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» Diario Cordoba
Fecha: 24/11/2025 16:26
El vendaval de opiniones y recomendaciones es tal que termina uno insensibilizándose. Todas las series y películas son necesarias, todas marcan un antes y un después. Asediado por la marabunta de prescriptores, la respuesta instintiva, en muchas ocasiones, no es otra que la de echarse a un lado, asumir que no se participará en el festival de acontecimientos históricos de cada día. Lo mismo sucede con los libros. Y, si reparamos en la actualidad política, el torbellino de sentires y pareceres es ya inasumible. Entretiene reparar en el contraste entre el tono apocalíptico de lo escrito por los periodistas y las caras de la gente por la calle. Levanta uno la vista del periódico y comprueba que los ciudadanos sobreviven como siempre, amortiguando sus cuitas con bromas fáciles. Al final siempre amanece y se siguen sirviendo desayunos en el Don Pepe. El otro día encendí la televisión sin saber qué iba a ver. Pero, sorprendentemente, actué con determinación: decidí que iba a poner lo primero que me apareciese en la plataforma Filmin, sin leer críticas ni sinopsis. Como un loco, me entregué a lo incierto. Entonces empecé La sangre helada. Los primeros planos destacan por la oscuridad, el barro y la podredumbre de las calles; la prostitución, el sudor reseco y la violencia. Se desarrolla durante la víspera de un viaje al Ártico que partirá de Inglaterra. Año 1859, sin GPS ni teléfonos, y un grupo de hombres se disponen a embarcarse en un ballenero. El capitán reúne una tripulación dispar, desde un psicópata manifiesto hasta un médico terrateniente que nadie se explica por qué no está en un pueblo tranquilo lidiando con catarros. Cada uno tiene sus preocupaciones y sus deseos. Y, una vez en alta mar, la ley que imperará no será la de la ciudad. «A los balleneros los llaman refugiados de la civilización», le dice el capitán al médico. Me froté las manos. Aquello prometía. Y terminó siendo un festín de cinco capítulos. Entre otras cosas, Colin Farrell interpreta a un asesino, un malo malísimo sin remedio, con el que llegué a reírme de lo bien que me lo estaba pasando; los paisajes son de una belleza subyugante, y el viaje termina convirtiéndose en una lucha por la supervivencia fascinante. Acertaron con la cita introductoria de la serie, de Schopenhauer: «El mundo es el infierno, y los hombres son tanto las almas atormentadas como los demonios que las atormentan». No se tomen esto como una recomendación, no querría agobiar a nadie. Mañana amanecerá y se seguirán sirviendo desayunos en el Don Pepe. *Escritor
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