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  • Consultas médicas por IA: una cuestión de confianza

    » La voz

    Fecha: 15/12/2025 01:22

    La oferta es amplia. Basta enunciar un prompt adecuado para recibir infinitas respuestas sobre cuestiones de salud a través de la inteligencia artificial (IA). Preparada para todo público, para estudiantes o profesionales de la medicina, todos acceden a enfermedades, procedimientos médicos y recursos terapéuticos de manera inmediata, sin horarios ni costo económico y a través de dispositivos que nunca se apagan. Todo resulta especialmente tentador para quienes no disponen de tiempo, de paciencia o de servicios presenciales accesibles. Sin embargo, no da igual que la consulta sea por una picadura de insecto que por una cefalea de larga data. La respuesta (artificial) será inmediata y razonable en ambos casos, pero las consecuencias podrían tener diversa severidad. Entusiastas defensores de las consultas por IA destacan la preservación de la intimidad. Un argumento válido, excepto cuando la persona queda sola, sin personas reales; algo cada vez más usual entre adolescentes que chatean con un bot sobre su tristeza, alguna frustración o puro desasosiego. “El uso de la IA en medicina no es el futuro: es el presente”, anuncia OpenAI, y exhibe con orgullo cifras en el sitio Datastudios (2025): “El chatbot es usado a diario por más de 122 millones de personas a nivel mundial”. La cifra impacta, aunque ¿cuál fue el resultado de las consultas? ¿Cuántas personas mejoraron? ¿Cuántas empeoraron? ¿Cuántas malinterpretaron las respuestas? ¿Cuántas postergaron tratamientos? ¿Cuántas se suicidaron? OpenIA también aporta esbozos de prudencia: “La IA no reemplaza al médico, sino que agiliza procesos”. Como en todas las profesiones, los agentes de salud son irremplazables si cuentan con oportunidad, conocimientos, experiencia y habilidades específicas. Sin alguna de ellas o ninguna de esas condiciones, bien podrían ser reemplazados por la IA, aunque sólo ocasionalmente y hasta confirmación humana. Respecto de agilizar procesos, se agradece que cualquier trámite sea resuelto eficazmente, mientras esto no represente aumentar la velocidad de los procedimientos. Así como el exceso de velocidad es la primera causa de accidentes viales, lo es de errores diagnósticos o terapéuticos. Y llegamos a una provocativa pregunta/invitación que aparece en cuentas de la red social Instagram, respaldada por aparentes médicos: “¿Necesitás respuestas médicas en las que puedas confiar?” Alto. Pausa. Momento para analizar el significado de la palabra “confianza”. Como toda emoción, la confianza es una respuesta tanto biológica como anímica a estímulos. Tiene la particularidad de ser dirigida a algo o a alguien –incluso uno mismo– que tiene cualidades para resolver problemas, espantar miedos… En fin, ayudar. Para Aristóteles la confianza era hija del miedo. Con alguien confiable cerca, ese temor desaparecería y daría lugar a la esperanza. Con esos elementos, el filósofo griego definía que una persona era confiable no sólo por ser eficiente y rápido, sino también por cualidades difíciles de identificar en inteligencias no humanas: la generosidad y la benevolencia. Es verdad, en el siglo IV antes de la era cristiana las únicas inteligencias alternativas eran las divinas. Dioses y diosas griegos eran inmortales y con poder sobre fenómenos naturales, pero tenían los mismos defectos y cometían idénticas equivocaciones que cualquier habitante. Y, hay que remarcarlo, ninguno era omnipresente; característica de ancestrales culturas monoteístas. Y hoy, claro, de la web. Confiar es contar con otro. Con la (irreflexiva) compasión y la (imperfecta) empatía que requiere acompañar tanto la dolencia del enfermo como las angustias y el desconcierto de su familia, de sus amigos. Desde una picadura de insecto a una cefalea de larga data. Médico

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