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  • Elogio del pan dulce con frutas

    » Elterritorio

    Fecha: 08/12/2025 12:38

    domingo 07 de diciembre de 2025 | 6:00hs. Las siguientes líneas hablarán más bien poco del panificado típico de las fiestas, aunque su inclusión no será un mero señuelo. Déjeme que le diga una cosa: si nos vamos a poner en tradicionalistas, por definición no hay pan dulce sin añadidos en su interior, sean frutos secos, pasas de uva o la fruta abrillantada que divide aguas. La polémica, sin embargo, existe desde que tengo uso de memoria, seguramente desde antes (la prueba está en que también existe el pan dulce sin frutas), pero la radicalización que se genera en tiempos de redes sociales, la polarización estúpida le quitó toda la gracia. Y, en definitiva, si a usted le gusta con o sin, coma el que prefiera y a otra cosa. Usaré aquí como excusa la defensa de la industria misionera. ¿Sabía usted que la mayor parte de la fruta abrillantada se hace con mamón (o papaya, si lo conoce de otra forma) y que en Colonia Aurora se trabaja muchísimo en eso? Además de que estas coloridas grageas son capaces de levantar cualquier pan dulce (créame, no quiere comerse uno sin frutas y seco). Se vienen las fiestas, tiempo de reflexión, de espiritualidad. Tiempo que remueve recuerdos y heridas también. Tiempo de consumismo desbocado, lamentablemente, y aunque hacer un regalo o darse un gustito no están mal de por sí (y ni que hablar de cómo hacen falta para generar movimiento en una economía que, aunque usted no quiera verlo, se encuentra más bien paralizada), sería saludable parar un poquito la máquina y fijarse si tiene sentido esa compra extra, si la necesito para mí o puedo destinarla a alguien a quien le haga más falta. Y también fijarse si es sana la forma que esa mercantilización de la celebración adopta en la vorágine de los últimos días: nervios, tensión, insultos, decepción. Se sabe: hay gente que con tal de vivir el espíritu festivo de la Navidad, es capaz de matar a alguien. Tanto correr pa’ llegar primero… al semáforo en rojo. Todavía nos queda un trecho de diciembre antes de sentarnos a la mesa familiar, a la que la recesión le va a sacar ingredientes. El desempleo y la pérdida de poder adquisitivo no se llevan muy bien con los gastos extra. Afortunadamente hay quienes se encargarán -por amor y no por obligación- de acompañar a aquellos que la están pasando mal, pero nunca es suficiente y, sobre todo, nunca dejará de ser un parche a la espera de la solución que hace falta. Vea el caso de las Noches de Misericordia, que llevan un plato a las familias que acompañan a pacientes internados: aunque muchos destacan que a veces necesitan más un abrazo, la comida es imprescindible. Un país que gasta más de lo que produce es inviable, diría cualquier economista de cualquiera de las escuelas que componen el espectro. Si toda la plata se va al exterior en bienes de consumo o en pago de deuda (para lo que se toma más deuda), si cierran comercios y fábricas porque es más fácil importar que producir acá y las inversiones -que se supone que todo lo van a arreglar- no llegan nunca, ¿qué podemos esperar del futuro, tanto el inmediato como a largo plazo? Que los chicos sigan escribiéndole a Papá Noel por juguetes, los grandes tenemos que pensar en los deseos para 2026. No estaría de más pedir la reactivación de la economía. Mientras tanto, como ocurrió siempre, pero muchísimo más en el último tiempo, hay gente que revuelve la basura en busca de cualquier cosa para comer. Puede aparecer allí un pedazo de pan dulce. A esas personas no les importará si es con o sin frutas con tal de llevarse algo a la boca. Si en más de cincuenta años no hemos podido restarle actualidad a ‘La Navidad de Luis’, de León Gieco, algo mal debemos estar haciendo.

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