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  • Reinterpretar no es plagiar (y reversionar tampoco)

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 28/11/2025 03:10

    La conquista de la muerte de La Chola Poblete, reversión de la obra de Oscar Bony A lo largo de la historia del arte, tanto la reinterpretación como el reversionado de obras icónicas han sido prácticas creativas respetadas. Un artista puede tomar una obra previa y “reversionarla”, es decir, crear una nueva versión aportando su propio enfoque sin ocultar el origen. Eso hicieron figuras como Picasso con Las Meninas de Velázquez, Duchamp con la Gioconda o Lichtenstein cuando llevó el estilo de Picasso al mundo del cómic. En todos esos casos, el público reconocía la fuente original y podía apreciar cómo el artista la transformaba en algo nuevo. El problema surge cuando ese proceso deja de ser transparente. Si alguien reversiona una obra, pero no reconoce su origen, lo que podría haber sido un homenaje se convierte en una imitación no acreditada. Ese es el caso de La Chola Poblete con la obra de Oscar Bony: al repetir casi exactamente el concepto de Bony sin mencionarlo, su pieza pierde la dimensión de diálogo y se acerca más a la copia que a la reinterpretación. Y aclaro algo importante para evitar lecturas equivocadas: la obra de Chola Poblete me gusta. La conocí cuando era una artista emergente y, de hecho, le compré una obra que hoy cuelga en mi living. No hablo desde el desdén ni desde la distancia: la valoro. Pero también creo que el arte —como cualquier lenguaje serio— exige honestidad intelectual. Más de dos décadas antes, Oscar Bony —uno de los artistas más provocadores del legendario Instituto Di Tella— había escandalizado a fines de los sesenta con La familia obrera, donde una familia de carne y hueso permanecía durante horas sobre una tarima como obra viviente. El triunfo de la muerte de Oscar Bony Años después, Bony, también gran fotógrafo, realizó una serie de autorretratos en movimiento: él mismo, vestido con traje negro, saltando en distintas posiciones. Enmarcó esas fotografías bajo vidrio y luego disparó contra sus propios retratos. Las balas rompían el vidrio y perforaban la imagen del artista en pleno salto. Esa obra se titulaba El triunfo de la muerte, citando explícitamente The Triumph of Death, la célebre pintura de Pieter Bruegel el Viejo. Es decir, Bony mismo trabajaba desde una genealogía reconocida: tomaba un símbolo de la historia del arte y lo traía al presente con un gesto radical y personal. Había referencia, había contexto y había creación. Mujer con sombrero floreado de Roy Lichtenstein La Chola Poblete, más de veinte años después, hizo exactamente lo mismo: se fotografió saltando, vestida con traje negro, enmarcó sus imágenes bajo vidrio y luego disparó contra su propio retrato. Y tituló la obra La conquista de la muerte, eco directo del título de Bony, casi como un paso lateral dentro del mismo concepto. Las balas, igual que en Bony, rompieron el vidrio y perforaron la imagen. No hay diferencias en el estilo, ni en los materiales, ni en el dispositivo visual. La similitud no es inspiración: es repetición. La reversión de Pablo Picasso de Las Meninas de Diego Velázquez Esto contrasta con otros casos en los que la cita explícita produce obras nuevas y potentes. Víctor Grippo, otro gran artista conceptual argentino, realizó una de sus valijitas en homenaje a Fortunato Lacámera: la luz que entraba en la penumbra iluminaba suavemente una fruta en el interior. Estaban los interiores Lacámera y estaba Grippo en una misma obra: una suma, no una copia. Fermin Eguía, por su parte, reversionó El despertar de la criada de Eduardo Sívori y le agregó, sentado al borde de la cama, nada menos que a Fedor Dostoievski observando la escena. En ambos casos, la referencia es explícita, transparente y creativa. El despertar de la criada de Eduardo Sívori y reinterpretado por Fermín Eguía En definitiva, reversionar es un acto legítimo cuando se hace con honestidad. Reconocer la fuente original no solo es un gesto de respeto: enriquece la obra final y permite que el espectador. Comprenda el diálogo entre pasado y presente. Reinterpretar o reversionar, cuando se hace a la luz del día, no es plagiar: es sumar una voz nueva a la conversación infinita del arte. En el caso que nos ocupa, no hay suma. Solo hay una versión más débil y menos contundente de una idea ajena.

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