13/12/2025 02:32
13/12/2025 02:31
13/12/2025 02:31
13/12/2025 02:31
13/12/2025 02:31
13/12/2025 02:30
13/12/2025 02:30
13/12/2025 02:30
13/12/2025 02:30
13/12/2025 02:30
» Diario Cordoba
Fecha: 13/12/2025 00:57
Puede que sea por la psicología de la anticipación, por la expectativa de esperar algo bueno que nos produce estímulos y dopamina. Pero la realidad es que cada año parece que se adelantan más las celebraciones navideñas. Este año, en Venezuela comenzaron en octubre por decreto a criterio del narco régimen de turno. Otros, en una competición ilógica, se adelantan con el anuncio del árbol más gigante como en Vigo el pasado 15 de noviembre. La temporada navideña comenzó para muchos atraídos por la publicidad con la llegada del Black Friday y las ofertas para el consumo desmedido de lo que no necesitas. Para los más tradicionales las Navidades se unen al tiempo litúrgico y comienzan con la llegada del Adviento como preparación interior propia frente a tantos ruidos externos. Algunos esperan a la inauguración del alumbrado público extraordinario como señal civil de salida. Y otros arrancan con la llegada del puente festivo de la Constitución-Inmaculada con sus desplazamientos masivos. En todo caso, ya hemos sacado los belenes y comprado las flores de pascua, engalanados los hogares y adornados esos abetos made in China que guardamos en algún polvoriento rincón del trastero. A pesar de todo necesitamos de esta antesala pre navidad, no tanto por el agosto que hacen algunos ahora que todo se mide en cifras de crecimiento económico, sino porque el ambiente en la ciudad se torna más festivo y humano, algo más entrañable y cercano, entre tanta aspereza del camino que nos asalta a diario. Disfruto de este tiempo donde los mejores regalos no se envuelven. Procuro cada año recrearme en alguna «zambomba» que nos retorne a los compases de la tierra. Donde casi todo permanece adulterado o resulta promovido con intereses espurios, triunfa siempre lo genuino y lo auténtico. Tradiciones seculares en las que nos reconocemos y hábitos que nos sirven para cuidarnos. Estamos ahora en plena etapa de comidas de hermandad. No hay trabajo, empresa, peña, asociación, cofradía o grupo que se precie que no tenga una reunión especial en torno a una buena mesa. Las razones de todo ello siempre son más profundas que el destello de las luces, la convocatoria lúdica o el reclamo comercial. Estas semanas de preNavidad suelen vivirse con entusiasmo porque combinan factores emocionales, culturales, sociales y psicológicos que actúan al mismo tiempo. La Navidad no es una temporada sino un sentimiento. Los seres humanos necesitamos momentos especiales que marquen el paso del tiempo y den estructura a la vida y la Navidad es uno de los rituales más potentes del año: anticiparla nos conecta con algo más grande que lo cotidiano, ya sea espiritual, cultural o simbólico. Se refuerza la conexión social con reencuentros y celebraciones colectivas que van mucho más allá de las redes sociales, reforzando la sensación de pertenencia a grupos y colectivos, porque la Navidad es compartir. No olvidemos que suele estar asociada a recuerdos de infancia, villancicos, juegos, familia reunida, etc. que genera una calidez emocional y nos protege del estrés acumulado del año. La estética y el ambiente son estímulos sensoriales positivos que influyen. Pero sobre todo, es la época de mayor generosidad, de gratitud y de esperanza en un futuro mejor que nos merecemos, para querernos más y mirarnos mejor. *Abogado
Ver noticia original