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Parana » La Nota Digital
Fecha: 27/11/2025 13:03
El niño se despertó y ya era de noche. Se durmió luego de andar corriendo por toda la costa, escapando a un enjambre de abejas enojadísimas por el flechazo recibido en el panal. Dispararon abejas y niños, una corrida acelerada y cansadora que venía a coronar juegos de aire, tierra y río, justo antes del atardecer. Se quedó dormido, los otros niños se fueron. Gritaron su nombre: “¡Vanatí Yogüín!” (hijo del fuego) pero él corrió para la otra punta, no escuchó. Se escondió y se durmió. Cansancio y sueño no eran recomendables para un plenilunio, más cuando anda cerca un vuni’ó ogate (yaguareté) de 100 kilos. “¿Qué hago?”, se preguntó el niño, “prender fuego ahora atraerá al bicho” se contestó, un bicho hambriento de carne y sangre. Ya todo el bichaje del lugar se había escondido o escapado del territorio bajo amenaza. Pero quedaba él. Se acurrucó pensando en la Ceremonia que se venía acercando. Ya tendría su primera mujer, ya casi era grande. Pensaba y sentía emociones contradictorias. No quería tener un hijo todavía. Se sentía pequeño. Pidió al Dios de la Noche que lo proteja mucho y durmió inquieto hasta el amanecer. Apenas salió el sol, encendió un fueguito debajo de la palmera que comenzó a arder. Con cuidado y limitando el fuego, hizo unas plegarias en voz baja para que su gente lo encuentre. Llegaron al mediodía dos canoas. Sus amigos se pusieron contentos, sus mayores lo reprendieron. Vanatí Yogüín ya estaba cerquita de conformar su primer núcleo familiar aunque se sentía más cómodo con los juegos de aire, tierra y agua, y la adrenalina del gran gato hambriento. (*) Comentario Cuenta Blas Jaime que los chanás plantaban una palmera (vanati veada’o acoé palá) ante la casa de un cacique: era señal de que allí vivía un tató ta, y cuando una persona se perdía en el monte podía, tomando las precauciones para evitar un incendio, prender fuego a una palmera ya que las llamas se ven desde muy lejos. (**) vanatí: hijo vanati veada’o: árbol (hijo de la tierra) vanati veada’o acoé palá: palmera (árbol sin ramas) Dante M. Faure, del libro “Relatos Salvajes”(2020)
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