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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 06/12/2025 00:34
Australia prohíbe el acceso a redes sociales a menores de 16 años, generando debate sobre derechos digitales y libertad de expresión juvenil (Imagen Ilustrativa) Australia se encuentra en el foco internacional por ser pionera en la aprobación de una ley que prohíbe a todos los menores de 16 años el acceso a las principales redes sociales, una medida que ha generado diversas respuestas y planes de resistencia, especialmente entre los propios adolescentes. Esta normativa, anunciada por el primer ministro Anthony Albanese en noviembre del año pasado, entrará en vigor el 10 de diciembre, fecha a partir de la cual las cuentas de todos los menores en plataformas como Instagram, Facebook, TikTok, YouTube y Snapchat deberán ser eliminadas. De acuerdo con la ley, si las grandes tecnológicas no cumplen con la exigencia, se enfrentan a multas de hasta 49,5 millones de dólares australianos. Aunque los padres y los menores de edad están exentos de sanciones, la presión recae directamente sobre las empresas responsables de las plataformas. El proceso de implantación de la ley está siendo ampliamente observado por otros países, incluida la Comisión Europea, que estudia la posibilidad de implementar medidas similares. Los debates en torno a la nueva norma han girado en torno a los métodos para verificar la edad de los usuarios y los posibles impactos para los jóvenes que utilizan estas redes para socializar y construir relaciones en la adolescencia. La nueva ley australiana exige a plataformas como Instagram, Facebook y TikTok eliminar cuentas de menores antes del 10 de diciembre (AP Foto/Rick Rycroft) A pesar de la inminencia de la entrada en vigor de la prohibición, los adolescentes australianos han comenzado a organizarse y buscar métodos para eludir los controles. Entre las estrategias empleadas destaca el uso de dispositivos familiares antiguos almacenados en las escuelas y la migración de cuentas a nombres y documentos de identidad de padres o hermanos mayores, una práctica que, según reportan los propios jóvenes, lleva ya varios años en desarrollo. Noah Jones, uno de los adolescentes más visibles en la resistencia a la ley, señala: “Los niños llevan meses planeando cómo eludir la prohibición, pero los medios recién ahora se enteran de ello gracias a la cuenta regresiva”. Explica que algunos compañeros “esconden dispositivos familiares viejos en sus casilleros escolares” y agrega: “Hace años que trasladaron sus cuentas a sus padres o hermanos mayores y las verificaron con una identificación de adulto, y sus padres no tienen ni idea”. Además, los adolescentes están buscando pasar desapercibidos entre los adultos: “Sabemos de algoritmos, así que los chicos siguen a grupos de personas mayores, como los de jardinería o los de senderismo para mayores de 50, y comentamos con un lenguaje profesional para que no nos detecten”. Entre los métodos mencionados por los adolescentes y confirmados por testimonios de padres, figuran también el uso de redes privadas virtuales (VPN), la inscripción en plataformas de redes sociales alternativas a las que aún no se les aplica la regulación, y la organización grupal para compartir consejos y evitar los controles de edad. Aplicaciones emergentes como Yope, Coverstar y Lemon8 han llamado la atención de adolescentes y de las autoridades, que ya han emitido advertencias de autoevaluación para evitar infracciones a la norma. Noah Jones y Macy Neyland lideran con 15 años el proyecto de ley que busca revertir la restricción (Digital Freedom Project) En el plano legal, el intento de revertir la prohibición ha tomado fuerza a través de una acción presentada por dos jóvenes de 15 años, Noah Jones y Macy Neyland, ambos residentes en Nueva Gales del Sur. Su demanda insta al tribunal supremo australiano a considerar la medida como una cuestión constitucional, argumentando que supone una carga desproporcionada sobre la libertad de comunicación política implícita en el sistema australiano. Según sostienen en su demanda, la política “sacrificará un ámbito considerable de libertad de expresión y participación de los jóvenes de 13 a 15 años en las interacciones en redes sociales”. El tribunal acordó escuchar el caso en febrero, lo que representa una victoria parcial para los opositores a la norma. La reacción en el ámbito familiar ha sido dispar. John Ruddick, político libertario de Nueva Gales del Sur, considera que el tema forma parte de las conversaciones cotidianas: “Tengo un hijo de 11 años y otro de 13, y llevan meses diciéndome que todo el mundo en el patio habla de ello”, afirma. Asegura que “todos están en las redes sociales. Todos se benefician de ellas”. Según relata, sus hijos comentan que los adolescentes están discutiendo cómo evitar la prohibición, con ideas como usar VPNs, encontrar nuevas aplicaciones sociales y descubrir formas de eludir la tecnología de verificación de edad. El caso australiano es observado por la Comisión Europea y otros países como posible modelo de regulación de redes sociales para menores (Imagen ilustrativa Infobae) Los expertos universitarios han llamado la atención sobre las dificultades de implementar una supervisión eficiente. Catherine Page Jeffery, de la Universidad de Sídney, señala: “Mi impresión es que, hasta ahora, los jóvenes no han creído realmente que esto esté sucediendo”. Añade que los adolescentes están reaccionando más intensamente al acercarse la fecha límite y que “sus propios hijos ya están discutiendo soluciones alternativas con sus amigos”. Jeffery comenta que su hija menor ya ha descargado otra plataforma alternativa, Yope, que aún no está en la lista oficial del gobierno. Lisa Given, de la Universidad RMIT de Melbourne, afirma que la medida podría aumentar la opacidad sobre la actividad digital de los menores: “Con la proliferación de niños en internet, en plataformas de redes sociales nuevas y poco conocidas, los padres perderán visibilidad de sus vidas en línea”. Anticipa también que muchos padres optarán por colaborar en superar los controles: “Prevé que un número significativo de padres ayudará a sus hijos a pasar las verificaciones de edad mostrando su rostro”. En la misma línea crítica, la experta en ciberseguridad Susan McLean sostiene que la lucha entre plataformas y adolescentes será continua: “Será un juego de lógica: aparecen nuevos sitios, los niños los visitan y el gobierno los añade a la lista de sitios prohibidos”. Cuestiona la lógica de la prohibición y afirma: “El gobierno es tan estúpido en su forma de pensar. No se puede prohibir la seguridad, a menos que se prohíban todas las aplicaciones o plataformas que permiten a los niños comunicarse”. McLean recuerda que recientemente un estudiante adolescente le planteó: “Si el motivo de esta prohibición es mantener a los adultos malos lejos de los niños, entonces ¿por qué se les permite a los adultos malos permanecer en la plataforma y yo tengo que irme?”. El trasfondo del debate rebasa lo puramente normativo e involucra cuestiones esenciales sobre la libertad de expresión y los derechos políticos de los jóvenes. Noah Jones lo expresa con claridad: “No hay periódico lo suficientemente grande como para que aprenda lo que veo en 10 minutos en Instagram”, resalta. En opinión de los afectados, restringir el acceso a las redes sociales implica una exclusión significativa de los canales de comunicación y participación social y política de la generación conectada. Así, Australia se convierte en un laboratorio social sobre los límites de la regulación digital, enfrentando la creatividad de los adolescentes, el desasosiego de los padres y el escepticismo de los expertos frente a los desafíos de la era tecnológica.
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