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  • Amantes, herederos débiles y una dinastía sin futuro: Felipe IV, el rey adicto al sexo que tuvo 46 hijos

    » Clarin

    Fecha: 18/12/2025 08:39

    Felipe IV reinó en España entre 1621 y 1665, y fue uno de los reyes más activos sexualmente en la historia de Europa. Entre matrimonios oficiales y una lista interminable de amantes, a lo largo de su vida tuvo alrededor de 46 hijos. Mientras la monarquía necesitaba imperiosamente un heredero que asegurara el trono, Felipe IV siguió con su vida de sexo y mujeres que no cesó a pesar del paso de los años. El problema no era realmente la cantidad de hijos que tuvo, sino lo que él no hizo cuando empezaron a morir. Es que las conductas que arrastraba la familia desde hacía siglos fueron la razón de que ninguno de los descendientes fuera lo suficientemente fuerte para sobrevivir y continuar el linaje de los Austrias de España. El deseo de Felipe IV no cesaba Felipe IV no fue un rey ocasionalmente infiel, sino que su promiscuidad lo hacía serlo sistemáticamente. Mantuvo relaciones paralelas, prolongadas y, por supuesto, muchas veces simultáneas. Actrices, damas de compañía y mujeres del entorno palaciego formaron parte de una red estable de vínculos que la corte conocía y normalizaba. Felipe IV con poco más de 20 años con un look austero. Foto: Museo Nacional del Prado. Estos vínculos sexuales (o algo más que eso), no tuvieron pausas, ni retiros o cambios de conducta tras tragedias familiares o crisis políticas. El deseo del rey no se adaptaba al contexto, simplemente fluía. Mientras le delegaba el reino a la corte y el imperio se desgastaba, Felipe IV seguía sosteniendo su apasionada vida privada con una regularidad casi automática. Muchos hijos, pocos herederos De los 11 hijos legítimos, la mayoría murió en la infancia. Su primera esposa, Isabel de Borbón, atravesó abortos y pérdidas constantes entre 1620 y 1630. El contraste era brutal (e irónico): el rey seguía teniendo hijos, pero la línea legítima se apagaba. Cada nacimiento parecía una nueva oportunidad, una pizca de esperanza pero cada muerte volvía a poner todo en cero. Juan José de Austria fue el único hijo extramatrimonial reconocido. Foto: Wikipedia El único hijo ilegitimo que sí fue reconocido fue Juan José de Austria, nacido en 1629 de su relación con la actriz María Inés Calderón, mejor conocida como "La calderona". Felipe IV lo reconoció, lo educó como príncipe y le dio carrera política. Este reconocimiento deja algo claro: el rey era consciente de las consecuencias de su vida sexual, pero simplemente no fue opción, para él, utilizarlas para resolver la sucesión. La genética real estaba marcada por la endogamia Felipe IV nació dentro de una familia que llevaba generaciones casándose entre sí. Sus padres eran primos hermanos y sus abuelos, tío y sobrina. Esa política matrimonial, pensada para conservar territorios, fue la que acabó con el linaje. Las consecuencias estaban a la vista. El prognatismo mandibular típico de los Habsburgo, no solo era un rasgo estético: reflejaba las descendencias por parentescos acumuladas. A eso se sumaban sistemas inmunológicos frágiles y una mortalidad infantil elevada dentro de la familia real. En su descendencia, el patrón se repitió: abortos recurrentes, hijos que nacían débiles y herederos que morían jóvenes mostraron que la fertilidad del rey chocaba con un límite biológico. Carlos II el último heredero de la familia de los Hasburgo de España. Foto: Wikipedia. El tiempo para engendrar un heredero terminaba... Para fines de la década de 1640, el panorama que preocupaba a la corte, comenzó a preocupar a Felipe IV. La mayoría de sus hijos legítimos había muerto, los abortos eran constantes y el único heredero viable, Baltasar Carlos, falleció en 1646 con 17 años. A esta altura, el problema sucesorio ya no era una amenaza a futuro sino una urgencia política. El rey conocía los límites de su propia familia, sabía que la endogamia acumulada estaba debilitando la dinastía y su conducta "privada" no estaba produciendo herederos sólidos. En 1649, tomó una decisión que refleja claramente que no aprendió de los errores: se casó con Mariana de Austria, su sobrina. La elección no fue romántica ni improvisada, fue una "estrategia". Buscaba asegurar el heredero varón legítimo reforzando la alianza familiar, aún cuando eso implicara profundizar el desgaste genético que ya era evidente. Los embarazos llegaron pero repitieron los patrones anteriores. Varios hijos murieron en la infancia y otros nacieron con una salud extremadamente frágil. En 1661 nació Carlos II, el último hijo del rey. Felipe IV junto a su segunda esposa, Mariana de Austria en su boda. Foto: Biblioteca Miguel Cervantes. Desde su nacimiento, mostró dificultades físicas y de desarrollo, pero logró sobrevivir. En ese momento toda continuidad de la monarquía dependía de él. Felipe IV murió en 1665 sin haber corregido ni su conducta personal ni la estructura familiar que había llevado la dinastía al límite. Carlos II heredó la corona con apenas cuatro años y una carga genética demasiado frágil: enfermedades recurrentes, retrasos en el desarrollo y, en la adultez, incapacidad reproductiva.

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