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  • Pedro Torrijos: "Escribo para que la gente recuerde la fragilidad de la normalidad"

    » Diario Cordoba

    Fecha: 05/12/2025 09:03

    Con un estilo de narrar que considera que está marcado por "mi formación musical", Pedro Torrijos (Madrid, 1975) no se ve como un divulgador de arquitectura, sino como un creador que cuenta "historias de personas que se relacionan con el espacio que les rodea" ‘Catedral de Escombros’, su cuarto libro, es un ensayo diferente, sobre catástrofes. ¿Por qué esta temática tan peculiar? Porque cuatro días después de la dana leí o vi o escuché, no recuerdo bien, que había víctimas que habían muerto dentro de su propia casa y eso me sobrecogió mucho. A partir de ahí empecé a desarrollar la estructura y luego me llegó como encargo. Sin yo pedirlo, me contactaron del sello Debate, me dijeron escribir otro tipo de texto y yo les dije ‘déjame que lo piense y te hago una contrapropuesta’. Le hice una contrapropuesta y me dijeron ‘escribe lo que quieras’. Y lo que quise es lo que he escrito. ¿Tenía un objetivo a transmitir o fue saliendo sobre la marcha? Tú tienes un montón de cosas en la cabeza que están rondando, igual desde hace mucho tiempo, igual desde hace menos. Y las vas soltando de manera casi inadvertida en esa creación. No había ningún objetivo más allá de tener la certeza de que la manera de transmitir las cosas es a través de historias bien contadas, bien estructuradas, que pesen y permanezcan en la memoria. Quizás es un libro para resucitar fantasmas, para entender que las catástrofes como la dana del año pasado, que es como nace el libro, no son datos, no son cifras, no son curvas. Eso está bien, es importante, pero es para otro tipo de autor. Cuando reducimos las catástrofes a cifras, se han convertido en una especie de masa informe que se convierte a su vez en un arma arrojadiza. Yo lo que de alguna manera lo que intento hacer es rescatar los gestos cotidianos que convierten a las personas que viven las tragedias, que mueren en las tragedias y a veces que provocan las tragedias. Reflexionar un poco sobre la precariedad de la normalidad. Sí, la inexistencia de la normalidad. Pero si no existe la normalidad, ¿hasta dónde podemos sentir si vivimos en una anormalidad continúa? La estamos viviendo y la estamos provocando. Una sobredosis de alarmas, de avisos, en la cual todo se confunde y y se cuenta con la misma urgencia y la misma agresividad. Por ejemplo, a partir de enero hay que llevar una baliza en el coche. Tú puedes decir ‘chicos, hay que poner una baliza, está en la normativa y si tienes un accidente y no pones la baliza, pues cuando venga la Guardia Civil, aparte de ayudarte, pues a lo mejor te ponen una multa’ o puedes hacer lo que se está haciendo. Al final es una sociedad del miedo, de la de la urgencia ficticia. Y ojo, esto no es de ahora. Esto tiene siglos de antigüedad. Cuando empiezo el primer episodio, hablo con esa frase de la riada. ‘Nos cogió paseando a los perros’. Un acto de cotidaniedad pura, de ingenuidad extrema. No digo que haya que estar prestándole atención constantemente a todas las pequeñas cosas, pero si de vez en cuando para ser un poquitín consciente de todas las cosas bonitas que tenemos en la normalidad. Y también de las no bonitas. Se me ha quedado una frase marcada: “los desastres tienen un componente de spoiler existencial: nunca ocurren en el momento que empiezan a ocurrir”. Indica la paradoja aterradora de que siempre hay catástrofes en marcha. Pero es que está pasando desde hace muchísimo tiempo. En la dana no es una cosa de que las lluvias llevaban desde las 07.00 y cuando llueve en Chiva, tres horas después va a estar aquí. Es que esa catástrofe empieza en los años 60 cuando la medicina avanza lo suficiente como para que la mortalidad infantil se reduzca muchísimo y la población crece muchísimo. Y entonces esa gente que vivía en un pueblo de Albacete o de Cuenca se viene a València porque hay trabajo. Y esa gente tiene que vivir en algún sitio. Y se construye en ese momento a toda velocidad sobre tierras inundables. Esa tragedia empieza hace mucho tiempo. Pedro Torrijos, antes de la entrevista con Levante-EMV, ayer. / Miguel Ángel Montesinos En el libro dice una ciudad “que abandona su red de protección y su capacidad de respuesta”. ¿Era esa señal de ‘spoiler’? Es así. No se puede culpabilizar porque en realidad todo forma parte de un sistema enorme, muy complejo y muy complicado también. Muy difícil de derribar, quizá imposible de derribar. Valencia se vuelve, entre comillas, impermeable después de la riada del 57, donde se construyó una gran obra de ingeniería [el nuevo cauce del río Turia], pero toda l’Horta Sud es inundable, nunca mejor dicho. Y en el 57 allí viven 100.000 personas. Ahora viven más de 500.000, más que la mayoría de las capitales de provincia de este país. "Tiene que existir una memoria" La dana, en su caso, es una especie de guion del que parte para tratar bulos, víctimas o culpa. No sé si en ese proceso creativo, desde que lo inició hasta el final, llega a alguna conclusión. ¿Qué le ha generado? Debería dejar memoria y, de hecho, creo que este libro lo escribo para que la gente recuerde, no específicamente la dana, sino la fragilidad de la normalidad. A mí lo que me ha cambiado es el entender que tiene que existir una memoria. No en términos un poco cursis, sino memoria real, genuina, que dentro de 20 años alguien le diga a otra persona ‘mira, cuando no habías nacido aquí pasó esto y como pasó esto, luego hicimos esto, lo otro y lo de más allá’. Eso es lo que a mí me gustaría. Gasta el término “cifras-niebla”. ¿Quiere que esas víctimas del 29-O no se conviertan en un simple número olvidado? El número es neblina. En la dana la gente murió dentro de su propia casa. Como digo yo, morir dentro de tu casa puede ser incluso aspiracional, ¿no? Pero aquí la gente murió dentro de su casa porque se convirtió en una trampa. Ya no es cuestión de que el mensaje llego tarde, que llego tardísimo. Es que cuando llegó encima era un mensaje equivocado, era ‘no salgan de casa’ No. El mensaje es ‘salgan de casa, vayan a zonas más altas, no vayan a por el coche’. Reflexiona además sobre el cierre de las catástrofes. ¿Cree que va a haber en algún punto un cierre para la dana? Creo que sí, porque lo ha habido en otros lugares, no en todos. En el caso de Jesús Gil, por ejemplo, sigue operando como herida abierta. Va a haber un cierre. Lo que ocurre es que los cierres nunca son totalmente satisfactorios. Hay que empezar a entender que tienen que ser lo más satisfactorios posibles, pero nunca totalmente porque lo que puede ser satisfactorio para unas personas no lo puede ser para otras. Y el cierre pasa, evidentemente, por exigir responsabilidades políticas y porque estas se apliquen. Pero pasa por otras cosas, incluyendo el tiempo, la memoria, actos físicos genuinos. Lo que ocurre es que todavía es demasiado pronto. Ha recurrido a Jesús Gil, un personaje que sale en su ensayo con el desastre de su complejo en Segovia en los años 60. Hoy, sin embargo, parece que estamos en un momento en el que esos personajes proliferan más, ¿no? Yo creo que no. Lo que ocurre es que ahora vivimos en el presente y lo tenemos presente. Pero es un mundo donde Silvio Berlusconi ha gobernado años en Italia, donde gobernaba Benito Mussolini y donde ha existido gente como Nerón. No creo que el personajismo sea de ahora. Ahora lo tenemos más presente porque estamos aquí. Quizás porque hay más altavoz también. Y sí, probablemente porque hay más altavoz, porque lo tenemos delante. El problema del personajismo es cuando lo absorbemos. Es el hecho de que Jesús Gil fuese el responsable de la muerte directa de 58 personas y que al final la sociedad lo transformase en una especie de personaje de mito y que a todo el mundo se le olvidase lo que había pasado antes. Casi como un cierre, elige repetir 68 veces la palabra ‘colapso’ como recuerdo de las víctimas que murieron en sus casas en la dana. ¿Quería dejar ese aturdimiento de las catástrofes en el lector? Sí, de alguna manera se trataba de eso. De decir ‘por mucho que yo te diga que vivimos en un estado de alarma constante, pues a lo mejor no te lo crees, así que te voy a meter esto para que cuando llegues al final experimentes de alguna u otra manera lo que intento decir’. Y esa sucesión de colapsos algunos son reales, algunos tienen menos importancia y algunos no tienen ninguna. Y es que es así. Vivimos en un estado de miedo constante. Contar historias Más allá de libros, sigue haciendo cada semana sus hilos en ‘X’ tras más de una década. ¿Solo se puede mantener esa pasión si algo te divierte? Porque me divierte y me gusta. Y lo hago porque genuinamente no es divulgación lo que hago. Yo nunca hablo de arquitectura, nunca hago divulgación. Eso lo hacen otras personas. Yo lo que hago es contar historias de personas que se relacionan con el espacio que les rodea. A veces de una manera más protagonista, a veces de una manera más difusa. El día que deje de disfrutar de contar historias ¿lo dejará? Bueno, supongo, pero de momento es que forma parte de lo que hago. Es cómo escribir. ¿Por qué va a dejar Álex de la Iglesia de dirigir películas? Sin embargo, se ha ido abriendo un poco también a otros formatos, como los podcasts. Me gusta mucho la frase de Marshall McLuhan de ‘el medio es el mensaje’, pero en realidad no creo en ella. Yo creo que el medio es irrelevante, que lo importante es el mensaje y cómo lo transmitas. Qué sé yo, igual si vendiese 200.000 libros al año, pues me retiraría de todo lo demás y solo escribiría libros. Pero igual no. Al final, lo que hago es lo mismo.

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