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» Clarin
Fecha: 16/12/2025 16:33
Un DNI argentino a nombre de Josep Borrell viaja en la billetera del ex canciller de la Unión Europea. Porque Borrell, hasta el año pasado Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, es hijo de un mendocino que emigró a España el siglo pasado. Y él, curioso por sus orígenes argentinos, durante un viaje en el que acompañó como canciller de España al rey Felipe VI a la Argentina en 2019, se escapó a Mendoza para conocer la casa en la que había nacido su padre. Hoy, a los 78, Borrell, que preside el centro de investigación en relaciones internacionales CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs), considera que Argentina “es el perrito faldero de Trump” y lamenta que Europa “no le preste la debida atención a América Latina, a excepción de España, por razones culturales e históricas”. “América Latina es una parte del mundo muy cerrada en sí misma -dice Borrell a Clarín-. Y pesa sólo el 3 por ciento del comercio internacional”. -¿Y Europa? ¿Cuál es su diagnóstico sobre la región? -Europa es un extraño animal. Yo he vivido en sus entrañas, como decía Jonás, y conozco cómo funciona el monstruo. Es un club de Estados que comparten algunas cosas y otras, celosamente, no las quieren compartir. Creo que Europa es más importante para los ciudadanos de lo que los ciudadanos perciben. Su importancia está minusvalorada en la práctica porque nos hemos acostumbrado a que exista y no le damos la importancia que tiene. Y es menos importante de lo que los líderes europeos pretenden. Pretendemos cosas que no somos. Los ciudadanos y los gobiernos tienen tendencia a pedir peras al olmo, a pedirle a Europa cosas que no está preparada para hacer. -¿Por ejemplo? -La política de vivienda. “A ver si Europa hace algo”, le reclaman. ¿Qué va a hacer Europa con la política de vivienda? Nunca nadie le pidió que hiciera nada. Hace años, la gran discusión era la subsidiaridad, que Europa no se metiera donde no la llamaban. Hoy llamamos a la puerta de Europa porque esperamos que alguien nos eche una mano. Lo mismo pasa con la defensa. Nunca nadie le pidió a Europa que desarrollase una política de defensa. Borrell fue hasta el año pasado Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea. Foto Reuters -¿Acaso no habría que haberla previsto? -Europa es un proyecto de paz que se construye desde la renuncia al uso de la fuerza. Tanto habíamos abusado de la fuerza en nuestras guerras que Europa se construye sobre una premisa: no vamos a usar la fuerza. Y nos hemos acostumbrado a un mundo donde la fuerza estaba ausente, y ahora resulta que la fuerza está presente. Demasiado presente. Y eso exige que Europa cambie la perspectiva y haga cosas para las cuales no fue diseñada. Y ahí tenemos un problema político. Hay un 30 por ciento de la población europea que no quiere más Europa, que es refractaria, reacia a la idea de Europa porque es una idea que supera a la nación. Y para la derecha, la nación es lo importante y cuánto más nación, mejor. Si ganara esa derecha en Europa, el proyecto europeo se vería seriamente afectado. -¿El auge de los partidos de extrema derecha nacional-populista es la principal amenaza para la integración europea? -El auge de la ultraderecha es una consecuencia, no la causa. El problema real es el bloqueo del sueño europeo. Europa hoy está totalmente bloqueada en la regulación de la regulación, y no ofrece un lugar de futuro. Nos hemos convertido en un museo. -¿Cuál es el obstáculo más frustrante que enfrenta el mecanismo de toma de decisiones de la Unión Europea? -El problema es que somos 27 Estados y cada uno es de su padre y de su madre. La unanimidad nos mata. No tenemos que estar de acuerdo todos en todo; eso es imposible. Además, el mecanismo funciona muy mal, y la burocracia que lo acompaña es, la verdad, mortífera. Es extremadamente difícil hacer una política común cuando en un país gobierna la derecha y en otro gobierna la izquierda, y cada uno va a lo suyo. -¿Qué lo preocupa de Europa hoy? -El choque Putin: no hace mucho tiempo, (el presidente ruso Vladimir) Putin era elogiado en Europa como suministrador de energía barata. Pero ahora nos ha metido en un gran lío. Y si Ucrania cayera, el lío sería todavía peor. Europa necesita responder la pregunta existencial de si está en condiciones de ayudar a Ucrania a defenderse aunque Estados Unidos no lo haga. Luego, el choque Trump: “The West” (“el Oeste”), con Trump en la Casa Blanca, ya no existe. Los europeos estamos un poco solos. El tercer choque es el demográfico. Somos pocos. Cada vez somos menos y más viejos. Eso plantea, para la sociedad europea, la integración de inmigrantes. Y eso tiene respuestas distintas en los distintos países de Europa. Lo importante no es el Producto Bruto Interno (PBI) sino el PBI per cápita, que es como lo cuentan los economistas. Hay que contar la productividad y el retraso tecnológico. Nosotros hemos perdido la batalla del coche eléctrico. China nos gana de corrido. También a Estados Unidos. -¿Coincide con la idea según la cual el multilateralismo murió? -El sistema multilateral ha dejado de existir. Hoy vivimos en un mundo multipolar, o incluso con sólo dos polos: China y Estados Unidos. Hemos pasado de un orden con reglas más o menos definidas a un mundo donde sólo cuenta la fuerza. Instituciones como la Organización Mundial del Comercio (OMC) están desaparecidas completamente, ya que la economía se ha convertido en un arma. Lo vemos, por ejemplo, en el uso (que hace Donald Trump) de derechos de aduana como castigo. -Sobre el conflicto entre Israel y Palestina, ¿Cree que sigue siendo una meta realista la solución de los dos Estados?
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