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  • Entre sirenas, accidentes y al filo de las lágrimas: cómo es un día en la vida del chofer de la ambulancia de Alberto Crescenti

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 12/12/2025 06:40

    “Ser chofer no es solamente llevar a una persona de un sitio a otro”, asegura (SAME) “Ser chofer no es solamente llevar a una persona de un sitio a otro”, asegura Víctor Costa. Así describe no solo su trabajo y pasión, sino su modo de habitar el mundo. Desde hace unos 25 años es parte del Sistema de Atención Médica de Emergencias y desde marzo de este año es el conductor personal de Alberto Crescenti, jefe del SAME, y figura central de la emergencia prehospitalaria en el país. Aunque podría hablar de velocidad, precisión o adrenalina de su tarea cotidiana, prefiere hablar de historias: de los pasajeros anónimos, de las madrugadas tensas y de los silencios compartidos dentro de una ambulancia que avanza mientras la ciudad se abre en dos para dejarla pasar. Víctor se volvió un experto en navegar ese territorio donde la urgencia es norma y cada minuto pesa. “Estamos preparados para la presión”, resume, aunque detrás de la frase hay un cuarto de siglo de calles, protocolos, noches hostiles y transformaciones vertiginosas. Su vida podría contarse en trayectos, pero también en los cambios que atravesaron su oficio: desde los tiempos en que debía conocer la ciudad como la palma de su mano hasta la irrupción de la tecnología, los riesgos urbanos y el impacto que dejó la pandemia. Desde hace más de 20 años, Víctor Costa trabaja como chofer de ambulancias del SAME (SAME) Su historia Antes de convertirse en uno de los choferes más experimentados del SAME, Víctor pasó años al volante de un taxi, que hoy mantiene pero a su propio ritmo. Aquella primera etapa le enseñó a leer miradas, movimientos y tensiones; también le dio una escuela de paciencia y supervivencia urbana. “Nunca imaginé que este oficio me iba a dar tantas experiencias distintas”, admite. Luego de pasar por otras labores, comenzó a manejar ambulancias, con todo lo que eso implica. En ese momento no sabía que la ruta elegida lo llevaría a manejar la unidad del propio Alberto Crescenti, “un honor” que todavía lo emociona, asegura. “Cuando me dijeron que él quería que fuera yo su chofer, sentí que la vida me premiaba por amar lo que hago”. A los 66 años, el hombre del barrio de Flores comienza cada jornada con una rutina disciplinada: levantarse temprano, preparar la ambulancia, buscar a su jefe e iniciar las recorridas por la ciudad que conoce de memoria. Antes de tener esta función, trabajó en distintos puntos de la Ciudad, incluso le tocó atravesar zonas donde vivió un incidente. Recuerda que durante sus guardias cerca de Plaza de Mayo, entre manifestaciones y contenedores ardiendo, vivió momentos lamentables. “Una vez nos tiraron cosas, nos rompieron parabrisas. Nosotros solo queríamos llegar. La gente cree que pertenecemos a un partido político, pero somos de la gente”, dice. En este tiempo también vio cómo la ciudad cambió. Hoy hay más prisa, discusiones y distracción en las calles. También nota que en estas dos décadas hubo cambios en su oficio. “Antes tenías que conocer todas las calles. Ahora todo pasa por aplicaciones, por el GPS. Es otro mundo”, afirma. En las calles, los riesgos siguen igual o crecieron junto con el tránsito y todo eso se siente al final del día. “El cansancio se acumula y lo sentís en el cuerpo”. A Víctor —y al igual que el personal de salud en todo el mundo— le tocó estar de pie durante la pandemia de coronavirus y vivió momentos duros que no olvida. “Mientras la orden era que todos se quedaran en casa, nosotros estábamos en las calles y no sabíamos a qué nos enfrentábamos. Íbamos a pelear con un escarbadientes contra un ejército”, recuerda. A pesar de la incertidumbre, el SAME respondió con protocolos estrictos y tecnología. También, por esos días, le tocó recibir el reconocimiento social desde los balcones, cuando los vecinos salían a aplaudir a todo el personal y darle simbólicamente todo su apoyo, aunque admite que no hubo recompensa económica. Todo lo hizo “por amor al prójimo”, sostiene. En ese sentido, cuenta que el trabajo que le apasiona convive con otra realidad: el salario no alcanza. “Tengo taxi también. Cuando no trabajo en el SAME, manejo el taxi”, dice. Desde hace años combina ambos oficios, algo que lo mantiene en movimiento. “Tengo 66 años y no quiero que esto termine nunca. Si un día siento que no estoy para dar una respuesta, daría un paso al costado. Lo primero es la gente”. El trabajo codo a codo con bomberos, muchas veces, es fundamental Vivir entre la urgencia Vivir entre la urgencia es, para Víctor, más vocación que trabajo. Ser el chofer personal de Alberto Crescenti —el histórico director del SAME— es un honor que todavía lo conmueve. “Me levanto a las 4:30 cada mañana para ir a buscar al doctor. Me baño, me afeito, limpio la ambulancia, la dejo impecable. A las 6:45 estoy en la puerta de su casa. Para mí es como si fuera el presidente de la República, pero del SAME”, cuenta con devoción. Antes de que la sirena atraviese la ciudad, él ya está listo, y dedica un ritual casi ceremonial a preparar la unidad. Sabe que manejar una ambulancia no es simplemente avanzar con la sirena encendida. Es anticipar, esquivar y decidir. “Si no sos rápido, si no sos atento, cualquier segundo puede cambiarlo todo.” Cada día implica tener que lidiar con mucha adrenalina y tener que tomar decisiones inmediatas. Lo vivió en incendios, en el último descarrilamiento de un tren, en algún accidente masivo, o con personas que sufren un paro cardíaco o un ataque de pánico. En esos momentos, hacen un trabajo a la par con el resto del personal de rescate. “Los bomberos, por ejemplo, nos autorizan a entrar cuando el lugar es seguro. Hay muchos protocolos. Y hasta lo seguro puede cambiar al instante. Hay que tener los ojos muy abiertos”, explica. “Somos camaradas. Todos tiramos para el mismo lado”, describe sobre ese entramado de médicos, bomberos, policías y choferes que hacen posible una respuesta coordinada en los momentos más críticos. En su filosofía, todos los auxilios valen lo mismo: una vida en riesgo, un ataque de pánico, una fractura. “Hay que contener a las personas porque están viviendo momentos complejos. Les decimos cómo calmarse, cómo respirar y las tranquilizamos porque estamos entrenados”, cuenta y confía que hay algo en particular que siempre lo conmueve. “Cuando los vecinos reconocen a Crescenti y lo felicitan en semáforos ¡Qué maravilla el respeto que le tienen! Y el agradecimiento”. El orgulloso chofer (SAME) Cómo se preparan El entrenamiento de los choferes del SAME va mucho más allá de conducir. “Estamos preparados para la presión”, dice Víctor. Además de la rutina diaria en calle, los choferes aprenden a asistir a los médicos durante procedimientos: preparar medicamentos o realizar maniobras autorizadas de RCP y de desobstrucción de vías aéreas, entre otras tareas. Aprenden también a estacionar las ambulancias estratégicamente, generando vías de salida rápidas sin obstrucciones para la flota. El entrenamiento incluye logística en conjunto con la Policía y los Bomberos, simulacros, exámenes teóricos y prácticas constantes en la Sede Central en Parque Patricios y en Base Rodó, donde funciona la Subgerencia Operativa de Administración de Flota Móviles. “En definitiva, estamos listos para la emergencia total”, asegura. La progresión es gradual: primero traslados sencillos e interhospitalarios, luego emergencias y, finalmente, especialización en la conducción de diferentes tipos de ambulancias: oxigenación, triage, eléctricas o de llegada pronta, como la que él maneja ahora. “Nunca termino de aprender, siempre aparecen cosas nuevas”, asevera. Alberto Crescenti durante el operativo en el incendio en Caballito Más allá de la técnica, la empatía con el paciente es clave. “Si yo tengo a un herido de bala en la parte trasera, no puedo agarrar una loma de burro a máxima velocidad; del mismo modo que no puedo ir con las sirenas encendidas a todo volumen con alguien con problemas psiquiátricos porque podemos agravar el cuadro”, explica. El SAME dispone de 30 bases distribuidas en la ciudad para garantizar que todas estén a cinco minutos de distintos centros de salud, un parque automotor de 110 vehículos, incluidos 70 ambulancias y 40 unidades especiales (motos, helicópteros, unidades de especialidades como neonatología o terapia intensiva), y dos helicópteros con base en Puerto Madero y 12 helipuertos para asistencia aérea, ahora operativos 24 horas. La institución también cuenta con el SAME Psiquiátrico, preparado para emergencias de salud mental en vía pública. “Nuestro escuadrón aéreo es motivo de orgullo: es el único escuadrón de Argentina que asiste víctimas en una ciudad y lo tenemos nosotros”, dice Crescenti. “La preparación mental también es clave: cada vez que nos pasa algo, en seguida hablamos con el equipo interdisciplinario de Factores Humanos, que brinda asesoramiento psicológico para mantenernos a todos aptos y listos, y lo tratamos para volver a estar psicológicamente preparados y salir con la ambulancia”, finaliza.

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