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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 20/12/2025 08:35
Enrique Shaw, el empresario que será beatificado El papa Leon XIV beatificará próximamente al empresario argentino Enrique Shaw. No se trata solo de una noticia religiosa: es una oportunidad para volver a mirar el rol del empresario. En una época en la que se cuestiona al empresario argentino, es interesante revalorizar el costado virtuoso de este rol social. En el debate público, a veces se lo reduce al estereotipo del que “gana plata” y se pierde de vista el riesgo cotidiano que afronta el que produce y da trabajo. Shaw nació en París el 26 de febrero de 1921 y murió en Buenos Aires el 27 de agosto de 1962. Fue director general de Cristalerías Rigolleau y uno de los fundadores de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) y estuvo al frente de Pinamar S.A. Pero su legado no se resume en la cantidad de cosas que emprendió, sino en una manera de entender la economía: la empresa, para él, no era una máquina de producir ganancias, sino una comunidad de personas. La confirmación del Vaticano acerca de la beatificación de Shaw Por eso vivió la rentabilidad como un medio y no como un absoluto: necesaria para sostener el proyecto, pero insuficiente para justificarlo. Esa convicción se tradujo en decisiones concretas: salarios más justos, programas de formación, cuidado de la salud, atención a las familias. La doctrina social de la Iglesia, en Shaw, no fue un discurso; fue un criterio para gerenciar. Traerlo al presente es inevitable. En un país donde las reglas de juego cambian con frecuencia, apostar capital, tiempo y energía en una empresa no es un gesto menor. El que invierte en maquinaria, plantas, producción y empleo asume riesgos reales: manejar personal, afrontar la competitividad, responder a la demanda y sostener una carga legal y administrativa que suele ser pesada. Según Marcó, el empresario Enrique Shaw otorgaba salarios más justos, programas de formación, cuidado de la salud y atención a las familias. No es lo mismo invertir dinero en el mercado de capitales que producir: hay máquinas que se rompen, salarios que abonar cada mes, clientes que demoran en pagar y costos que no esperan. Con la baja del consumo y alta presión impositiva, cada decisión se vuelve todavía más exigente. Y, sin embargo, muchos siguen eligiendo ese camino. Podrían liquidar bienes y retirarse, o buscar rendimientos más cómodos. Pero permanecen, mejoran procesos, cuidan la calidad, buscan nuevos mercados y se esfuerzan por sostener puestos de trabajo. No se trata de negar tensiones ni errores, se trata de reconocer una vocación social que organiza la producción y crea oportunidades reales. El papa León XIV beatificará a Enrique Shaw (Reuters/Ciro de Luca) La figura de Enrique Shaw ayuda a mirar todo esto con otro lente. Revalorizar al empresario no es idealizar: es reconocer que, cuando la empresa se entiende como comunidad, se generan trabajo, futuro y dignidad. A veces eso exige sacrificar comodidad y asumir estrés para que otros tengan un salario, una capacitación y pan en la mesa. En tiempos difíciles, necesitamos dirigentes capaces de producir sin olvidar a la persona, y de ganar sin convertir la ganancia en un ídolo. Pero también es deber de una sociedad valorar a los empresarios como actores sociales en el desarrollo de un país. Ahí, en decisiones concretas y cotidianas, se juega una economía verdaderamente humana, y se forja una vocación de servicio al prójimo que a Enrique Shaw lo llevó a la santidad como proyecto de vida.
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