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  • Los periodistas en baja, los influencers en alza

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 23/11/2025 15:01

    Mi última columna (“Sin mejores condiciones laborales, no habrá mejor periodismo”) tocó una fibra íntima de la profesión, por lo que este defensor de los lectores se convirtió durante unos días en un mediocre psicólogo laboral. Un veterano analista de medios me dijo: “Realmente no recuerdo que este tema se haya abordado desde una perspectiva no gremial (o no solo gremial), desde las páginas de un diario nacional”. Le dije por supuesto que el mérito principal no era mío, sino del medio que lo publicó sin tocarle una coma. Estos son algunos de los testimonios que recibí: * “Una gran dosis de realidad para desayunar en domingo”, me dijo una periodista cuyana que está pensando en poner un almacén. * Varios colaboradores de los medios más grandes y también de PERFIL me dijeron que son los remeros de las galeras: hacen gran parte del material y sus pagos suelen ser los más postergados. * También un experimentado periodista me contó que su negociación de salida de una radio porteña en la que estuvo varios años fue muy desventajosa. * Una profesora cordobesa me dijo que los recién recibidos que ingresan al periodismo, si no tuvieran el apoyo familiar, estarían bajo la línea de pobreza. * Unos amigos cercanos me contaron que su hijo abandonó el periodismo por un trabajo con mayor sueldo para poder casarse. Hoy la canasta básica total (CBT), que define para el Indec la línea de pobreza para una familia de cuatro personas, está en un millón doscientos mil pesos. Ese sueldo suele ser, en la mayoría de las redacciones, el de los periodistas que ya tienen un recorrido y, posiblemente, algún cargo jerárquico. Un docente de periodismo me dijo: “Con la vocación no alcanza, sin la vocación no se puede”. Siempre existen los golpes de suerte en las carreras profesionales, pero en general es necesario atravesar un pantano farragoso durante varios años hasta tener una posición profesional sólida en el periodismo. Y para atravesar ese pantano se necesita un fuego vocacional especial. Esta situación laboral se combina con la existencia de gerentes de noticias o editores que en varios medios censuran temas y entrevistados, según los intereses de cada dueño o, incluso, en forma más neblinosa e indirecta, según la percepción que ellos tienen de los intereses del dueño. Por eso, a veces, aquellos medios que tienen a sus dueños más presentes en la redacción suelen tener más libertades, porque sus responsables de redacción saben en forma más precisa los límites posibles, y no los tienen que adivinar. Perfil tiene a su dueño presente todo el día en la redacción haciendo periodismo. Y el dueño toma riesgos que quizás sus editores no tomarían si no lo tuvieran al lado. Riesgos como el de tener un defensor de los lectores. Otra vertiente de reacciones a la columna del domingo pasado de este defensor fueron los periodistas que me dijeron que la rutina de siempre ha sido la “tensa dramaticidad de nuestras sedientas vidas”, como decía un periodista cordobés en 1942. Que el escenario laboral del periodismo siempre ha sido un océano de marginalidad con islas de calidad. Un veterano periodista retirado me escribió diciendo que eso pasa en todas las tareas intelectuales: “¿Cuántos docentes viven de docentes a no ser que sean directores o administrativos?”. El mercado laboral periodístico también tiene similitudes con el mundo actoral, donde hay actores que hacen una película cada cuatro años y, otros, cuatro películas al año. Pero en el periodismo la meritocracia económica es imperfecta. Varios de los periodistas que más ganan están entre los menos respetados por la comunidad profesional. El dueño de una editorial de prensa especializada me dijo que uno de los problemas del mercado laboral es el Estatuto del Periodista: “Nadie los quiere tomar (a los periodistas) en relación de dependencia y, cuando los toman, tiene que ser con un sueldo bajito, no sea cosa que la indemnización sea muy alta. Si fueran empleados normales, con condiciones lógicas, las redacciones podrían pagar más como a cualquier otro empleado”. Las condiciones para la indemnización que prevé el estatuto son una gran barrera frente al despido, así como una evidente barrera de entrada a la contratación formal de periodistas. Por el valor social que se adjudica a los periodistas, el estatuto fue pensado para protegerlos más que al resto de los trabajadores. Boom de influencers Esta depresión laboral de los periodistas se contradice con la prosperidad emergente de los influencers, que borronean los límites del campo profesional realizando esporádicos actos de periodismo. Las redes tienen una meritocracia salvaje donde los que más impacto logran tienen más posibilidad de ingresos. En Instagram y TikTok los influencers cobran fotos, videos, textos, tutoriales, historias individuales o en “paquete”, reels, carruseles, en un proceso de continua experimentación de formatos de contenidos y con presupuestos muy cambiantes. Por supuesto, con eso pueden ganar bastante más que un periodista. Por eso, si bien la inmensa mayoría del contenido es puro entretenimiento, cada vez más periodistas intentan desarrollar su perfil de influencer. Es un mundo donde hay solo tres segundos para captar la atención y te conviene cambiar de plano a los seis. Pasamos de andar en avión a andar en cohete. Por su capacidad probada de comunicación, los influencers robaron gran parte del presupuesto de las empresas que antes iba al periodismo. Hay influencers nano, micro o macro, según la cantidad de seguidores. Los nano llegan a menos personas, pero pueden activar mayor compromiso. Algunas empresas que trabajan con influencers pueden temer que sus marcas queden atadas a figuras públicas imprevisibles. El periodismo ofrecía una mayor estabilidad en la reputación. Pero este emergente campo de los influencers se irá profesionalizando y seguro podrá ofrecer mayor seguridad reputacional a las marcas. De hecho, varios influencers, para sostener la credibilidad de sus carreras, irán seguramente incorporando criterios profesionales del periodismo. En la historia, el periodismo profesional ha tenido un retraso en incorporarse a las nuevas plataformas. Siempre está establecido y cómodo en las plataformas anteriores. Pero ahora ese retraso parece haberse superado. De a poco, los referentes del periodismo profesional están ingresando a TikTok, YouTube, Instagram y los streamings. Y eso es tan bueno para los periodistas como para las nuevas plataformas. No se sorprendan si Mirtha Legrand, quien empezó su carrera en 1940 y siempre se adapta con éxito, lanza su streaming. (*) Esta columna de Opinión de Fernando Ruiz fue publicada originalmente en el portal de Perfil.

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