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» El Ciudadano
Fecha: 23/11/2025 18:44
Aunque muerdan los labios y frunzan el ceño, hasta el acérrimo de los «contras» debió reconocer que Central fue el mejor equipo del año, del campeonato, de la Copa, de la Liga, del torneo o de como carajo lo quieran llamar. Los argumentos están a la vista para los que lo quieran ver, y no vale la pena contarlos para los que no los quieren ver por envidia o fanatismo. Repetirlos, entonces, no tiene ningún sentido. Todo esto es tan cierto como que el reglamento no indicaba el título para el ganador de la general, y que el cambio reglamentario sin lugar a dudas le saca brillo a una estrella que debería haber sido disfrutada hace semanas en una cancha. Es un acto de justicia reconocerlo, pero también es un acto de justicia deportiva que Central sea campeón. Fuera de tiempo y lugar, en eso coincide todo el mundo, que quede claro. Central no es responsable de los que otros decidan, mucho menos lo son sus hinchas, como Central tampoco fue responsable (o lo fue tanto como el resto de los clubes) de que haya treinta equipos en el torneo o muchísimas otras determinaciones que favorecen o dejan de favorecer, que salvan o dejan de salvar. Cada uno que se ponga el saco que le entalle. La máquina de hacer lágrimas no es aleatoria, se enciende cuando no le gusta a algunos, eso le toca a todo el mundo sin excepciones y cambia según el momento. Hasta hace poco se festejaba una mesa, por ejemplo. Central puede ganar y seguir en carrera, puede ser campeón otra vez en poco tiempo, o puede perder rápido y quedar afuera. Es el deporte, nadie te asegura nada. Pero los argumentos para ser el mejor del año son indiscutibles, ineludibles, tan justos como fue la obtención de la Copa Argentina que les pareció un torneo menor, o la Copa de la Liga que obviamente les pareció que no era anual, o la Conmebol que no les pareció lo suficientemente internacional. Simplemente, es cuestión de querer ver o no de no querer ver, algo que le cabe a absolutamente todo fanático, y el fútbol está hecho de fanáticos. Habría que hacerle caso al gran Marcelo, tragar y seguir.
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