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» Diario Cordoba
Fecha: 08/12/2025 13:35
Aurelio Serrano (Murcia, 1976) firma con El intervalo uno de los debuts más intensos y sorprendentes de esta temporada. Abogado de profesión y durante años conocido en redes bajo el seudónimo George Kaplan, Serrano decide ahora presentarse con nombre propio para narrar la historia que llevaba demasiado tiempo queriendo contar: una novela nacida de un hecho traumático propio y escrita en madrugadas robadas al sueño. Construida con una prosa sin florituras, contenida, afilada y escrita desde un lugar tan íntimo que se siente que no debería estar leyéndose con tanta luz. En El intervalo, el cuidado, la culpa y la vulnerabilidad se convierten en materia literaria de primer orden, en una obra breve pero devastadora que confirma la llegada de una voz propia y profundamente honesta. Presenta su novela en Libros Traperos el jueves 4 de diciembre. Su primera novela aparece firmada como Aurelio Serrano, pero en redes ha utilizado durante años el seudónimo George Kaplan. ¿Qué significado tiene para usted y por qué decidió usarlo y ahora ‘revelar’ su nombre real? Siempre he sido muy cinéfilo, especialmente del cine clásico, y desde niño he tenido debilidad por Con la muerte en los talones, de Hitchcock. El protagonista es confundido con un espía ficticio llamado George Kaplan, y ese personaje me fascinó desde la primera vez que vi la película. Cuando me abrí una cuenta en Twitter, pensé que podía ser un buen seudónimo y lo usé durante años. Cuando salió la novela, entendí que no tenía sentido seguir oculto detrás del seudónimo si quería hablar de ella. En Bluesky ya aparezco con mi nombre. En El intervalo aborda temas delicados como el cuidado, la enfermedad, la dependencia o el deseo. ¿Qué le inspiró a escribir esta historia? La novela nace de una experiencia personal, de un hecho traumático que viví hace años y de la necesidad de hablar de ello y, en cierto modo, de exorcizar mis propios demonios. En 2020, en pleno año de la pandemia, decidí apuntarme a un taller intensivo de la Escuela de Escritura y Literatura de Murcia, el Club Renacimiento, con profesores como Miguel Ángel Hernández, Leonardo Cano o Ginés Sánchez. Tenía algo que quería contar, pero no sabía cómo ficcionarlo ni tenía aún las herramientas. En aquel taller escribí un cuento de unas 900 palabras relacionado con esta experiencia. Quedó bien, lo guardé, lo envié a un concurso y ganó. Después del tercer curso en la escuela, cuando tenía que desarrollar un proyecto de novela, sentí que por fin tenía las herramientas para enfrentar esa historia. El intervalo nace de ese cuento, de esa formación y de esa necesidad de expresar una vivencia muy ficcionada pero con un poso real. La novela ha sido descrita como una prosa contenida pero muy intensa emocionalmente. ¿Cómo encontró ese equilibrio? Me gustaría decir que es fruto de un cálculo consciente, pero honestamente es como me salió escribir esta historia. Suelo tener una prosa bastante pelada, sin recargamiento ni florituras; me gusta ir al hueso. En El intervalo, que es una historia de dolor, esa contención convive con una dureza que sirve para contrarrestarla. Necesitaba ir dosificando la emoción: mantener el freno de mano puesto para que, en determinados momentos, cuando se abrieran las esclusas emocionales, el impacto fuera mayor. Si hubiera tirado de intensidad desde el principio, habría sido insoportable. En cambio, la contención permite que los momentos realmente emocionales lleguen con más fuerza. Ha elegido contar la historia en primera persona y en presente. ¿Se planteó otros puntos de vista? No. Lo tuve clarísimo desde el principio. Quería una primera persona muy pegada a la acción, en tiempo real, para que el lector viviera las emociones al mismo tiempo que el protagonista. Si narras desde el futuro, el narrador ya ha procesado lo que ocurrió y eso introduce frialdad. A mí me interesaba justo lo contrario: que quien lee sienta las cosas en el mismo momento en que las siente el personaje. Hay un dolor sordo, enquistado, y otro agudo del presente; quería que esas dos caras se miraran La culpa, el duelo, la ternura y el dolor aparecen como temas fundamentales. ¿Cómo los aborda en la novela? La culpa es uno de los temas centrales, junto con el duelo y las diferentes formas de enfrentarse a una pérdida. Me interesaba mostrar cómo personas distintas sienten esa ausencia de maneras distintas y cómo eso genera silencios y distancias. El protagonista cuida a Dante también como forma de expiación por algo del pasado. Él es el dolor sordo, el que lleva años enquistado; Dante representa el dolor agudo del presente. Y quería que esas dos caras del dolor se miraran. Es abogado de profesión. ¿Cómo integra la escritura en su día a día? Se integra fatal. La escritura es un oficio, y para escribir una novela lo ideal es trabajar todos los días. En mi caso es imposible. Escribí la novela levantándome algunos días entre semana a las cinco de la mañana para tener un par de horas limpias antes de que mi familia se activara y antes de empezar mi trabajo; y los fines de semana, a las seis. He tenido que renunciar a muchas cosas, pero no tenía otra manera de sacarlo adelante. ¿Siente una responsabilidad especial al escribir sobre temas como el cuidado, la discapacidad o la vulnerabilidad? No. En absoluto. No puedo ser referencia de nada en esos temas. Yo me limito a contar una historia y a mostrar personajes haciendo y diciendo cosas. No juzgo a ninguno de ellos, porque creo que un narrador que juzga no es un buen narrador. Sí que toco asuntos delicados, como el de las asistentes sexuales para personas con discapacidad, que es un auténtico ‘melonazo’, poco tratado en la ficción y que me interesa mucho. Pero no busco dar una opinión ni guiar al lector; yo mismo me hago preguntas mientras escribo. Su padre, también llamado Aurelio Serrano, acaba de publicar su primer libro de poesía con 81 años. ¿Cómo vive esta coincidencia familiar? Es una maravilla. Entre mi padre y yo hay la sinergia natural de un padre y un hijo que se admiran mutuamente. Él y mi madre fueron, después de mi mujer, las primeras personas en leer la novela. La publicación simultánea ha sido casi un sueño. ¿Cuántas veces ocurre que un padre y un hijo publiquen su primera obra con apenas dos meses de diferencia? Y no lo buscamos; simplemente pasó. Ya trabaja en una nueva novela. ¿Seguirá en la línea temática de El intervalo o cambia de rumbo? Cambia totalmente. El estilo es el mío, claro, pero la temática no tiene nada que ver. A diferencia de El intervalo, que me implicaba muchísimo a nivel personal y que he sufrido —aunque ha sido precioso incluso en el dolor—, esta nueva novela la estoy escribiendo por el puro placer de contar una historia. No tiene detrás una necesidad vital ni un dolor que exorcizar. Me lo estoy pasando en grande escribiéndola.
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