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  • Construyendo Bienestar: Sindicalismo, Salarios y Derechos – MisionesOpina

    » Misionesopina

    Fecha: 12/12/2025 06:13

    Por Jorge Benigno Gómez* La historia argentina en materia de derechos laborales y bienestar social se ha construido sobre tres pilares fundamentales: el modelo sindical, el salario social indirecto y las movilizaciones populares. Juntos han sido claves para que millones de trabajadores accedan a mejores condiciones de empleo, servicios básicos y conquistas que marcaron la vida cotidiana de generaciones enteras. En los últimos años, además, se sumaron avances significativos orientados a garantizar entornos laborales libres de violencia, racismo y cualquier forma de discriminación. En este marco, el enfoque sindical interseccional y las nuevas corrientes de ecosindicalismo aportaron herramientas para reconocer la diversidad de experiencias dentro del mundo del trabajo decente, promover relaciones laborales más justas y fortalecer una cultura de respeto, cuidado y equidad en todos los ámbitos productivos. El modelo sindical argentino El sindicalismo argentino, basado en la personería gremial única, fortaleció la negociación colectiva y permitió conquistas históricas como el aguinaldo, las vacaciones pagas, las licencias por enfermedad y los convenios colectivos. Esa vigencia se refleja en los salarios: mientras un empleado de comercio bajo el Convenio Colectivo 130/75 percibe en noviembre de 2025 entre $1.085.835 y $1.147.967, un trabajador fuera de convenio apenas accede al Salario Mínimo Vital y Móvil de $334.800. La diferencia es brutal: sin negociación colectiva, los ingresos se reducen a un tercio, lo que implica un retroceso directo en las condiciones de vida. Además, el sindicalismo dio origen a las obras sociales gremiales, que hoy cubren a más de 15 millones de personas y sostienen clínicas y programas de prevención. Son un verdadero escudo sanitario para los trabajadores y sus familias. El salario social indirecto El segundo pilar es el salario social indirecto: subsidios estatales que abaratan transporte, energía, agua, gas, salud y educación. Según el CEPA, este mecanismo puede significar más de un millón de pesos mensuales de ahorro para una familia tipo. Sin él, muchos bienes y servicios se triplicarían en su costo, reduciendo drásticamente el ingreso real de los hogares. Pero este esquema enfrenta una amenaza concreta: en 2026 más de siete millones de personas dejarán de percibir subsidios en sus boletas de luz. Lo que se presenta como “normalización” del sistema energético puede transformarse en un golpe directo al bolsillo de millones de familias. Sin una recomposición salarial que lo acompañe, el resultado será un cuello de botella que estrangulará la economía doméstica y profundizará la desigualdad. Las movilizaciones populares El tercer pilar, muchas veces invisibilizado, son las movilizaciones. Sin la presión de huelgas, marchas y protestas, las conquistas laborales no habrían sido posibles. Desde las huelgas obreras de principios del siglo XX, pasando por el 17 de octubre de 1945 y el Cordobazo de 1969, hasta las movilizaciones recientes contra la precarización o en favor de la Universidad Pública, la calle ha sido el espacio donde los trabajadores defendieron y ampliaron sus derechos. Las movilizaciones no son un accesorio: son el motor que obliga al poder político y económico a reconocer demandas. Allí donde la negociación institucional se estanca, la movilización popular abre camino. Sin ella, el sindicalismo y el salario social indirecto serían estructuras vacías, incapaces de sostenerse frente a los embates del ajuste. La importancia conjunta La combinación del modelo sindical, el salario social indirecto y las movilizaciones ha sido decisiva para la cohesión social argentina. Mientras el sindicalismo asegura derechos laborales y cobertura sanitaria, el Estado complementa con subsidios que alivian el bolsillo de los trabajadores, y la movilización garantiza que esas conquistas no se pierdan. Juntos, estos pilares han permitido que generaciones enteras enfrenten crisis con un nivel de protección superior al de otros países de la región. Reflexión crítica Debilitar cualquiera de estos tres pilares es abrir la puerta a un deterioro acelerado del poder adquisitivo y a la exclusión de servicios básicos. El avance de la pobreza sería inminente, y con él, el riesgo de tensiones sociales que pondrían en cuestión la estabilidad política y económica del país. El sindicalismo, el salario social y la movilización no son concesiones: son conquistas históricas que sostienen el bienestar de millones. Desmantelarlos sin alternativas equivale a trasladar el costo del ajuste a quienes menos margen tienen para soportarlo. Defenderlos es defender la cohesión nacional y la justicia social. *Director de Observatorio de Trabajo Decente Unicom Mercosur

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