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» Clarin
Fecha: 15/12/2025 01:13
Trump, Bolsonaro, Milei, Meloni, Ordán, Bukele. La lista podría seguir. Lo cierto es que este domingo a la noche, en Chile, se sumó al grupo un nuevo aliado: el ultraconservador José Antonio Kast. Pero a pesar de lo que se pudiese especular, el nuevo presidente chileno está lejos de ser un ‘outsider’ o una estrella disruptiva en su espectro político. Kast es un político profesional, que creció ideológicamente al alero de la Unión Demócrata Independiente (UDI), uno de los partidos que forman parte de la coalición de centro derecha que llevó a Sebastián Piñera al poder. En ese partido, el descendiente alemán fue diputado e intentó ser presidente de su colectividad cuando sintió que la centro derecha realizaba concesiones valóricas y sociales. José Antonio Kast renunció a la UDI siendo ya una figura conocida en Chile. Es, en esencia, un persistente. Su arco ideológico es el de la derecha post-dictadura, durante toda la década de los noventa: conservador en lo valórico y neoliberal en lo económico. Católico confesional, se opone al aborto, al matrimonio igualitario y la adopción homoparental. Sin embargo, en su tercera arremetida por la presidencia de Chile renunció a dar esa batalla cultural. Kast ha dicho que no se retrocederá en derechos adquiridos, como el aborto de tres causales o el matrimonio igualitaria, y que su gobierno será un gobierno de emergencia. José Antonio Kast viene de la derecha tradicional en el país. Foto: REUTERS Diferencias con sus aliados internacionales Es en este punto donde comienzan las distinciones con su grupo de aliados internacional. Al menos en campaña, Kast no propuso una batalla cultural. Por el contrario, lo suyo es combatir el crimen, expulsar a inmigrantes sin documentos y hacer crecer el país, bajando impuestos y destrabando los permisos para obras públicas que están paralizadas: recuperar el orden, algo así como volver al Chile del 17 de octubre de 2019, un día antes del estallido social. Es más bien una propuesta de gestión, similar a la de Piñera, pero con una gran salvedad. A diferencia de Piñera, Kast es frontal en sus posiciones y no concede el acuerdo transversal de la política como un fin. Está convencido de que puede proponerle al país ideas que pueden construir mayorías sociales capaces de defenderlas de sus adversarios. Ha dicho que los inmigrantes ilegales tienen hasta el 11 de marzo, día en que asume la presidencia, para irse voluntariamente. A cambio pueden llevarse todas sus pertenencias y no ser sancionados con la prohibición de ingreso al país por 10 años. Desde el 11 de marzo su propuesta es otra: expulsar, “con lo puesto” -enfatizó-, a quienes no tienen residencia temporal o definitiva. Señaló que los expulsará por cielo, mar y tierra, de ser necesario. Para ello ya ha comenzado contactos informales con Perú y Ecuador para un corredor humanitario hacia Venezuela, otorgando los respectivos salvoconductos de tránsito. En seguridad pública su prioridad es el combate al crimen organizado, que ha tornado la criminología chilena en una más violenta y cruel. Si bien las cifras de homicidios no son las de un país en crisis, los secuestros o robos con violencia aumentaron durante el gobierno de Gabriel Boric. Para ello, ha reivindicado el rol de Carabineros, fuertemente criticados por la izquierda durante el estallido social. También ha propuesto la participación de militares contra el crimen y en su equipo programático de seguridad hay ex generales de las fuerzas armadas. En lo económico ha enfatizado la importancia de volver a crecer como las últimas décadas. Previas al estallido. Para ello ha propuesto la reducción de impuestos, el recorte del gasto fiscal y reducir las trabas burocráticas para que las obras de infraestructura se puedan ejecutar lo antes posible. Según cálculos de su equipo, hay 100 mil millones de dólares en inversión paralizados. Si uno analiza los ejes del gobierno de emergencia de Kast, no existe gran diferencia con la derecha tradicional chilena o con otros mandatarios como Reagan o Thatcher. Por eso, para muchos lo suyo es, ideológicamente, una regresión y reivindicación de ideas, más que una alternativa contestataria o “ultra”, como ha ocurrido en otros países del orbe. Quienes han perdido en esta pasada son los políticos de la derecha más moderna, la que se había construido al alero de Sebastián Piñera, y que ven que su disposición al diálogo y los acuerdos terminó arrastrándolos al grupo de quienes la ciudadanía sindica como responsables del estado actual del país. Un cartel en apoyo a José Antonio Kast, durante la campaña, en Santiago. Foto: EFE Posibles escenarios El problema, advierten sus detractores, es que la amplia victoria de este domingo pueda “abrir el apetito” de entrar a la batalla cultural o disputar derechos adquiridos. Ese, según analistas, seria un escenario de mayor enfrentamiento y crispación social. Pero entre las filas de Kast, políticos como el senador electo Rodolfo Carter han señalado que el nuevo presidente debe asumir que ha ganado “con votos prestados”. “Quien gana en segunda vuelta lo hace con votos que no son suyos”, dijo esta semana a Canal 13 de Chile.
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