estos tratamientos ofrecen resultados más visibles y sostenidos que las alternativas tópicas u orales. Estas prácticas, desarrolladas en el ámbito de la medicina estética y apoyadas por laboratorios especializados como Rennova, buscan mejorar la textura, firmeza y calidad de la piel sin alterar su naturalidad, brindando un cuidado integral para mantener la salud cutánea durante el verano.
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