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Parana » Paginajudicial
Fecha: 04/12/2025 15:39
Alberto Rivas, uno de los represores de más alto rango que ha sido condenado en Entre Ríos, pidió que se le permita pasar el verano en una casa de campo en la localidad salteña de Animaná. Durante la dictadura participaba de sesiones de tortura en las se obligaba a los presos políticos a firmar las declaraciones autoincriminatorias y sin leer. Juan Cruz Varela De la Redacción de Página Judicial En tiempos de pañuelos negros, y bajo un gobierno que nominó a un militar para conducir el Ministerio de Defensa por primera vez desde la restauración democrática, los represores piden: los que están en prisión piden irse a sus casas, los que están bajo arresto domiciliario quieren vacaciones. Es el caso de Alberto Rivas, condenado por crímenes cometidos en Entre Ríos, ha solicitado que se le permita pasar el verano en una casa de campo de su propiedad en las alturas de los Valles Calchaquíes. El represor de 91 años, condenado por delitos de lesa humanidad y bajo arresto domiciliaria y con tobillera electrónica en la provincia de Tucumán, solicitó un permiso especial para que se le permita instalarse durante los meses de enero, febrero y marzo en la pequeña localidad salteña de Animaná, un sitio que le ofrecería un clima árido y seco propicio para sus achaques de salud. ¿Yo? Profesor de gimnasia Rivas cumple una condena de dieciséis años de prisión por la privación ilegítima de la libertad y aplicación de torturas a decenas de detenidos políticos en Entre Ríos, aunque antes había sido parte del Operativo Independencia, en Tucumán, una especie de laboratorio de la represión ilegal, previo al golpe cívico-militar. En lo formal, el 24 de marzo de 1976 fue designado subsecretario de Deportes, Recreación y Turismo Social por el interventor militar en la provincia, Juan Carlos Trimarco. En su descargo dijo que su función en aquellos años consistía en dar adiestramiento físico a los militares en el gimnasio de los cuarteles. En su actuación clandestina, se desempeñó como oficial instructor del Consejo de Guerra, esas parodias de juicios militares a las que fueron sometidos los presos políticos durante la dictadura. Las víctimas lo ubican en las sesiones de tortura en los centros clandestinos de detención donde eran obligados a firmar declaraciones autoincriminatorias, que no les permitían leer y que servían de sustento para las condenas posteriores. Su función era organizar y llevar a cabo los interrogatorios, donde los detenidos políticos eran obligados a firmar las declaraciones confeccionadas previamente por integrantes de la estructura de inteligencia militar, bajo la imposición de tormentos. La firma de Rivas aparecía al pie de página, aunque él negó haberlo hecho, desconoció esas rúbricas y dijo haber sido víctima de una operación de inteligencia militar (sic). “No tuve relación con el Consejo de Guerra”, dijo en su momento. “Yo fui formado como docente de Educación Física y no tenía ninguna injerencia en eso, en esa actividad que estaba reservada para hombres del Cuerpo de Comando. Yo tenía una misión muy específica que era como instructor de educación física, deporte, recreación y, eventualmente, representar al Comandante (Trimarco) en actos de carácter deportivo o cultural”, sostuvo. Los sobrevivientes de la dictadura lo desmienten. La ruta del vino Rivas fue condenado, la sentencia confirmada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación y se encuentra cumpliendo en prisión domiciliaria y con tobillera electrónica en Yerba Buena, a unos quince kilómetros de San Miguel de Tucumán. Hace cinco años sufrió un accidente cerebro-vascular isquémico del que logró recuperarse sin que le quedaran secuelas, pero padece enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), por eso pide instalarse en los Valles Calchaquíes. Es un pedido recurrente: cada año Alberto Rivas solicita que se le permita pasar el verano en una casa de campo en Animaná, en los majestuosos valles salteños; un pueblo con una historia vinculada a los acontecimientos de la conquista española y ubicado estratégicamente en la ruta del vino, con viñedos antiguos y bodegas familiares. Pero tiene otra característica: está ubicado a 1.616 metros sobre el nivel del mar. La respuesta en otros años ha sido negativa, más allá de la oposición de fiscales y querellantes, bajo el argumento de que Aninamá “no cuenta con especialistas, lo que dificultaría el manejo de una exacerbación aguda de su enfermedad pulmonar u otro evento de salud por otra causa” y, en consecuencia, “residir en una localidad pequeña, que no cuenta con especialistas, constituye un riesgo adicional para su salud”. Rivas ha reiterado el reiterado el pedido. Otra vez los fiscales y querellantes han manifestado su oposición. Está claro que la detención domiciliaria es una medida de excepcional, pero en tiempos de neo-pañuelos-negros, batalla cultural, negacionismo y hasta reivindicación del terrorismo de Estado, ahí está Rivas, pidiendo unas vacaciones.
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