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» Derf
Fecha: 11/12/2025 06:23
Las estadísticas más recientes pintan un panorama preocupante para Argentina. Según el estudio “Burnout 2025” de Bumeran, el país lidera por cuarto año consecutivo el ranking de burnout en la región. País Porcentaje de Burnout (2025) Argentina 92% Chile 89% Panamá 79% Perú 78% Ecuador 75% El informe, basado en una encuesta a 2.750 trabajadores, muestra que el 92% de los argentinos se siente “quemado” por su trabajo, un punto más que en 2024. Los síntomas más frecuentes incluyen falta de energía (53%), una actitud negativa hacia el empleo (41%) y una caída en la eficacia laboral (22%). Si bien el origen del burnout es múltiple, el estudio señala como principales desencadenantes el trato de los superiores (24%), la falta de claridad en las tareas asignadas (21%) y la sobrecarga laboral (18%). A esto se suma el avance de la hiperconexión: un 37% reconoce que no logra desconectarse ni siquiera cuando termina la jornada. Daniel Coronel subraya que la prevención es la estrategia más efectiva, basada en escuchar al cuerpo y respetar los propios límites. “El ser humano aprende por amor o por dolor”, afirma, y en la mayoría de los casos es el impacto del colapso lo que finalmente impulsa el cambio. Para quienes ya atravesaron el “fogonazo”, Coronel recalca que el aprendizaje posterior es crucial. “El dolor despierta”, señala. En su visión, entender hasta dónde se puede llegar y aceptar que, para recibir más, es necesario “hacer crecer el recipiente” de forma gradual y consciente, es la clave para no volver a caer en el ciclo del agotamiento. El burnout no debería interpretarse como un fallo personal, sino como la consecuencia directa de una cultura laboral que exige más de lo que las personas pueden sostener. Por eso resulta indispensable que tanto organizaciones como trabajadores asuman la magnitud del problema y promuevan entornos más sanos y equilibrados. Pero el “Burn Out” no aparece únicamente en el ámbito laboral. Aunque se suele pensar que el agotamiento proviene del exceso de trabajo o del desgaste físico, también puede surgir en otras dimensiones de la vida, especialmente en la afectiva. Desde relaciones intensas que empiezan como un fogonazo y luego “explotan” mostrando diferencias irreconciliables, hasta la relación con el dinero que “nos quema” cuando sentimos que “necesitamos gastarlo” o se “incinera” por la rapidez con la que desaparece. Muchas personas, como dice el dicho, “se quema con leche y ve la vaca y llora”, porque no logran interpretar lo vivido ni transformar la experiencia en aprendizaje. Así, repiten patrones, atraen aquello que no desean y llegan a conclusiones que los alejan por completo de “la luz” que podría haberse manifestado, sumiéndolos en oscuridad y soledad. El burn out afectivo, en muchos casos, deja marcas más profundas y duraderas que cualquier otro tipo de agotamiento, aunque casi no se hable de él.
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