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» Diariopinion
Fecha: 08/12/2025 13:02
La desaparición de Xiomara Portillo, ocurrida el 20 de noviembre, dio inicio a una investigación que desde sus primeros pasos quedó atravesada por demoras, contradicciones y presuntas maniobras políticas. El cuerpo hallado el 26 de noviembre en un descampado del barrio Procrear recién fue confirmado días después como el de la adolescente, tras pericias forenses que se extendieron más de lo habitual y mantuvieron al expediente durante jornadas clave en una suerte de limbo judicial. Aun cuando los abogados de la familia evitaron pronunciarse públicamente sobre carátulas o imputaciones formales, durante la última semana la Justicia avanzó finalmente con la acusación por homicidio y femicidio contra Carlos Aguilar, mayor de edad, y Sebastián Torres, menor. Sin embargo, el progreso formal de la causa no logró disipar las dudas. El teléfono celular de Xiomara continúa sin aparecer, las declaraciones recolectadas presentan inconsistencias y las primeras detenciones fueron objeto de cuestionamientos por supuestas irregularidades en el procedimiento. En paralelo, un giro inesperado tensó aún más el escenario: dirigentes y actores vinculados al Gobierno provincial comenzaron a mostrarse públicamente junto a la familia de la joven. Ese acercamiento generó un fuerte impacto en la opinión pública y alimentó sospechas sobre una eventual utilización política del caso. Las hermanas de Xiomara, en particular Marilin Acosta, pasaron de encabezar reclamos de justicia a respaldar abiertamente el discurso oficial. Según denuncian vecinos y sectores movilizados, esta actitud habría priorizado "quedar bien" con el poder político antes que exigir el pleno esclarecimiento de lo sucedido. Este cambio de postura produjo un quiebre social evidente. En los últimos días, una parte creciente de la sociedad formoseña comenzó a expresar apoyo a la familia de los imputados, quienes también se manifestaron para reclamar transparencia y garantías en el proceso judicial. Ese respaldo contrasta con el distanciamiento y la desconfianza que hoy rodean a la familia de la víctima, cuya conducta pública dejó más interrogantes que certezas. Así, en un caso signado por la violencia y la tragedia, las contradicciones, las interferencias políticas y la falta de claridad terminaron por agregar una nueva herida: para muchos, Xiomara Portillo no solo fue asesinada físicamente, sino también simbólicamente, con la progresiva muerte de la verdad.
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