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  • Leo Sbaraglia: "Somos realmente muy pequeños al lado de todo lo que hay para aprender"

    » La Capital

    Fecha: 08/12/2025 11:28

    Leo Sbaraglia no sólo es uno de los actores más queridos y reconocidos de Argentina, sino de todo el mundo hispanohablante. En medio de múltiples proyectos audiovisuales, que incluyen la próxima película de Pedro Almodóvar, pudo volver a uno de sus amores omnipresentes: el teatro. Estrenó el unipersonal “Los días perfectos” en la sala La Latina de Madrid y en sólo un mes en cartel la vieron más de 13 mil personas. Basada en la novela homónima de Jacobo Bergareche, con adaptación y dirección de Daniel Veronese, la obra se podrá ver por primera vez en Argentina en el Teatro Astengo (Mitre 754) de Rosario, con una única función el jueves 11 de diciembre, a las 21. Después, continuará camino a Córdoba y en 2026 hará temporada en el Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires. En “Los días perfectos”, Sbaraglia interpreta a un hombre que, durante un viaje, se ve súbita y profundamente interpelado al descubrir las cartas que el escritor William Faulkner le envió a su amante Meta Carpenter a lo largo de treinta años. Repasando esa historia de amor, observando sus altibajos, el protagonista reflexiona sobre su propio matrimonio y escribe en voz alta una carta para su esposa antes de volver a casa. Por primera vez en casi cuarenta años de carrera, Leonardo se para solo en el escenario para ponerle el cuerpo a este hombre conmovido, conflictuado, enormemente humano, cuyas tribulaciones resuenan con cualquiera que lo escuche: reflexiones y revisiones sobre el deseo, la familia, la rutina, la soledad, los mandatos. Antes de su llegada a Rosario, Sbaraglia dialogó con La Capital y contó sobre este regreso al teatro, el aprendizaje constante del oficio y las reflexiones ante cuatro décadas de recorrido como actor. - Vienen de hacer una temporada muy exitosa en Madrid. ¿Cómo vivís traer la obra a Argentina y empezar por Rosario? Para mí es difícil cerrar la agenda por mi trabajo en cine y fechas que van cambiando. Sabíamos que tenía la posibilidad de hacer un mes en Madrid y no sabíamos cómo íbamos a seguir después, y para las giras en general necesitás unos meses de anticipación. Pudimos cerrar estas fechas en Rosario y Córdoba, y está buenísimo. A mí me encanta ir a Rosario, desgraciadamente esta vez no puedo quedarme el fin de semana justamente porque nos vamos a Córdoba. Pero empezamos en Rosario, en un teatro grande pero también muy cálido. Al ser un sólo actor en el escenario, es un espectáculo que también es muy íntimo. El desafío fue lograr esa intimidad en Madrid para tres niveles de público. - ¿Cómo fue el trabajo para, desde la interpretación, generar cercanía con cada espectador? Lo fuimos encontrando. Lo que tiene de interesante y bastante novedoso el trabajo es que es un monólogo pero al mismo tiempo no parece, porque tiene un tratamiento de diálogo entre un hombre y su pareja en la más plena intimidad. Es una carta que está escribiendo un hombre a su esposa de hace 17 años, a “esa rutina matrimonial de 17 años”, como dice él. Lo interesante, y esto le llamaba bastante la atención a Dani Veronese, es que a pesar de ser un monólogo es muy digerible, fluye muy bien. Es todo como una escena larga entre estos dos personajes, que transcurre entre el baño y la cama. Podría ser uno de esos diálogos que se producen a altas horas de la noche con esa dinámica, en los que se hablan cosas de mucha intimidad y que en este caso interpelan mucho a los dos personajes. Creo que en La Latina pude ir logrando esa sensación de intimidad. Es como que de pronto hay un no lugar arriba del escenario, porque es como si fuera un poco la casa pero el tipo en realidad está hablando desde un hotel. Está por tomarse un vuelo y antes está escribiendo esa carta. Él de alguna manera tiene la sensación, la esperanza de generar nuevas preguntas, nuevos escenarios de disfrute en esa relación. Después de haber descubierto estas cartas de Faulkner, que funcionaron un poco como disparador, él siente el paso de los años. Las cartas de Faulkner a su amante se extienden a lo largo de treinta años y en ese tiempo él empieza a ver una especie de curva en la relación: el ascenso y la decadencia de ese vínculo paralelo que él tiene además de su propia mujer. Y esto perturba al personaje de tal manera que él dice que no puede volver a casa sin proponerle a su mujer una terapia experimental, aunque termine tan ineficaz como el humidificador que ella usa para reducir las toses de los chicos. image - 2025-12-05T153336.680 >> Leer más: Leonardo Sbaraglia: "Vivimos en un país que es maravilloso y terrible" El teatro como deseo permanente - La última vez que habías hecho teatro comercial fue hace más de diez años, también bajo dirección de Veronese. Después hiciste mucho tiempo “El territorio del poder”, un espectáculo en el que monologabas pero con músicos en escena, en otro formato. ¿Por qué decidiste volver a hacer teatro en este momento de tu carrera y con esta obra? Siempre tengo una necesidad de subirme al escenario teatral. Después de aquella vez tuve muchas propuestas pero siempre eran con otros actores y actrices, y era muy difícil para mí poder comprometerme con todos los viajes y las filmaciones. Para tomar un compromiso con otros actores, tengo que hacer mínimo tres o cuatro meses de función. Y no me podía comprometer a eso. Pero a la vez siempre estuvo la necesidad de seguir haciendo teatro y por estuve más de diez años haciendo “El territorio del poder”. Fue mi manera de mantenerme activo en el teatro. Y ahora me llegó la propuesta de hacer este monólogo, en el que no comprometía a ningún otro actor o actriz. Obviamente me tengo que comprometer con la producción y con el teatro, pero son compromisos más fáciles de llevar a cabo. En ese sentido, es un texto que me conmovió, es una maravilla de obra, de entrenamiento teatral y actoral, y de crecimiento. Para mí es un espectáculo que tiene todo. Yo podría hacer sólo este espectáculo y me llenaría. Por suerte y gracias al cielo, tengo mucho trabajo en otros aspectos. Pero si aún no tuviese esas otras cosas, esto me llenaría. Esta propuesta reunía muchas condiciones que en este momento de mi vida me son necesarias, favorables y están buenísimas. - En “El territorio del poder” hacías monólogos pero era otro tipo de texto, y estabas acompañado por músicos. Esta es tu primera vez haciendo un unipersonal total. ¿De qué manera sentís que haber hecho “El territorio” te preparó para esta nueva experiencia? Claro, en “El territorio” yo me podía apoyar en el sonido y la música, y físicamente había dos o tres personas más arriba del escenario. Eso es un sostén impresionante. Creo que sin esa experiencia no podría haber podido apropiarme tan rápidamente de este nuevo texto. No es que salió fácil porque me rompí el alma, pero fue fluido el camino para llegar. No tuve escollos. Y creo que en la experiencia de haber hecho “El territorio” tanto tiempo, fui estableciendo una confianza en mi propio cuerpo que no tendría hoy de la misma manera. Ahora soy el único apoyo que tengo. Es como si mi propio cuerpo fuese el único lugar donde este hombre, este personaje puede enraizarse, puede hacer tierra. Una de las primeras premisas me dio Daniel como director, que es un genio, es que no quería que pareciera un actor hablando, canchereando. Quería que parezca un ser humano, un tipo atravesado por una situación, queriendo encontrar respuestas, y en un diálogo con alguien que está fuera de campo. Así que fuimos buscando esa suerte de naturalidad, de sencillez y humanidad en la expresión. A esa mujer no la vemos nunca pero podríamos decir que todo el público es Paula. >> Leer más: Leonardo Sbaraglia aseguró que "Milei debería sentirse orgulloso del cine argentino" Cuarenta años de carrera - Te escuché decir que el año que viene cumplís cuarenta años de carrera. Sí, arranqué en el 86 con “La noche de los lápices” y no lo puedo creer. La verdad que no se entiende. Hay como una especie de falsa sensación del paso del tiempo, uno cree que es más largo de lo que es. Uno dice “veinte años no es nada” y es cierto, cuarenta años tampoco. Yo siento que todo hubiese sido ayer, es muy loco. Y al mismo tiempo son como tres vidas que pasaron. - Después de casi cuarenta años, ¿qué te sorprende todavía del oficio? Todo me sorprende. Porque esto no es un viaje de ida, no es que vas subiendo una escalera y llegás a algún lado. Es como un viaje constante, seguís creciendo, seguís descubriendo, seguís abriendo puertas distintas, seguís encontrando con dimensiones nuevas. Me he dedicado a esto prácticamente todos los días de mi vida desde que soy chico. En los últimos años creo que ha habido sólo tres días en los que no estuve actuando. Este año, recién ahora estoy empezando a estar más tranquilo, pero desde febrero estuve concatenando un trabajo con otro prácticamente sin fines de semana. Entonces estoy por un lado muy agradecido. La sensación que tengo es que después de los vuelcos y las vueltas que va dando la vida, también hay nuevos encuentros que ofrecen nuevas posibilidades, nuevos caminos, nuevos puntos de vista. En muchos aspectos, todo el tiempo siento que acabo de empezar. Me subo al escenario todas las noches y cada función es distinta, cada función ofrece un nuevo aprendizaje. Yo realmente, quizás por algo de la edad o de mi propio proceso, siento que todo el tiempo voy encontrando cosas nuevas que me entusiasman. Creo que hay algo de la experiencias que te va dando la vida, que en mi caso hace que me la crea cada vez menos. Me voy dando cuenta que este trabajo, esta vida es infinita. Uno no puede tener la soberbia de creer que hay una sola manera de hacer las cosas, sino que somos realmente muy pequeños al lado de todo lo que hay para aprender.

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