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  • Jonatan Loidi: “En el mundo de los negocios lo peor es casarte con una idea”

    Parana » 2 Florines

    Fecha: 23/11/2025 10:07

    El conferencista internacional analizó los procesos de cambio que viven las organizaciones a partir de la irrupción de la tecnología y se mostró optimista respecto del futuro. Asimismo, analizó el escenario argentino y planteó un paralelismo sobre la necesaria adaptación que deben realizar las empresas para no sucumbir ante el “nuevo modelo”. Por Nahuel Amore La Inteligencia Artificial avanza a pasos acelerados y su proyección en el corto plazo es incalculable. El impacto en las empresas ya es un hecho y de allí que las teorías que buscan analizar su irrupción plantean, una vez más, la necesidad de adaptación del ser humano. Sin embargo, los especialistas observan diferentes escenarios hacia el futuro. En el caso de Jonatan Loidi, CEO y fundador de GrupoSet, reconocido internacionalmente por sus conferencias sobre liderazgo, innovación y gestión empresaria, se autoreconoce como un optimista sobre los avances tecnológicos. En diálogo con DOS FLORINES, planteó que el progreso es inevitable y exigirá de las personas y las organizaciones una mayor habilidad para ser resilientes ante el cambio. Al mismo tiempo, el speaker argentino -que estuvo presente en Roma para el Congreso de Afide 2025-, en la Argentina se presenta un escenario aún más desafiante por las particularidades propias del país. Consultado por los procesos que viven las empresas y sus proyecciones, tras las elecciones, marcó en el mismo tono la necesidad de reconversión: “En el mundo de los negocios lo peor es casarte con una idea“, aseguró. Adaptarse a la incertidumbre —¿Cómo describe la etapa que estamos viviendo respecto del impacto de la Inteligencia Artificial y cómo ve el proceso de adaptación de las personas? —Suele pasar que cuando comparto charlas con speakers que hablan de Inteligencia Artificial o nuevas tecnologías, siempre percibo un cierto dejo de negativismo, de una visión de imaginarse a Terminator, como el destino más trágico, apocalíptico. Creo que es una característica muy humana; esa añoranza del pasado, de un presente siempre caótico y el futuro terrible. Tengo una visión mucho más positiva. Siempre que la humanidad se enfrentó a grandes saltos de conocimiento, lo primero que hubo fue miedo, incertidumbre, pero una vez que logramos superarlo, la humanidad avanzó cuánticamente. Hoy es un momento para entender que la variable más importante a dominar, a entender, a gestionar, es el cambio y la incertidumbre. Naturalmente es un problema porque el ser humano odia la incertidumbre. El ser humano quiere certidumbres, quiere lo conocido… —Quiere pisar firme. —Claro. Está bien, quién no. Pero hay que entender que la habilidad más importante que podemos tener es precisamente la capacidad de cambiar, de adaptarnos, de resiliencia. A eso hay que entrenarlo. No es algo que naturalmente tengamos. Además, en la educación también tenemos que pensarlo porque no formamos a los chicos a ser resilientes. —¿Considera que es una propuesta a no quedarse cómodos en el lugar donde está cada uno? —Es un llamado a la acción. Hay una frase que me gusta, que la tecnología te acerca a lo lejano pero te aleja de lo cercano. Uno muchas veces mantiene contactos con un amigo que está a 10.000 kilómetros y el que tenés a la vuelta, está de la misma forma. Creo que es una oportunidad del ser humano para volverse más humano. La tecnología nos libera tiempo para ser más humanos. “Es un momento de quiebre” —Las personas, y particularmente las organizaciones, se adaptan a la tecnología a distinta velocidad. Ahora bien, ¿cree que hay o habrá un límite ético? ¿Qué define la complementariedad? —Creo que lo primero que tenemos que aceptar es que no se puede ir en contra del avance de la tecnología o del progreso en general. El progreso es necesario, es parte de la historia de la humanidad y va a seguir siéndolo. Hay que adaptarlo. Después, a quien le toca liderar una organización, tiene que trabajar como líder para ir viendo cómo acompañar a las personas a encontrar sus nuevos roles. —¿Cómo analiza esa transformación de los profesionales? —Los roles van cambiando. Si tu rol era muy burocrático o hacer procesos automatizados, hoy la tecnología lo hace y mejor. Y está bien. Históricamente las empresas tenían calculistas, personas que su trabajo era calcular cosas. De repente, apareció la calculadora y se terminó; y no murió nadie. Hubo que reinventarse y esos calculistas se transformaron en profesores o ingenieros. Hay que ver con una mirada positiva y acompañar a los equipos. Creo que es un momento de quiebre que, como todo péndulo, ahora el trabajo es acompañar a los equipos para que no haya ansiedad y miedos. —¿Quiénes deberían liderar esos miedos en las empresas para promover cambios positivos? —En todos los niveles. Los mandos altos, sean gerentes, jefes y dueños, tienen que buscar a veces acompañamiento externo para liderar este cambio. A medida que uno va bajando en la estructura y se acerca a las tareas más rutinarias y repetitivas, ahí es donde uno tiene que ayudar a encontrar su nuevo rol y a veces acelerar en procesos de conocimiento. Adaptarse en el escenario argentino —Las elecciones en Argentina dejaron en stand by muchos proyectos en las empresas. Conocido el resultado, ¿cómo tienen que recapitularse ahora hacia adelante? —Creo que es un tema muy argentino estar esperando el tema electoral para tomar decisiones, lo cual es muy peligroso porque cada dos años tenés un “veranito” de seis meses, entre que sabés quién ganó y que empezás a pensar quién va a ganar la próxima. —Hay que romper esos “veranitos”… —Sí, por supuesto. En Argentina está pasando, y entra dentro de un contexto global, que ahora se ve más manifiesto, de un cambio de modelo. Sin hacer una cuestión de valor, si está bien o mal, está claro que cambió el modelo. Este nuevo gobierno lo que busca es afianzar una estabilizar macroeconómica. El foco está ahí, además de una apertura. Es un gobierno que manifiesta muy claramente en lo que cree. Eso es muy bueno, así no te guste. A veces la certidumbre no es lo que uno espera. Pero te permite empezar a construir un rumbo. Las empresas que estaban acostumbradas a un mercado más cerrado, a vivir con inflación que te ajustaba los costos y lo trasladabas a precios; ahora tienen que empezar a ser competitivos, abrirse al mundo y eso es un partido mucho más complejo, más difícil y para pocos. —¿Pero reconoce los riesgos que existen para quienes no se adaptan a estos procesos, como el cierre de empresas que no pueden competir contra las importaciones? —Es la reinvención. Rápidamente tenés que aceptar lo que cambió y tener esa agilidad para cambiar. Si estabas en un mercado cerrado y eras todo mercado interno, ahora vas a tener que salir a competir. Si antes producías, quizá ahora tenés que importar. Y está bien. En el mundo de los negocios lo peor que podés hacer es casarte con una idea. Te tenés que casar con el avance, con el progreso. —Es decir, propone entender que las ideas mutan y hay que ir tras ellas… —Las ideas deben mutar. Es raro que no muten. Cuando las ideas no mutan, ahí es cuando empezás a notar que hay un problema. Soy optimista, con desafíos igual que todos. Pero es un escenario en el que ahora depende de vos. Y creo que eso es mucho mejor a que dependa de la suerte de un tipo que se levanta a la mañana y te dice para dónde ir. Esto es un poco más predecible y eso es bueno.

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