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Parana » Analisis Litoral
Fecha: 13/12/2025 09:23
WhatsApp Facebook Twitter Messenger Copy Copied 0 Shares Tiene entre 18 y 29 años, vive en crisis permanente y siente que el sistema nunca jugó a su favor. En ese contexto, Javier Milei dejó de ser solo un dirigente disruptivo para convertirse en un canal de expresión de una bronca acumulada. No es idolatría ciega: es hartazgo, ruptura y búsqueda de sentido en un país que dejó de ofrecer futuro. Una generación sin promesa de progreso Los jóvenes que hoy adhieren a Milei crecieron sin conocer estabilidad económica. A diferencia de sus padres o abuelos, no vivieron ciclos de ascenso social ni etapas de previsibilidad. Su biografía está marcada por la inflación crónica, la precarización laboral, la imposibilidad de ahorrar y la frustración de estudiar sin garantías de inserción profesional. Para esta franja etaria, el concepto de “progreso” no es una meta postergada: es una experiencia ajena. Y cuando no hay nada que conservar, la idea de romper con todo deja de parecer riesgosa. TOUR DE LA GRATITUD MUCHAS GRACIAS CÓRDOBA VIVA LA LIBERTAD CARAJO pic.twitter.com/BMAW2ReYzh — Javier Milei (@JMilei) December 12, 2025 El rechazo a la política tradicional En el diagnóstico joven, la política argentina aparece como un circuito cerrado que se reproduce a sí mismo. Los mismos nombres, los mismos partidos, los mismos discursos y resultados que nunca llegan. El peronismo, en particular, ya no es percibido como un movimiento de inclusión social, sino como una estructura de poder permanente asociada a inflación, clientelismo y estancamiento. El radicalismo, en tanto, aparece diluido, sin identidad clara y subordinado a alianzas coyunturales. Milei irrumpe ofreciendo un esquema simple y confrontativo: la casta contra la gente. Sin matices ni zonas grises. Una lectura que, para muchos jóvenes, ordena el caos. Un lenguaje que rompe el molde Mientras la dirigencia tradicional cuida las formas, mide palabras y se refugia en tecnicismos, Milei grita, exagera, se equivoca y confronta. No actúa como un político clásico: se comporta como un outsider que no pide permiso. En la lógica de las redes sociales, donde priman la autenticidad y la emocionalidad, ese estilo resulta más eficaz que cualquier discurso institucional. Para una generación criada entre streams, memes y viralización, la corrección política suena lejana y poco creíble. El Estado visto como obstáculo A diferencia de generaciones anteriores, muchos jóvenes no asocian al Estado con protección o ascenso social. Lo ven como una estructura que cobra, regula y limita, pero que no devuelve en oportunidades. Impuestos sin contraprestación, burocracia interminable y políticas públicas que parecen beneficiar siempre a otros conforman un malestar que Milei traduce en una consigna directa: el problema no sos vos, es el sistema. El regreso del mérito como bandera En un contexto donde el esfuerzo parece no rendir y el acomodo parece imponerse, la reivindicación del mérito adquiere un valor simbólico central. Milei propone una narrativa donde el trabajo individual vuelve a ser moralmente recompensado. No se trata solo de economía. Para muchos jóvenes, es una reivindicación ética: que el sacrificio personal no sea castigado por reglas arbitrarias. Rebeldía en clave libertaria Cada generación canaliza su rebeldía de forma distinta. Si otras lo hicieron desde el progresismo o la izquierda, esta lo hace desde una postura anti-Estado, anti-política tradicional y profundamente crítica del consenso dominante. Acompañar a Milei también implica incomodar, provocar y romper acuerdos que sienten impuestos desde arriba. No es conservadurismo clásico: es una forma contemporánea de antisistema. No fanatismo, sino herramienta Un error frecuente es asumir que los jóvenes idealizan a Milei. En muchos casos, no ocurre. Lo perciben como un instrumento de choque, una oportunidad para forzar un cambio abrupto en un sistema que consideran agotado. Si funciona, mejor. Si fracasa, al menos habrá expuesto los límites de una política que dejó de interpelarlos. Una señal de alerta para la dirigencia Javier Milei no creó el malestar juvenil. Lo interpretó y lo amplificó. Su crecimiento entre los jóvenes no es una anomalía, sino un síntoma. La pregunta de fondo no es por qué una parte de la juventud lo acompaña. La pregunta incómoda es por qué el resto de la política dejó de ofrecerles un horizonte creíble durante tanto tiempo. Análisis Litoral
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