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  • ¿Tiene sentido seguir celebrando cumbres del clima de progresos mínimos y que se encallan siempre con la misma piedra?

    » Diario Cordoba

    Fecha: 23/11/2025 10:55

    La cumbre del clima de Brasil (COP30) ha abierto un debate latente que lleva años en el aire pero que ahora, tras la resolución de este encuentro, se ha cristalizado. ¿Tiene sentido seguir celebrando convenciones con hasta 80.000 personas, como en el caso de Dubái, para lograr acuerdos de mínimos y acabar tropezando siempre con la misma piedra, que es el debate sobre el futuro de los combustibles fósiles? La muestra más clara es el pacto final de Belém, que tras dos semanas de intensas negociaciones ni siquiera refleja de forma clara en su resolución final quiénes son los responsables de la crisis climática y ni siquiera recoge de forma explícita un compromiso sobre cómo dejarlos atrás. Algunas voces afirman que, en la era de Trump, evitar un retroceso es de por sí una victoria. Pero también hay quienes argumentan que de nada sirve celebrar cumbres de esta magnitud si no se logran avances reales ni en la dirección clara. La cumbre de Belém terminó con un paquete de acuerdos y ambiciones que, en lo formal, avanzan en algunas áreas (como adaptación, marcos de financiación y mecanismos de seguimiento), pero que dejan una herida abierta en el corazón de la negociación: el mensaje sobre futuro de los combustibles fósiles. En el encuentro de Dubái, por primera vez en la historia, ser logró incluir un llamamiento para “dejar atrás” el petróleo, el gas y el carbón. Pero desde entonces, cada año estos encuentros se vuelven a encallar en el mismo debate. En Brasil, sin ir más lejos, se ha visto de forma clara cómo la cuestión polariza hasta tal punto a los países que incluso puede monopolizar todo el debate de una cumbre y hasta amenazar con hacer saltar todas las demás conversaciones por los aires. Los expertos denuncian el enfrentamiento entre quienes apoyan la acción climática y quienes se resisten activamente a ello "en pos de sus intereses a corto plazo" Hay quien define esta dinámica como un "teatro del estancamiento". "La implacable oposición de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Rusia e India a cualquier declaración aquí sobre la transición hacia el abandono de los combustibles fósiles revela un conflicto cada vez más enconado en el corazón de la política climática global: entre quienes aceptan el hecho científico de que, para abordar el cambio climático, el mundo debe reducir gradualmente su dependencia de los combustibles fósiles en las próximas décadas; y quienes se resisten activamente a ello en pos de sus intereses energéticos a corto plazo", afirma Michael Jacobs, profesor de Economía Política en la Universidad de Sheffield y miembro senior del grupo de expertos ODI Global, quien denuncia Trump, Arabia Saudí y Rusia se han convertido oficialmente en el "nuevo eje de la obstrucción climática". Belém ha demostrado que la acción climática avanza a tres velocidades distintas, con unos que aceleran, otros que frenan y otros aún que se titubean También son varios los expertos que afirman que la cumbre de Brasil demuestra cómo la acción climática avanza en dos o hasta tres velocidades distintas. El bloque de Europa, América Latina, África y de las islas más vulnerables del Pacífico que están presionando para acelerar la ambición climática. El equipo de los países productores de petróleo como Estados Unidos, Arabia Saudí y Rusia que presionan para ralentizar el cambio tanto como sea posible. Y países como China que, según afirma Luca Bergamaschi, cofundador del think tank 'Ecco Climate', están "jugando en todos los bandos" y nadie tiene claro si son un "socio fiable" en la lucha climática. Y frente a esto, son muchos los que defienden iniciativas como la planteada por Colombia para celebrar encuentros solo con quienes aquellos comprometidos con el abandono de combustibles fósiles para avanzar así en soluciones y no volver a caer en el eterno debate. La primera edición se celebrará en abril de 2026 y por ahora parece que cuenta con el respaldo de al menos 80 países incluida España. En defensa de las cumbres del clima Frente a los diagnósticos más pesimistas, también hay quienes defienden que las cumbres del clima siguen siendo imprescindibles ya que suponen el único gran espacio de diálogo que disponemos para lograr compromisos globales en materia climática. Sobre todo ante la perspectiva de que se necesita un esfuerzo global para frenar las emisiones y evitar que la crisis climática vaya a más y que, aunque muchos lo nieguen, sí se han logrado avances importantes desde la firma del Acuerdo de París. Los datos desvelan que hace diez años, antes de la firma de este pacto, el mundo se dirigía hacia un calentamiento global extremo de casi 4 grados. Ahora, con el despliegue de planes nacionales de reducción de emisiones, se ha logrado bajar esa previsión hasta los 2,5 grados. Todavía falta un largo camino para limitar este fenómeno por debajo de la línea roja de los 1,5 de media pero, según afirman los expertos, sin acuerdos como el de París y sus posteriores revisiones habría sido imposible lograrlo. Otro factor a tener en cuenta es que la cumbre de este año se ha celebrado en un contexto geopolítico especialmente complejo, marcado por la división y con el fantasma de Trump flotando por los pasillos de Belém. En este contexto, son varias las voces que defienden que el mero hecho de que el encuentro de Belém haya llegado a un acuerdo en eras de división política es de por sí un éxito. "En un año en el que el multilateralismo se ha visto tan cuestionado, lograr un acuerdo débil ha sido mejor que no lograr ninguno", sostiene Arunabha Ghosh, enviada de Asia Meridional a la cumbre. "En Brasil hemos demostrado que el multilateralismo perdura, que Trump estaba equivocado, que la acción climática es imparable", añade Laurence Tubiana, CEO de la European Climate Foundation y arquitecta del Acuerdo de París. "En Brasil hemos demostrado que el multilateralismo perdura, que Trump estaba equivocado, que la acción climática es imparable" Varios expertos recuerdan que, más allá del enfado por el mensaje final sobre el futuro de los combustibles fósiles, la cumbre de Belém ha logrado cosechar un consenso sobre cuestiones relacionadas con la adaptación, las finanzas climáticas y la transición justa. Aunque en el torbellino final del encuentro han pasado completamente desapercibidas. En esta línea, también son muchos los que argumentan que, más allá de las mesas de negociación, "en la cumbre Belém hemos visto compromisos de descarbonización de ciudades de todo el mundo, empresas reestructurando sus cadenas de suministro, inversores redireccionando billones de dólares hacia la acción climática y pueblos indígenas impulsando la protección de los bosques", sostiene Dan Ioschpe, del equipo organizador de la cumbre Brasil, quien afirma que hay que poner en valor las iniciativas que nacen en este tipo de espacios. En los últimos años han surgido varias propuestas para 'reformular' las cumbres para que dejen de ser eventos multitudinarios basados en el 'greenwashing' y se conviertan en mecanismos de acción real ¿Entonces, sirven de algo las cumbres en la era de la división política y los bloques de interés? El debate está servido entre quienes argumentan que estos eventos son la única forma que tenemos de forjar marcos normativos globales de acción climática y quienes, en cambio, denuncian que estos encuentros se han convertido en un juego geopolítico sinsentido que, en el mejor de los casos, se convierte en una sesión de maquillaje diplomático para fingir que se está haciendo algo mientras, en la práctica, no se hace nada. En los últimos años han brotado propuestas para "reformular" las cumbres para, por ejemplo, evitar que se conviertan en eventos multitudinarios, controlar (o limitar) la participación de lobbies, crear herramientas para monitorizar los compromisos de los países y hasta diseñar mecanismos de responsabilidad vinculantes. Todo, para garantizar que las cumbres se conviertan en una herramienta realmente útil para acelerar la lucha climática.

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