12/12/2025 07:42
12/12/2025 07:41
12/12/2025 07:41
12/12/2025 07:40
12/12/2025 07:39
12/12/2025 07:35
12/12/2025 07:35
12/12/2025 07:34
12/12/2025 07:33
12/12/2025 07:33
» Misionesopina
Fecha: 12/12/2025 06:25
Por Luis Huls * El 10 de diciembre el diputado libertario de Misiones, Adrián Núñez reivindicó las ideas de Javier Milei afirmando que los “héroes” son quienes producen más, con calidad y más barato, poniendo en palabras la filosofía central del proyecto libertario: abaratar costos laborales para elevar la competitividad. Lo que no dijo —y lo que la historia económica demuestra con contundencia— es que ese tipo de eficiencia solo se consigue de una manera: precarizando a la fuerza del trabajo. La trampa del “más y mejor por menos” En cualquier economía sana, producir bienes de calidad requiere conocimiento, inversión, tecnología y salarios acordes. Pero en la visión de Milei, la ecuación se resuelve distinto: calidad con bajo precio se obtiene abaratando la mano de obra. Es decir, trabajadores que producen mucho, bien… y ganan poco. Esa idea, presentada como una virtud del libre mercado, es en realidad una trampa ideológica que justifica modelos laborales basados en jornadas extensas, bajos salarios y derechos reducidos. Los países que producen barato gracias a la precarización El mundo ofrece ejemplos concretos —y preocupantes— de países que alcanzaron altos niveles de productividad y exportaciones gracias a modelos laborales de explotación moderna: Bangladesh: potencia mundial del textil. Produce barato porque millones de trabajadores ganan salarios mínimos de miseria, con jornadas extenuantes y condiciones inseguras (el derrumbe del Rana Plaza es apenas un símbolo). Vietnam: convertido en el “nuevo taller del mundo”. Su competitividad se apoya en mano de obra barata, sindicatos controlados por el Estado y escasa protección laboral. India: industria tecnológica y farmacéutica en expansión, pero sostenida por un vasto mercado de trabajadores informales y salarios mínimos muy bajos. China (en sus zonas industriales): durante décadas logró calidad y volumen internacional con un modelo basado en control social, bajos salarios iniciales y restricciones a la organización sindical. México: el boom maquilador en la frontera norte combina exportaciones masivas con sueldos bajos y alta rotación de trabajadores. Todos esos países tienen algo en común: la famosa eficiencia del mercado libre se logra pagando salarios que no permiten vivir, disciplinando la protesta laboral y limitando derechos. Ese es exactamente el sendero que las ideas libertarias proponen para la Argentina. Un modelo que necesita pobres para ser competitivo La Argentina de Milei no proyecta una economía de innovación sino una economía de trabajadores baratos: Paritarias del 1% mensual, que no cubren ni la propina del supermercado. Jubilados volviendo al empleo porque la fórmula los empobrece. Gente con dos o tres trabajos para completar la canasta básica. Pymes asfixiadas y sin protección frente a importaciones baratas. Concentración acelerada de la riqueza en energéticas, alimentarias y financieras. Es un país donde la movilidad social ascendente desaparece como posibilidad real. El capitalismo que no produce: especula Mientras se exige sacrificio al trabajador, el modelo libertario premia la especulación financiera: los grandes ganadores son quienes mueven capitales, operan tasas o manejan estructuras monopólicas, no quienes producen bienes reales. La Argentina ya vivió ciclos así: siempre terminaron en recesión, desigualdad y crisis social. La pregunta central ¿Quién se beneficia cuando un país produce calidad a bajo costo? Si sos dueño de la planta, la idea libertaria es fabulosa. Si sos trabajador de la planta, es una condena. Las ideas de la libertad no son peligrosas porque sean nuevas: lo son porque son viejas, probadas y fallidas. Construyen países para pocos y sacrificios para muchos. Y, como muestran los ejemplos del mundo, ningún pueblo se desarrolló sobre la base de trabajar más y vivir peor. • Director de Misiones Opina
Ver noticia original